26: Una cita bajo las estrellas

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El joven dragón dorado volaba entre las nubes con tranquilidad, volviéndose de vez en cuando para comprobar que su hijo le seguía desde no muy lejos. Sus ojos verdes se clavaron en aquel paso de montaña que se abría a sus pies. Ambos dragones sobrevolaban los Picos de Fuego después de media jornada surcando con destreza el amplio cielo idhunita, que cada vez les ocultaba menos secretos.
Jack se volvió, lanzándole una rápida mirada a Erik.
- ¡Erik! - gruñó el dragón, haciendo que él lo mirase - ¡Desciende! - ordenó, perdiéndose entre dos picos, atravesando un pequeño pasadizo entre las montañas.
El muchacho obedeció, siguiendo a su padre con destreza.
Un día después del pequeño incidente en el bosque de Alis Lithban, Erik había despertado, otra vez rebosante de energía. El chico había pasado un día entero para lograr alzar el vuelo, lanzándose desde una colina en los límites del bosque. Tras varios golpes y haberse estrellado alguna que otra vez, Erik había logrado sobrevolar el bosque, controlando al completo sus rojizas alas de dragón, las cuáles desprendían bellos brillos dorados, idénticos a los de su padre.
Después de aquel gran progreso, Jack había decidido volver a emprender su viaje a Awinor, cruzando los Picos de Fuego, dejando a un lado el suroeste de Celestia para después seguir el río Yul hasta llegar al desierto de Kash-Tar, el cual atravesarían en apenas dos o tres días completos volando.
Ambos cruzaron aquel paso de montaña a pie, bajo su forma humana, pues la cordillera que se abría un poco más adelante, la cual parecía acariciar las nubes, contaba con picos muy escarpados y puntiagudos, los cuales eran difíciles de esquivar, además de muy peligrosos.
Después de una media hora avanzando, lograron adentrarse en un pequeño túnel que los ayudó a atravesar lo que quedaba de los Picos de Fuego, llegando al límite con Celestia.
Jack entrecerró un poco los ojos cuando la luz de los tres soles alcanzó de nuevo sus ojos, al contrario que Erik, a quien parecía no afectarle por sus brillantes ojos oscuros. El chico observaba el paisaje con detenimiento. Una amplia llanura se extendía a sus pies, un fluido y caudaloso río se distinguía a lo lejos y, casi al llegar al horizonte, podías intuir como la hierba dejaba de crecer para dar paso a la arena del desierto.
- Bueno, campeón - sonrió Jack, echando un vistazo al paisaje. - Ya estamos en Celestia... Si seguimos a este ritmo llegaremos a Kash-Tar antes de lo esperado.
Jack se volvió al ver que su hijo no le contestaba. Encontró al muchacho algo más atrás, mirando al cielo con incertidumbre, muy centrado para simplemente estar observando las nubes.
- ¿Erik? - preguntó el joven, avanzando hasta él - ¿Erik, qué pasa? - dijo, mirando a donde Erik centraba su mirada castaña.
- Shh... - lo mandó callar el chico en apenas un suave susurro - ¿No oyes eso? - preguntó, mirando a su padre de refilón.
- ¿Oír el qué?
Jack avanzó un poco, sin apartar la vista del cielo, agudizando sus sentidos de dragón. Notó como las copas de los árboles se mecían, como los arbustos se movían de forma inquietante y oyó un extraño zumbido llegar hasta sus oídos. De pronto, la tierra comenzó a temblar con cierta brusquedad, levantando las piedras más pequeñas que reposaban sobre el suelo. Una brisa salió del interior del bosque, revolviendo los cabellos rubios de Jack. El joven volvió su mirada a su hijo, quien no sabía muy bien que pasaba, cuando un ensordecedor ruido se acercó peligrosamente a ellos.
Por puro instinto, Jack saltó sobre Erik para arrastrarlo junto él al suelo, protegiéndolo, cuando una sombra cubrió sus cabezas durante un instante y algo los sobrevoló repentinamente, para después chocar frente a ellos, colina abajo.
Erik suspiró, agitado, sin saber que era lo que había estado a punto de chocar contra ellos. Apoyó ambos brazos sobre el suelo, desprotegiendo su cabeza, para poder levantarse con mayor facilidad. Una vez de pie, miró a su padre, quien ya corría colina abajo.
- ¡Papá! - gritó Erik, pero su padre no lo escuchó.
Al muchacho no le quedó más remedio que echar a correr tras él, todavía algo sorprendido por el susto. Mientras corría colina abajo, vió que lo que casi había impactado contra ellos era una especie de nave de madera negra en forma de...¿dragón? Sí, efectivamente se trataba de eso. Un enorme dragón de madera de color azabache, una especie de nave diseñada de forma que imitase a los reyes de Awinor. Desgraciadamente, ahora no era más que un montón de astillas, listones y tablas apiñadas sobre la hierba, envueltas en una gran nube de polvo que comenzó a invadir el cielo, y de cuyo centro nacían gigantescas llamas, formando una enorme columna de humo que nubló la vista de Erik.
El muchacho comenzó a rebuscar en su zurrón, desesperadamente, algo con lo que cubrirse el rostro, cuando vió como algo brillaba en el interior de la bolsa de cuero. Agitado, agarró el deslumbrante objeto, el cual estaba recubierto por un trozo de tela blancuzco. Sonrió, destapando el cuerno de su madre, el cual le había regalado Yinsei antes de partir hacia Awinor, cuando le urgió la prisa por cubrirse el rostro, empezando a toser drásticamente.
Con la nariz y la boca tapados por el paño blanco, siguió avanzando entre aquella nube de polvo, cenizas y humo. Tanteando el terreno con una mano, llegó hasta lo que parecía ser la cabina de aquella extraña nave. Se apoyó en ella y comenzó a frotar el cristal, el cual estaba completamente empañado. Logró limpiar un recodo del cristal que recubría la cabina, cuando oyó unos fuertes golpes rebotar cerca de él.
Entonces fue cuando Erik vislumbró el rostro asustado de Uk-Sun, quien permanecía dentro de la cabina, de rodillas sobre los asientos del piloto, dando fuertes golpes contra la ventana.
- ¡Erik! - lo llamó la muchacha. Su voz sonaba opaca, muy lejana, como si entre ellos hubiese mucho más que un mísero cristal. - ¡Erik, por favor sácame de aquí!
Erik empezó a ponerse más y más nervioso. Tenía las mirada fija en la expresión de su amiga, quien mostraba un gesto agobiado, nervioso y preocupado. El muchacho comenzó a intentar romper el cristal, golpeándolo con todo lo que encontró.
- ¡Erik, por favor! - chilló Uk-Sun desde dentro, con los ojos ligeramente vidriosos, golpeando frenéticamente el cristal.
El muchacho golpeó la ventana con una estaca de madera, pero el cristal no se resquebrajó lo más mínimo.
- ¡Mierda!
- ¡Tú puedes Erik! - lo animó la chica, mostrando una nerviosa sonrisa. - ¡Maldita sea, eres un dragón, claro que puedes hacerlo!
Erik clavó su mirada castaña en la chica. No la había visto desde que había dejado atrás la tribu de Naoi, hace ya varios días, y la única despedida que ambos tuvieron fue un rápido roce entre sus labios cuando él recogía sus cosas al amanecer. Su primer beso...
Erik desvío la mirada un segundo. Uk-Sun le había dado su primer beso, apenas un roce, un mísero contacto. Pero eso no quitaba lo importante que había sido para él aquel momento. Volvió a mirarla. No podía dejarla morir así. No a ella...
El chico besó su colgante con un rápido gesto, desenvainando su daga.
- Eva... - murmuró para sí - Dame suerte, bebé... - dijo, levantando el puñal con energía. - ¡Apártate! - le gritó a Uk-Sun, quien corrió a refugiarse en el otro extremo de la cabina.
Erik cogió aire, llenando completamente sus pulmones, antes de asestarle un duro golpe al cristal, el cual acabó cediendo, cayendo al suelo en mil pedazos. Entonces, una nerviosa voz se acercó corriendo a él.
- ¡Erik! - lo llamó Naoi, que venía corriendo de entre la nube de humo y polvo.
El muchacho se volvió a mirarle, todavía algo agitado, cuando oyó un quejido escapar de los labios de su amiga. Ambos chicos se internaron en la cabina de la nave y la ayudaron a salir, cuando Erik vió que Uk-Sun tenía una peligrosa herida en el brazo izquierdo y Naoi una raja muy profunda en el muslo, la cual empezaba a infectarse. Ambos chicos se apoyaron en los hombros de Erik, quien empezó a guiarles entre la espesura, cuando el humo, el polvo y las cenizas comenzaron a disiparse.
Una potente brisa meció los rebeldes cabellos de los tres chicos y los tres soles volvieron a acariciar sus tostados rostros con su cálida luz. Un impresionante dragón dorado los sobrevoló, disipando con sus gigantescas alas los últimos restos de humo. Se posó sobre la hierba, miró a su hijo con agradecimiento y a los dos jóvenes bárbaros con cierta desaprobación. Desplegó el ala derecha sobre el suelo, permitiéndoles a los tres escalar hasta su lomo, para poder emprender el vuelo hacia un lugar más seguro.

Era ya muy tarde cuando Jack decidió parar en mitad del desierto. Los tres chicos bajaron de su lomo con cuidado, con cuidado de no hacerse ningún corte ni de rasgar ninguna herida. Uk-Sun se sentó sobre la arena, sacudió su cabello rizado y comenzó a examinar su herida. Posó su mano derecha en su brazo izquierdo, mostrando una mueca de dolor al sentir sus dedos rozar su piel perforada. Bufó, enfadada, al no poder curar su herida usando su magia.
- «Aún me queda mucho por aprender...» - pensó, cuando vió como Erik curaba la herida de Naoi.
- Increíble... - murmuró el chico - Pero si hace nada tenía una herida de este grosor - río, mostrándole tres dedos a Erik, pues era el grosor real de su herida.
- Son las ventajas de ser un unicornio - sonrió Erik, orgulloso.
- Ese era el dragón de tu padre, ¿no? - le preguntó Jack a Naoi, quien asintió rápidamente, avergonzado. - ¿Y que se suponía que pensábais hacer con Ogadrak? - añadió el muchacho, apartándose el cabello rubio de la frente.
- Salimos a dar un paseo... - respondió Uk-Sun, distante - No lo sabíamos controlar del todo, así que una corriente nos arrastró y perdimos el control de los mandos. Sigo sin saber como acabamos tan lejos de la aldea...
Erik se acercó a ella y comenzó a curarle la herida de su brazo, a lo que ella respondió con una gratificante sonrisa. Jack sonrió, algo menos enfadado con los chicos.
- Desde luego sois unos dignos bárbaros. Vuestro espíritu aventurero os puede - sonrió, sentado sobre una duna.
Los tres chicos sonrieron, algo más calmados, recuperados del susto. Más tarde, Jack encendió una fogata, mientras los chicos salían a cazar la cena. Después de cenar y un buen rato de charla, decidieron irse todos a dormir, pues había sido un día muy ajetreado para todos.

Erik se despertó un par de horas más tarde, cuando algo cálido rozó su nariz y distinguió la figura de Uk-Sun erguida sobre una duna. El muchacho se extrañó al verla despierta tan tarde, pero, de repente, había perdido el sueño por completo, así que decidió ir a charlar un rato con su amiga.
La sorprendió cuando jugaba con las últimas chispas desprendidas por la fogata que habían hecho, cuando el viento nocturno revolvió su cabello rubio y la tela color crema de su holgado pantalón. La muchacha lo miró sonriente a través de sus profundos ojos azules, y él no pudo resistir el impulso de acercarse a ella, de abrazarla con todas sus fuerzas. Erik respiró la fragancia que desprendían sus rizos rubios, enterrando su rostro en el cuello de ella. Uk-Sun rodeo su espalda con ambos brazos, estrechándolo contra sí con todas sus fuerzas.
- Uk-Sun... - balbuceó el chico. - Me ahogas...
Ella lo soltó con rapidez, dejándolo respirar otra vez.
- Perdón - río ella, recogiendo parte de su flequillo tras su oreja izquierda. - Perdóname, a veces no controlo mi fuerza - susurró, plantando un beso en la mejilla de Erik, haciendo que se sonrojara. - ¿Qué te pasa? - le preguntó al verlo rojo.
- Nada - mintió él, frotándose la sien con ahínco - Es solo que...
Uk-Sun no le dejó acabar la frase. Se acercó a él, rodeó su cuello con ambos brazos y lo besó con cariño en los labios, callando al chico, quien respondió algo tímido a su beso. Erik, inexperto y tímido, no supo muy bien como reaccionar, cuando sintió los dedos de la chica perderse en su cabello rubio y decidió que no solo ella era la que besaba en aquella extraña relación. El chico se animó, profundizando el beso, sorprendiendo a Uk-Sun.
Se separaron en busca de aire, sin dejar de abrazarse, contemplando la lluvia de estrellas que tenía lugar sobre sus cabezas. Se tumbaron sobre la arena a contemplar el cielo estrellado, abrazados, sintiendo como un inesperado sentimiento crecía dentro de ellos, cuando ambos dijeron al unísono, casi en un susurro:
- Te quiero...
Uk-Sun se recostó en el pecho de Erik, quien jugó con sus bucles rubios, sin dejar de mirar a las estrellas...

Holi😜😊🐉🐍🙋 Espero que os haya gustado el capítulo de hoy. 📖💗 Por favor, votad la historia y comentadla. Gracias.😘😘😘💞💕
P.D. : ¿Erik x Uk-Sun o Eva x Seiya? 😅😜

Memorias de Idhún IV: OrígenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora