16: Norte y sur

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La decisión de su hijo los había dejado a ambos sin palabras. Victoria se acercó a Erik y lo miró fijamente a los ojos.
- ¿Cielo, estás seguro de lo que dices? - preguntó la joven con preocupación.
Erik asintió con una sonrisa.
- No pienso cruzarme de brazos a esperar que Eva aparezca por esa puerta - dijo, sumiso y frío.
Jack se acercó hasta ellos y posó su mano en el hombro de su hijo.
- Déjame acompañarte, Erik. No conoces Idhún y el camino hasta Awinor es largo y duro.
El chico sonrió ante la proposición de su padre, dando a entender que estaba de acuerdo con él. Al día siguiente pondrían rumbo a Awinor...

Eva, cansada después de otras tres largas horas volando, había decidido descansar un poco, mientras su padre mantenía el rumbo hacia Nanhai. Hacía un rato que habían divisado a lo lejos el Anillo de Hielo y el paisaje se había convertido en un montón de montañas repletas de nieve. Se preguntó como estaría Erik, a la vez que besaba suavemente la gema de su colgante, él cuál le transmitió la idea de su hermano de viajar al desierto.
- «Si está quieto revienta» - pensó la chica mientras suspiraba con pesadez, acción que llamó la atención de su padre.
- «¿Pasa algo?» - preguntó Christian, que había notado la angustia de su hija.
- «Erik... Ha decidido viajar hasta Awinor junto a papá. Me preocupa que pueda pasarles algo... Tengo un mal presentimiento...»
Christian no dijo nada, sólo asintió ante el comentario de su hija.
Siguieron volando todo el día, sin parar nada más que para comer, hasta que, por fin, casi cuando el último de los soles se ponía por el horizonte, alcanzaron el centro de Nanhai, para ser más exactos la cueva de Ydeon, el fabricante de espadas.
Eva no tardó en volver a ser una chica humana, pero, al hacerlo, sintió una sensación de retención y pequeñez increíbles que no llegaba a asimilar del todo. Su padre la miró con entendimiento. Él también se sentía así después de pasar largos periodos como un shek, y no como un humano.
Estaban en la entrada de una gigantesca y oscura cueva, que tenía aspecto de ser muy profunda y de la cuál se desprendía un extraño calor, que parecía venir de interior de esta. Christian cogió a su hija de la mano y ambos se adentraron con rapidez en la cueva, con intención de encontrar al dueño de esta.

Erik y Jack habían salido de Kazlunn cuando el primero de los soles asomaba por el horizonte. Al igual que le había pasado con su hermana, a Erik le costó mucho trabajo despedirse de su madre, la cuál se quedaría allí en Kazlunn junto a Shail, sus hijos y Kimara. Naoi y Uk-Sun habían decidido acompañarlos hasta Shur-Ikail, pues Naoi quería hacer una visita a su padre, Rando, el cuál era jefe de una de las aldeas. Y Uk-Sun, bueno, sólo quería despejarse un poco.
El chico seguía examinando aquel extraño regalo que le había dado Yinsei antes de marcharse. Era un cuerno de unicornio, según le había contado ella, él cuál había pertenecido a Lunnaris, su madre. Intentó no pensar más en ella, así que envolvió el cuerno en un trozo de tela blanco y lo metió en el zurrón que le había dado su madre. Otra vez ella... Erik no pudo evitar sonreír. Ella parecía estar en todas partes, cuidando de él y de Eva.
- «Eva...» - pensó el chico.
Habría dado lo que fuera por haber podido acompañarla hasta Nanhai, pero en el fondo sabía que también quería ir a visitar Awinor. Según le había contado su padre, era donde una vez habían vivido todos los dragones de Idhún...
Suspiró e intentó centrarse en el paisaje que se abría a su paso. Si no calculaba mal, al día siguiente habrían alcanzado el exterior de Shur-Ikail. Cada vez estaban más cerca de su objetivo...

Llevaban un buen rato recorriendo aquel laberinto con forma de cueva. Las paredes de piedra eran todas iguales. Todas negras, heladas y todas dirigían al misma lugar... A ninguna parte. Eva empezó a ponerse nerviosa. No dudaba de la intuición de su padre, pero sí de que se hubiesen equivocado de cueva. Fue a replicar cuando sintió un intenso calor recorrer su cuerpo. La chica se giró con brusquedad, mirando a todos lados, nerviosa, pues aquella sensación le resultaba muy familiar, y sólo la experimentaba estando cerca de dos personas. Pero no... Allí no había rastro de Erik ni de Jack. Volvió a besar su colgante, deseando que ambos estuviesen bien. Absorta en sus pensamientos, siguió caminando de la mano de su padre, que la guiaba a través de la cueva, cuando sintió como el suelo se quebraba a sus pies. Se detuvo al instante y agarró con fuerza la mano de su padre.
- Tranquila, princesa... - la tranquilizó su padre, atrayéndola hacia sí.
Parecía no ser nada grave, tan solo una leve raja provocada por su propio peso. Eva suspiró profundamente y dió un paso hacia adelante, dispuesta a seguir andando, cuando la capa de hielo que pisaban terminó cediendo, arrastrándolos a ambos. Eva, asustada, cerró los ojos y se agarró a su padre con fuerza, mientras ambos caían. Christian la envolvió entre sus brazos, intentando protegerla de una inminente caída. Finalmente ambos colisionaron contra el suelo tras unos segundos cayendo al vacío. Christian recibió un golpe en la espalda al impactar contra el suelo, pero no se quejó, limitándose a comprobar si su hija estaba bien.
Eva abrió los ojos poco a poco, intentando adaptar la vista a aquella sala tan iluminada. Las paredes estaban recubiertas de una gruesa capa de hielo, pero a pesar de ello hacía bastante calor allí dentro. La chica notó como su padre se levantaba, con ella en sus brazos y la soltaba suavemente. Christian empezó a avanzar a lo largo de la estancia, con la mirada inquieta, como si buscase algo. Eva lo siguió sin pronunciar palabra alguna. Aceleró el paso, colocándose junto a su padre. Notó como tenía los hombros cubiertos de nieve y comenzó a sacudirse. Entonces Christian se perdió tras una esquina formada por la nieve. Eva lo perdió de vista un instante, cuando vio que se hallaban en una especie de sala llena de gigantescos hornos. Siguió andando y dobló una esquina, enfilando un enorme pasillo helado. Vio a su padre un poco más adelante y corrió hasta él, cuando se detuvo, curiosa.
Frente a su padre permanecía un inmenso gigante de hombros anchos y ojos rojos que los miraba con curiosidad. Eva nunca había visto una criatura como esa, por lo que empezó a examinarla de arriba a abajo, almacenado todos aquellos nuevos datos en su mente, como si fuese un ordenador. Christian la observaba con una media sonrisa, al ver tantos rasgos de él en su hija, que aparentemente se parecía más a su madre. El gigante se levantó de la silla en la que estaba sentado, pareciendo más grande aún. Eva no retrocedió, pues había pocas cosas en el mundo que la impresionaran. Christian dirigió su mirada al gigante, que lo miraba a ambos, apacible.
- Ydeon - saludó el shek, firme y frío.
- Príncipe Kirtash... - respondió el gigante con cierto tono sarcástico. Su voz sonó muy profunda, tanto como aquella cueva.
Se acercó un poco más a ellos y observó con detalle a Eva. Agachó ligeramente la cabeza, dando a entender que la saludaba. Eva lo imitó, sin saber muy bien que hacían allí.
- Encantado de conocerla, princesa Lune - dijo con una voz tranquilizadora.
Eva seguía extrañada. Primero, ¿qué hacían allí?. Segundo, ¿quién era aquel gigante que parecía conocer a su padre?. Y tercero, ¿cómo qué príncipe? ¿Su padre? ¿En serio?
- «Me falta información por descubrir...» - pensó Eva, risueña.
- Pasad, os he estado esperando... - añadió Ydeon, guiándolos a través de la cueva.
Christian agarró de la mano a Eva, y ambos siguieron al forjador de espadas...

- Allí está la aldea - señaló Naoi con una sonrisa - Seguro que mi padre estará encantado de acogeros en ella.
- Tengo ganas de volver a verlo - rió Jack - Hace años que no nos vemos... ¿Y dices qué es jefe de una de las aldeas?
Naoi asintió.
- Perteneció un tiempo a los Nuevos Dragones, los cuales se difundieron hace aproximadamente unos doce años...- contestó el chico - Tras esto mi madre decidió quedarse en la Torre de Kazlunn para poder seguir estudiando y él tomó el cargo de jefe... Hace un tiempo que no tengo noticias de él, está ocupado cuidando de mis hermanas.
- ¿Tienes hermanas? - preguntó Erik, confuso.
- Dos... Gemelas - resopló Naoi - Son seis años menores que yo, por lo que necesitan una atención permanente si quieren que la aldea permanezca de una pieza.
Ambos dragones rieron ante el comentario del joven, mientras que Uk-Sun le asestó un duro golpe en el hombro a Naoi, cuando, sin darse cuenta, habían llegado a la entrada de la aldea, donde los esperaban dos niñas idénticas de unos siete años.
Tenían la tez morena y los ojos verdosos. Sus cabellos, prácticamente castaños, estaban recogidos en miles de pequeñas trenzas, intercalando alguna de color blanco y azul. Vestían unos pantalones holgados idénticos a los de su hermano mayor, acompañados de una top color arena.
Ambas corrieron hasta Naoi, quien las estrechó entre sus brazos con fuerza. Aún abrazadas a su hermano, ambas niñas saludaron a Uk-Sun, para después dirigir una curiosa mirada a Jack y a Erik. En ese momento, un semibárbaro de cabello oscuro se acercó hasta ellos. Rando...
- ¡Jack! - saludó, estrechándole la mano al dragón, con fuerza.
El joven lo abrazó entre risas, contento de volver a verlo.
- ¡Quién lo diría! Al final te has convertido en un tipo responsable - río Jack, evocando el día en que conocía al semibárbaro.
Entonces, Rando dirigió una cálida mirada a Erik.
- ¿Este es tu muchacho? - preguntó.
Jack asintió, mientras Erik se presentaba cortestemente.
- Soy Erik, encantado... - respondió el chico y le estrechó la mano al semibárbaro.
Rando asintió y le dirigió una mirada extrañada a Jack.
- Si mis fuentes no me fallan teníais a otra pequeña en la familia... - sonrió Rando - ¿Cómo está la hija de Kirtash?
- Ha viajado junto a su padre a Nanhai - Jack le dirigió una seria, a la vez que juguetona, mirada a Rando y añadió - Que conste que no es solo hija de la serpiente... También es mi pequeña, Rando.
- No me cabía la menor duda. - murmuró - Pasad por favor, es un placer acogeros en nuestra aldea...
Naoi, Uk-Sun, Akali, Ekira, Jack y Erik siguieron a Rando hasta el interior de la pequeña y animada aldea que permanecía entre las estepas de Shur-Ikail...

La cara de Eva era un poema. Sostenía la vaina entre sus manos, en silencio, inmóvil. Su padre permanecía junto a ella, esperando que reaccionara.
- Adelante - la animó Ydeon - Es toda tuya.
Eva cogió con suavidad la empuñadura de la espada, mientras tiraba ligeramente de la vaina, desenfundado el arma con cuidado. Estaba fría... Muy fría. Pero aquello no le importó en absoluto. Era preciosa, formidable y seguramente, bien utilizada, llegaría a ser letal. Observó con detenimiento el filo, que desprendía una cegadora luz de colores gélidos, azules muy claros, casi blanco. Acarició el filo de la que ahora era su espada con suavidad, sintiendo como el frío que desprendía le recorría todo el cuerpo. Aquella sensación le encantaba. Sentir el gélido suspiro del viento recorrer su espalda la llenaba, haciendo que se sintiese completa, libre y única.
Posó su mirada en la empuñadura, cómoda y delicadamente detallada, con filigranas grabadas en ella.
- Es preciosa... - murmuró Eva en voz baja - Gracias - añadió, posando su gélida y dulce mirada en los ojos rojos del gigante, quien asintió con levedad.
Eva enfundó su espada con delicadeza y se la prendió al cinto. Entonces Ydeon le tendió otra espada. Estaba metida en su vaina, pero, aún así, desprendía un profundo calor que Eva añoraba con todo su ser. Miles de recuerdos cruzaron su mente en un segundo mientras que una pequeña lágrima rodaba discretamente por su mejilla izquierda. Dejó que el calor que desprendía aquella espada la reconfortase, llenando un cálido vacío en su corazón de hielo y cristal...
- Esta espada - explicó Ydeon - es para el dragón. Guárdala hasta que él pueda portarla.
Eva asintió con frialdad, mientras el rostro de su hermano recorría su mente. Cuanto echaba de menos aquellos ojos castaños, su cálida sonrisa todas las mañanas dándole los buenos días y sus abrazos, tiernos y reconfortantes, aquellos que aliviaban todas sus penas, llenándola de besos.
Christian leyó la mente de su hija como un libro abierto, a la vez que depositaba un beso en la frente de la chica. Pero aquello no la reconfortó tanto como ella esperaba. Lo único que podía hacerlo era volver a estar junto a Erik. Correr hasta él y abrazarlo bien fuerte, para no soltarlo nunca más...

Holi😊🙋🐍🐉💛💚💙 Espero que os haya gustado el capítulo de hoy. Gracias por leer la historia y por votarla. 💞💕💖💓💗📖👏👏👏😘😘😘

Memorias de Idhún IV: OrígenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora