Capítulo 2.

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Otro día de clases

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Otro día de clases. Otro examen pero de historia.

En historia me iba muy bien así que no me quejaba. Era de las que consideraba la materia de historia muy importante y como se me da muy fácil a veces tiendo a ayudar a algunos compañeros de clases a pedido de la profesora.

Afortunadamente hoy al despertar mi almohada me dijo al oído que debía llegar antes que Christie al baño. Le agradezco, no quería tener que pedirle nuevamente el favor de que me llevara el estúpido de su novio hasta al instituto.

No me despedí de papá y apenas lo pude hacer con mi mamá a quien le había robado un par de tortitas que había hecho de desayuno. Sabía que tendría mi castigo luego por eso, mama odiaba que me fuera sin desayunar, le gustaba que todos los hiciéramos en casa. Ayer me salvé gracias al estúpido del novio de Christie, papá no es que le agradara mucho que su puchito estuviera saliendo con un perdedor.

Otra cosa para agradecer en el día, no tengo un tonto apodo como mi hermana mayor. ¿Cómo papá puede llamarla puchito? Tengo diecisiete años y no tengo idea de donde salió el apodo.

En fin, llego al instituto quince minutos antes dirigiéndome inmediatamente al salón de historia, sabría que mi mejor amiga Amy necesitaría mi ayuda. Al contrario de mí, Amy era de las que pensaba que George Washington [1] había sido presidente de Canadá.

Amy es mi mejor amiga desde que entré al Instituto Greenwood, después de que me diera la charla de los intocables y me invitara a almorzar en la cafetería a su lado el primer día. Es una chica muy extrovertida y amante de los animales, además hizo muy buenos comentarios sobre mis dibujos luego de que sin pedir permiso tomara mi cuaderno de bocetos.

Al entrar al salón mis ojos se posan inmediatamente en ella, digo, ¿quién no lo haría? Se encuentra sentada en la mesa que está al lado de la ventana, leyendo de manera desesperada sus apuntes, parece que se ha pasado la mano varias veces por su cabello porque está ridículamente despeinada.

— ¿Una bomba estalló en tu cabeza?—pregunto burlonamente.

—Estalló una bomba, pero en mi cerebro—murmura desinteresadamente moviendo sus ojos sobre sus apuntes.

—¿Necesitas ayuda?

—Tu sabes que sí, Daisy. Mis nervios están de punta, no solo debo hacer este examen sino que el señor Riggs me espera en unas horas para el desesperante examen de matemáticas.

—Te irá bien—le aseguro tratando de tranquilizarla.

—No puedes saberlo, sabes que todo lo que contenga números y fechas históricas no son mi fuerte.

—Que no sean tu fuerte no significa que seas mala.

—Hablas de la persona que dijo que Napoleón Bonaparte [2] fue presidente de Canadá.

Régalame un lápiz: Versión extendida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora