Capítulo 21.

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Subimos a su auto y buscamos la heladería más cercana

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Subimos a su auto y buscamos la heladería más cercana. Tengo que admitir que por más tímida que me encontraba de salir nuevamente con Connor, cuando mencionó para ir a comer un helado, me imaginé con un cono de chocolate.

Estaciona frente a la heladería y baja rápidamente del auto para abrirme la puerta, me toma la mano para ayudarme a salir y le agradezco. Entrelazamos nuestros dedos al igual que lo hicimos hace unos días, caminamos hacia la puerta del local, entramos y Connor pide nuestra orden.

—Un cono de chocolate y otro de fresa, por favor.

Lo miro fijamente, él nota mi mirada así que voltea a verme.

— ¿Qué pasa? ¿No acerté?—pregunta. Hace un ademán para cambiar la orden, tomo su mano y le sonrío.

— ¿Cómo sabes que me gusta el helado de chocolate?

—Me lo dijo un pajarito.

—Que yo sepa, Connor Pirce, los pájaros no hablan—ruedo mis ojos y él me extiende mi cono de helado.

—Tu hermana es una buena informante.

Esto es el colmo. Voy a hablar seriamente con Christie.

—Christie es verdaderamente una chismosa.

—No lo es. Me está ayudando contigo, así que eso la convierte en una buena persona.

Joder.

Buscamos una mesa libre y nos sentamos. Disfrutamos en silencio nuestro helado o al menos yo lo hago, Connor prácticamente se ha tragado el suyo. Me mira fijamente y toma mi mano libre.

—Daisy...

— ¿Si?—le doy la última mordida a la galleta.

—Me gustas.

Y empiezo a toser.

Si, señores. Me estoy ahogando con un pedazo de galleta.

Vale, si, dijo aquellas cosas hace un rato pero, ¿qué diga tan directamente que le gusto?

Mi garganta se cierra completamente, Connor asustando se levanta de su silla, para poder darme suaves golpes en la espalda. Hemos llamado la atención de toda la heladería. Cuando la galleta finalmente pasa por mi conducto digestivo mis mejillas rojas están en su punto máximo y no, no es porque Connor me haya dicho que le gustaba o porque hace tan solo minutos ya estaba viendo la luz al final del túnel, estaba avergonzada, todos nos miraban fijamente, en realidad, todos los ojos estaban fijos en mí.

—¿Podemos irnos?

Connor asiente y me ayuda a levantarme de la silla, prácticamente salgo corriendo del local hasta llegar al auto de Connor. Desde mis espaldas Connor desbloquea las puertas por lo que es cuestión de segundo de que este en el sillón seguridad de su auto.

Régalame un lápiz: Versión extendida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora