Capítulo 25.

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No presté atención en toda la clase, solo podía observar embelesada la hermosa escultura de lápices en mi mesa

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No presté atención en toda la clase, solo podía observar embelesada la hermosa escultura de lápices en mi mesa. Era una estrella de mar formada con las puntas de los lápices amarillos, pero estos fueron pintados de naranja dándole un toque más cercano al animal marino, era medianamente grande y ocupaba la mitad de mi mesa, podía tener un aproximado de treinta centímetros. Este ha sido uno de los regalos más especiales que me han hecho, Connor me dio un regalo único que me hacía recordar la primera vez que él cruzó palabras conmigo y que haya utilizado los lápices que me había pedido de alguna manera u otra lo hacía más especial.

Los chicos tampoco se habían quedado atrás y recibí regalos de parte de ellos, Louis me obsequió una bonita camisa color beige mientras que George compró un short negro, Bart me dio un estuche de pintura y por último, Tristan me regaló una taza que decía El mejor intocable del mundo, si, fue extraño.

Justo ahora Tristan compite por el premio de los regalos más raros del mundo junto a mi papá, ¿quién será el ganador?

Cuando llega el final del día de clases, voy tomada de la mano con Connor y mi escultura es sostenida con la que tengo libre. Connor me había invitado al parque ya que quería hablar conmigo y según él tenía que ser a solas, había llamado a mamá diciéndole que llegaría más tarde, ella no puso ninguna objeción aparte de que Connor viniera a cortar una torta que me había preparado, él por supuesto aceptó con gusto.

— ¿Dónde conseguiste ésta escultura?—pregunto mientras conduce.

— ¿Me creerías si te dijera que lo hice yo?—dice cómicamente y niego con la cabeza mientras una sonrisa se formaba en mis labios.

Connor no es muy artístico que digamos.

—¡Me ofendes, señora lápiz! Pero tienes razón, no la hice yo—se ríe algo avergonzado—, pero colaboré pegando algunos lápices.

—¿Wow? ¿No te hiciste daño?—bromeo un poco con él.

—Eres malvada, señora lápiz.

Estaciona su auto en una de las orillas que daba al parque y luego bajamos, decidí dejar la escultura en mi asiento con mucho cuidado para que no se estropeara. Connor vuelve a tomar mi mano, empezamos a platicar de cosas triviales hasta que conseguimos una banca vacía para sentarnos.

—Oye, Daisy...

—Uff esto es serio, nunca me llamas Daisy al cambio de que estés molesto o el tema sea delicado.

—No es delicado—murmura mientras se limpia sus manos en sus jeans.

— ¿Entonces? Dime, soy toda oídos.

—¿Señora lápiz, sabías que eres una de las personas más importantes de mi vida?—Mis mejillas se calientan al instante, él al ver que no contesto prosigue—. Lo eres, Daisy. En todo este tiempo, nunca conocí a una chica que moviera todo en mi interior o que simplemente me gustara, estoy agradecido de haber dado el primer paso de una manera tonta, aunque debes decir que fue original, y haberte pedido ese lápiz.

Régalame un lápiz: Versión extendida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora