Me sentía cohibida, y un poco incómoda, muchas miradas estaban en mí, y eso no me gustaba. Volteé a ver a Austin, y este puso su mano encima de la mía, dedicándome una pequeña sonrisa. No tenía hambre, pero Alexander y Austin practicamente me obligaron a bajar a cenar.
—Tranquila, no muerden—. Comentó Alexander en voz baja, con una sonrisa burlona en los labios. Lo fulminé con la mirada y él se encogió de hombros. —¿Te intimida estar en una sala con muchos chicos?— Rodé los ojos ante su pregunta. No era exactamente eso, pero era raro, la mayoría me miraba como si fuese un juguete nuevo, y la mirada que más me ponía nerviosa era la de Bruno.
—No. Solo que me siento incómoda—. Susurré solo para que Alexander me escuchara.
Estaba en la mesa en dónde ayer había cenado, pero esta vez estaba llena de sillas y llena de chicos, al parecer la mayoría tenía 18, o 19 años, se veían jovenes. Yo estaba sentada en medio de Austin y Alexander.
—A ver. ¡Dejen de verla, la están asustando idiotas!— Abrí los ojos como plato al escuchar las palabras de Alexander. Lo miré, y noté se hallaba con el ceño fruncido, viendo a los demás. Mordí mi labio inferior para no reir, no pensé que iba a ser tan directo. De inmediato algunos chicos comenzaron a ver a otros lados, no dijeron nada. Pero Bruno, me seguía mirando con descaro.
Al cabo de unos minutos varias mucamas llegaron con distintos platos. Luego los pusieron en la mesa, junto con una copa. Al instante que las chicas intentaron echar el vino en la copa de los chicos, Alexander se puso de pie.
—No. Ellos no, están en entrenamiento aún, así que solo denles agua—. Las chicas asintieron y de inmediato se retiraron a la cocina, una chica que ya había visto antes se acercó a Austin, mientras Alexander volvía a tomar asiento.
—¿A ustedes les servimos vino, o agua también?— Cuestionó.
—A ella sírvele agua, a Alexander y a mí, traenos vino—. Fruncí mi ceño al escuchar sus palabras. Quité mi mano de la suya, y lo miré.
—Yo también quiero vino—. Demandé. Él posó su vista en mí, y sonrió.
—No. Aún eres menor de edad, Lucía—. Me desordenó el cabello, y yo rodé los ojos ante sus palabras.
—Pero tengo diecisiete años, dentro de unos pocos meses cumpliré dieciocho. Creo que una copa de vino no me vendría mal—. Dije mientras me acomodaba el cabello nuevamente, noté que una sonrisa burlona se asomaba en el rostro de Bruno. Al parecer sabía de lo que hablabamos, y se estaba burlando. Idiota. A los segundos escuché la risa de Alexander, y le tiré un codazo.
—Pero aún tienes diecisiete años. Así que no, y no me harás cambiar de opinión—. La chica comenzó a servir vino a Austin y Alexander.
Me cruzé de brazos y apoyé mi espalda en el respaldar de la silla, me hubiera gustado tomar algo de vino.
—¿No vas a comer?—. Preguntó Austin mientras tomaba su tenedor entre sus manos, y se metía el primer bocado en su boca.
—No quiero, pero sé que de todas formas tú y Alexander me obligarán—. Me encogí de hombros. Él se limpió con la servilleta que tenía a un lado.
—Que bueno que lo entiendas. Ahora, ya come—. Hice una mueca con mis labios, y solté un pequeño suspiro. Tomé el tenedor, y comenzé a hincar con más fuerza de la necesaria la comida.
Sí, sí, lo sé, parezco una niña pequeña haciendo su majadería, pero es la única manera que veo de descargar mi frustración. Subó la mirada y me encuentro con los ojos de Bruno. ¿Por qué carajos me mira tanto? ¿Tendré algo en la cara? Me llevé el tenedor a la boca y comenzé a saborear la comida; debía admitir que estaba deliciosa.
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La Maldición
VampireLucía Annie Brechg; una chica de diecisiete años, un tanto problemática, vulgar y ruda ... o eso aparenta ser. Con su familia fallecida en un accidente; Lucía tendrá que lidiar con su tía y su prima las cuales no pierden oportunidad de hacerle la v...