Erik se había levantado muy temprano, cuando el primer sol asomaba por el horizonte. Revolvía la tienda con agobio, buscando la foto que siempre lo acompañaba. Miró bajo el jergón en el que había dormido, buscó en la pequeño mueble que se escondía en una esquina, y rebuscó en su zurrón una y otra vez, desesperado. Agotado después de un buen rato buscando, se dejó caer sobre un par de cojines que había en el suelo, cuando Uk-Sun entró en su tienda sin avisar. Se acercó hasta él, lo miró un segundo, examinándolo y le apartó el pelo de la frente.
Dejó caer algo junto a las piernas de Erik, y sin que él lo esperara, le cogió el rostro con fuerza, acarició sus mejillas con cuidado y lo besó rápidamente, apenas rozando sus labios. Erik cerró los ojos e intentó retenerla a su lado, pero Uk-Sun salió corriendo antes de que él se diese cuenta. El chico se quedó embelesado a la vez que desconcertado, con las mejillas ardiendo y la mirada pérdida.
Se levantó rápidamente y observó lo que Uk-Sun le había traído. Era la foto que llevaba buscando toda la mañana.
- ¿Cómo diablos...? - se preguntó el muchacho, desconcertado.
En ese momento, Naoi entró bostezando en la tienda. Se acercó a uno de los cajones que había en una esquina y sacó algo de ropa para Erik.
- Toma - le sonrió el muchacho pasándole una tosca capa, unos pantalones de color arena y una camisa de lino blancuzco perfectamente doblados.
- Gracias, pero prefiero seguir llevando mi ropa habitual.
- No dirás lo mismo cuando estés en pleno desierto - le advirtió Naoi. - Por cierto - anunció, corriendo a un lado la tela de entrada a la tienda - tu padre te espera en la entrada a la aldea. Será mejor que no tardes...
- Descuida, no lo haré.
Naoi se dispuso a salir de la tienda, cuando se volvió al oír la voz de Erik.
- Gracias por todo, Naoi... Sois buena gente.
- ¿Lo dudabas? - se bufó el chico moreno.
- En ningún momento, amigo mío - río Erik.
El joven le echó un vistazo rápido a la ropa que le había dejado Naoi. Cogió la camisa de lino y la observó risueño.
- ¿No tendrás por ahí algo menos cerrado, verdad?
Naoi sonrió y volvió a entrar en la tienda, ayudando a Erik a prepararse.- Bueno... - sonrió el medio dragón cerrando su zurrón. - Creo que ya está todo.
Se echó la bolsa a la espalda después de haber recogido con esmero la tienda en la que había dormido los últimos días. Cansado, se apartó un mechón rubio de la frente y volvió a mirar la ropa que llevaba. Vestía una camiseta blanca que casi no tenía mangas, algo ajustada por cierto, unos pantalones largos marrón arena y unas botas grisáceas que le llegaban casi por las rodillas.
Se incorporó y salió de la tienda con el zurrón echado a la espalda y una cálida sonrisa en el rostro.
El segundo sol salía por el horizonte cuando Erik se despedía de las gentes del poblado con una jovial sonrisa. Llegó hasta la entrada del poblado, donde le esperaban su padre, Naoi y Rando. Se sintió algo vacío y decepcionado al no ver allí a Uk-Sun. Llevaba queriendo hablar con ella toda la mañana, pero había estado muy ocupado y lo más probable es que ella también. Echó un último vistazo atrás, esperando encontrarla en alguna parte. Pero ella no apareció y él no podía esperarla.
Se acercó hasta su padre y abrazó con fuerza a Naoi en señal de despedida.
- Tened cuidado en el desierto - les advirtió Rando.
- Awinor no tiene secretos para nosotros - sonrió Jack, alegre, como de costumbre.
- Espero volver a veros pronto - añadió Naoi con una sonrisa.
- Cuando menos te lo esperes estaremos todos de nuevo en Kazlunn. - le animó Erik.
- ¿También Eva? - preguntó el muchacho.
Erik sonrió, con un nudo en la garganta al oír el nombre de su hermana.
- También Eva - afirmó, dando por finalizada la despedida.
Jack abrazó a Rando, Erik le estrechó la mano a Naoi y ambos dragones emprendieron de nuevo su viaje al desierto, dejando atrás la aldea de Shur-Ikail.
Jack andaba delante, dirigiendo la travesía con paso firme. El joven había decantado rodear los Picos de Fuego, dejar a un lado la Torre de Drackwen y llegar a Kash-Tar por el oeste, atravesando el mar de Raden. Sin duda sería un viaje arduo y largo, pero Jack no tenía pensado emprenderlo completamente a pie. Una vez hubiesen dejado atrás la Torre de Drackwen y el bosque de Alis-Lithban tenía pensado seguir el resto de camino por el aire, transformado en dragón.
Erik caminaba en silencio tras su padre, siguiendo su paso sin dificultad alguna. No hablaron mucho en toda la jornada, pues Jack estaba demasiado concentrado en no desviarse de la ruta que había establecido como para despistarse hablando con su hijo, quien iba totalmente absorto en sus pensamientos.
Era ya bien entrada la tarde cuando ambos dragones alcanzaron el bosque de Alis-Lithban. Los tres soles comenzaban a ponerse por el horizonte cuando Jack empezó a ponerse nervioso. Se puso tenso de repente y caminaba con mucha inseguridad. Erik notó con facilidad la actitud insegura de su padre, por lo que cuando él le propuso acampar en un claro del bosque, el muchacho asintió sin pensárselo dos veces. Dejaron sus cosas sobre la hierba y Jack se dispuso a encender una pequeña fogata. Volvió la mirada un segundo al ver que su hijo no lo ayudaba.
- ¿A dónde crees que vas, jovencito? - le riñó su padre.
Erik se volvió con su característica sonrisa y una actitud despreocupada.
- A por la cena - contestó, internándose en el bosque.
Jack suspiró con levedad y siguió a lo suyo, encendiendo la fogata.
- En esta curiosidad tuya has salido a tu madre - río el dragón, añorando de nuevo a su esposa.
Volvió a suspirar, esta vez pesadamente. ¿Cuánto tiempo llevaban ya fuera? ¿Un mes? ¿Dos? Ya no lo sabía. Echaba de menos sentir a su esposa a su lado por las noches, la luz de sus ojos y su forma de abrazar tan gratificante. También echaba de menos a su hija, su mirada fría y su seriedad, pero también sus besos de "buenos días, papá", sus abrazos antes de ir a clase y su sonrisa tan poco corriente. Incluso pudo llegar a pensar en echar de menos a Christian, aquel shek con el que se había acostumbrado a convivir, a compartir cuarto y sentimientos hacia la misma persona, aquella pequeña unicornio de ojos castaños que tanto tanto añoraba.
Se sentó frente a la fogata ya encendida y no pudo evitar que una lágrima rodase por su mejilla. Echaba de menos a su familia, a su familia completa. Su bella esposa, sus dos preciosos hijos y aquel shek tan cabezota y frío...Holi😜🐉🐍💛💚💙 Aquí os dejo el siguiente capítulo de Memorias de Idhún IV: Orígenes. Espero que os haya gustado. 😘😘😘📖💖💕💓💞💗😊

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Memorias de Idhún IV: Orígenes
FanficLa historia y los personajes es propiedad de la gran Laura Gallego García, escritora de esta fascinante trilogía. Esto tan solo en un fanfic en su honor, honrando esta increíble historia que tan bien reivindica el amor. La historia es 100% mía. Vict...