Capítulo 1.

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Empezar el día con un examen de matemáticas, no es algo que realmente me agradara

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Empezar el día con un examen de matemáticas, no es algo que realmente me agradara.

¿Pero qué podía hacer?

Ayer me dediqué a estudiar por horas, no dejaba que nadie me interrumpiera y mucho menos me permití distraerme con mi libro de bocetos, aunque admito que la tentación fue grande.

Christie, mi hermana mayor, tuvo su secadora de pelo encendida al menos por veinte minutos y luego hizo uso de las nuevas bocinas para su ordenador que curiosamente había comprado por la tarde. La música estaba altísima y junto a los miles de números que estaba escribiendo en mi hoja hizo que me diera jaqueca. Por más de que golpeé su puerta, la acusara con mamá o papá ella hizo oídos sordos a mis reclamos.

¡Nadie me dejaba estudiar! Es que yo me esmero, pero las cosas—Y personas—, a mí alrededor no ayudaban a mi causa.

Esta mañana me levanté con el ánimo por los suelos y por supuesto Christie se adueñó del cuarto de baño casi haciéndome llegar tarde al instituto. No compartía habitación con mi hermana—Gracias a todos los dioses—, pero si debía compartir el baño. Trato de levantarme más temprano para ser la primera pero desafortunadamente hoy las mantas de mi cama me amarraron al colchón diciéndome a gritos que estaba mejor con ellos y que podríamos casarnos para vivir por siempre juntos.

Lástima que eso no pueda hacerse realidad.

Llego al instituto cinco minutos antes de que suene el timbre. Lastimosamente tuve que aceptar que Christie y su estúpido novio me trajeran.

—Gracias—abro la puerta del asiento trasero y salgo rápidamente de ahí no sin antes escuchar la voz de Mitchel.

—Por nada, cuñadita, cuando quieras.

Imbécil.

Desde que vi a Mitchell en el centro comercial abrazando una chica que no era mi hermana empecé a aborrecerlo. Si, puede que haya sido una prima lejana, aunque no creo que a las primas lejanas le metas la lengua hasta la garganta y como plus palmees su trasero como si de un caballo se tratara. Ese día le dije a Christie lo que había visto pero ella no me creyó y el asunto quedó en el pasado... Bueno, al menos para ellos, no para mí.

No me molesto en buscar nada dentro de mi casillero y ni mucho menos en esperar a Amy, sabía que no asistiría a clases y sería la afortunada de tener un día más para estudiar, pero también sabía que el señor Riggs no le iba a dejar las cosas tan fáciles.

El señor Riggs es un ogro, le encantan los exámenes sorpresas y por supuesto adora ver los rostros de sufrimiento de sus estudiantes. Muchos trataron de evitar que hiciera este gran examen, pero nadie lo convenció y mucho menos nadie pudo hacer que él temiera por más travesuras que le hicieran.

Algunos de mis compañeros planeaban pincharle los neumáticos al profesor para que no llegara a clases. Claro que por algunos compañeros me refiero a Bart, Louis, George, Tristan y Connor.

Régalame un lápiz: Versión extendida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora