Capítulo XVI

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—¡Lucía!—. La voz de Alexander hacia saber que estaba preocupado.

Mi mirada seguía en la puerta hecha trizas, en el suelo.

—¿Estás bien?—. Esta vez habló Austin.

Yo seguía con la mirada en lo que alguna vez había sido una puerta. ¿Por qué carajos hicieron eso? Y ¿cómo rayos lo hicieron? No había duda, Miriam me iba a matar.

—¿Por qué cojones lo hicieron?—. Mi tono de voz era bajo, pero claramente yo estaba más que  molesta.

—Yo .... Nosotros ... es que ¡tú gritaste! Y pensamos que ... talvez estabas en peligro, o algo así ... y pues, como la puerta estaba cerrada, actuamos rápido y ... lo siento—. Austin parecía avergonzado. Mientras Alexander estalló en carcajadas.

Comenzé a masajear el puente de mi nariz, con mis dedos tratando de calmarme, y dejé mi mochila en el sofá.

No me serviría de nada gritar y molestarme como una energúmena en estos momentos, así que luego de andar varios minutos caminando por la sala en circulos mientras me tranquilizaba; miré a ambos con el ceño fruncido.

—¿Por qué gritaste?—. Cuestionó Austin, quien se hallaba sentado en el sofa, a lado de mi mochila. Yo no me había dado cuenta del cuándo había tomado asiento, luego volví mi vista hacia Alex, quien se hallaba sentado sobre el otro sofá texteando algo en el celular. ¡Estaban tan relajados que me enfurecía!

—Listo—. Habló Alexander. Luego de haber dejado su celular a un lado, me miró con una sonrisa. —Tengo un amigo que es un gran carpintero, vendrá a tomar las medidas de tu puerta dentro de unos minutos, y luego confeccionará una puerta mejor de la que tenías. ¿Qué te parece la idea?— La sonrisa de Alex no se borraba, y pues yo ya no estaba tan alterada, haber escuchado eso de alguna forma me relajaba.

—No has respondido lo que te pregunté—. Habló Austin a la par que se ponía de pie.

—Ah. ¿Del por qué grité?—. Él asintió. —Porque me enteré que un tío querido regresará a casa, después de un largo tiempo—. Sonreí al recordar la noticia.

—¿Tío? ¿Tu tío William?—Cuestionó Alexander, al parecer se hallaba muy sorprendido. Yo asentí sin borrar la sonrisa de mi rostro.

Al instante en que confirmé la pregunta ellos se tensaron, Alexander nuevamente tomó el teléfono y comenzó a marcar a alguien. Y Austin nuevamente se sentó en el sofá, mientras se pasaba las manos por su cabello, parecía preocupado.

Sus reacciones no me gustaban, me hacian dudar. Había algo más ahí, y ellos al parecer no querían decirme qué sucedía.

—¿Hay algo de malo con mi tío?—Cuestioné acercándome a Austin. Este se puso de pie inmediatamente como un resorte, y sonrió. Pero esa sonrisa no era auténtica, sabía que algo ocultaba y eso me molestaba.

—No—. Él volteó a mirar hacia Alexander, quién hablaba por teléfono, y luego volvió su vista nuevamente a mí. Pude notar claramente que se hallaba nervioso, era más que obvio que el que haya nombrado a mi tío les alteró a ambos, pero yo aún seguía sin entender por qué, ni si quiera tenía la más mínima idea—. Ven, vamos al auto—. Me tomó de la mano, yo tomé mi mochila rápidamente y lo seguí sin rechistar. No pensaba quedarme con las dudas, cuando estuvieramos en el carro, lo iba a inundar con las preguntas que ya se hallaban formulándose en mi cabeza.

Abrió la puerta de copiloto, y miró a ambos lados de la pista, me parecía un poco paranóico, luego su vista se posó en mí y sonrió, pero era nuevamente esa sonrisa hueca.

—Pasa—. Dijo.

Entré al auto, y cerró la puerta tras de mí. Luego vi rodear el carro, y a los segundos lo tuve a mi lado. Quize darle la oportunidad de que me aclarara las cosas, pero al parecer me iba volver vieja esperando eso. Llevábamos unos veinte minutos en el carro, y él no decía nada, y hasta evitaba mi mirada.

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