10: Viejas y nuevas compañías

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Notó como el dolor que poco antes había punzado su cabeza comenzaba a desaparecer poco a poco conforme iba despertando. Eva abrió lentamente los ojos, sintiendo como si la piel se le abrasara lentamente. Casi al instante se percató de que ya estaban en Idhún y empezó a tantear el suelo con la mano, cuando sintió la espalda de Erik, que seguía inconsciente a su lado. Suspiró, aliviada de encontrarlo junto a ella. Eva intentó levantarse poco a poco, cuando sintió que alguien la levantaba en brazos. Giró la cabeza lentamente, aún con los ojos entreabiertos, cuando sintió la presencia de su padre, que la sostenía entre sus brazos. Christian le dirigió una media sonrisa y la besó en la frente con ternura.
- Ya hemos llegado, princesa...- le dijo dulcemente mientras la bajaba al suelo - ¿Qué tal el viaje?
- Algo movidito - respondió la niña con una media sonrisa idéntica a la de su padre - Supongo que será normal la primera vez...
Christian solo asintió y miró con aprobación a su hija. Entonces la chica se fijó en el paisaje. Estaban en un lugar elevado, una colina tal vez, que estaba rodeada por un inmenso bosque de árboles similares a los pinos. Era ya por la tarde y en el cielo brillaban tres enormes soles que dejaron fascinada a Eva, la cuál se arrodilló junto a su hermano, quien empezaba a abrir los ojos con lentitud, como ella segundos antes. Empezó a jugar con sus mechones rubios bajo la atenta mirada de sus padres, que permanecían en el filo de la colina, observándolos con atención.
Eva acercó la cara a pocos centímetros de la de su hermano y lo miró con una expresión juguetona mientras él comenzaba a entreabrir los párpados. La mirada azul de Eva se clavó en los ojos castaños de Erik, quien le dirigió una cálida sonrisa muy común en él.
- Buenos días, bello durmiente... - le sonrió Eva.
- Um... - murmuró, adormilado - ¿Ya hemos llegado? - preguntó Erik mientras su hermana le ayudaba a levantarse.
- Así es, chico... - dijo una suave y familiar voz tras ellos - Bienvenidos de nuevo a Idhún...
La voz provenía de un hombre que apareció del interior del bosque que se levantaba solemne a sus espaldas. Tendría aproximadamente unos cuarenta años y Eva pudo ver que tenía una pierna artificial bastante sofisticada, con aspecto de ser cómoda y rígida. Su cabello oscuro le llegaba hasta las orejas en rebeldes mechones y sus ojos marrones estaban llenos de vida y júbilo. A Victoria se le llenaron los ojos de lágrimas al verlo y no tardó en correr a refugiarse en los brazos de aquel extraño.
- ¡Shail! - exclamó, corriendo hacia él - ¡Oh, Shail... Eres tú...! - sollozó la chica hundiendo la cabeza en su hombro - ¡No sabes cuanto te he echado de menos...!
- Y yo a ti, Vic - sonrió el mago mientras la abrazaba más fuerte.
Jack no tardó en correr a su encuentro, uniéndose al abrazo, más feliz y jovial de lo habitual. Incluso Christian no dudó en ir a saludar a Shail, estrechándole la mano con fuerza e intercambiando un par de cálidas sonrisas. Eva y Erik notaron lo contentos que estaban de volver a verlo y ambos se alegraron mucho por sus padres. Después del afectuoso reencuentro con Victoria, Shail se acercó a saludar a los chicos. Le tendió la mano a Erik mientras éste le dirigía una sonrisa idéntica a la de su padre. El chico le estrechó la mano, alegre. Aquel hombre le resultaba familiar y pensó que tal vez lo había visto antes.
- Me alegro de volver a verte, Kareth - dijo Shail.
Erik se extrañó por dentro, pero no mostró ningún signo que lo delatase. No estaba acostumbrado a que lo llamaran así.
- Ya veo a quién has salido... Eres el vivo reflejo de tu padre - sonrió el mago mirando de reojo a Jack, mientras Eva permanecía impasible detrás de su hermano, clavando su desconfiada y tímida mirada en el mago.
Shail la vió y le dirigió una cálida sonrisa. - Hola, Lune...
La chica también se sorprendió. Solo una persona en todo el mundo la llamaba así, y ese era su padre. Bueno, uno de ellos. Pero claro, ahora estaban en otro planeta. Probablemente Eva no era un nombre muy común en Idhún, pensó.
- Cuanto has cambiado - añadió el mago con una sonrisa - pero, sigues teniendo ese brillo especial en la mirada, idéntico al de tu madre... Y los ojos de tu padre - Eva sonrió ante el comentario mientras mostraba agradecimiento con la mirada.
- Gracias... - dijo suavemente la chica, la cuál se sorprendió al oírse hablar en idhunaico.
Una vez finalizaron los reencuentros, Shail guió al grupo hasta una cabaña en mitad del bosque, con aspecto de ser bastante grande por dentro y muy acogedora, como todas las casas celestes. Erik y Eva notaron que la casa era muy parecida a Limbhad, con un pequeño patio exterior, techos abovedados, un pequeño establo y una extraña aura que transmitía confianza y seguridad.
Del interior de la casa salieron un chico y una chica de la edad de Eva, totalmente idénticos. Ambos tenían el cabello negro y ligeramente ondulado, la chica recogido en una coleta alta, mientras el chico lo dejaba fluir libre. Tenían la piel muy pálida con delicados reflejos celestes y los ojos de un marrón muy oscuro. Eva pudo percibir también algún que otro reflejo violáceo en sus ojos, pero muy leve. Los dos dejaban ver una enorme sonrisa en su rostro y miraban a la Triada con respeto y admiración. Detrás de los gemelos se escondía un niño más pequeño que ellos, muy parecido a sus hermanos. La chica y el menor de los hermanos vestían túnicas celestes que resaltaban su figura. Ella la llevaba de color magenta, atada a la cintura con un cinturón muy fino de color amarillo, mientras el pequeño la llevaba de color azul con adornos blancos. El otro chico llevaba un pantalón de seda de color verde y una camisa muy ancha de color blanco, la cuál acompañaba de un chaleco del mismo color que los pantalones.
Victoria se acercó a ellos, los miró con cariño y acarició suavemente la mejilla del pequeño. Se volvió hacia Shail y lo miró con dulzura a la vez que le dirigía una tierna sonrisa.
- Ellos son Ylai, Yinsei y Yenai... Mis hijos - sonrió el mago mientras los chicos saludaban con entusiasmo.
El mago y sus tres hijos acompañaron a sus añorados hasta el interior de la casa, de donde provenía un agradable olor muy apetecible y suculento. Erik sintió como le rugían las tripas, mientras cruzaban el porche y Shail abría la puerta de la casa.
- Pasad, por favor. - los animó el muchacho - Sentíos como en casa... - añadió con una sonrisa, mientras Victoria parecía buscar a alguien con su mirada expectante entre los muebles del recibidor.
La casa era muy apacible. Estaba bien iluminada y ubicada, situada en lo alto de una colina en un enorme claro de un exuberante bosque. La decoración de la casa era muy rústica, pero asombrosamente cómoda y decorada, sin ser demasiado recargada. Las paredes eran bastante gruesas, impidiendo así que entrara ni el frío ni el ruido.
La joven unicornio llegó hasta el salón, caminando con sutileza y cierto nerviosismo, seguida de sus dos hijos y sus esposos, mientras Shail cerraba la puerta y los chicos subían a sus habitaciones.
- ¿Victoria? - murmuró entonces una voz muy dulce que provenía del patio trasero de la casa.
La muchacha agudizó la vista y distinguió sin mucha dificultad la frágil silueta de su amiga, que cruzaba el umbral de la puerta.
- ¡Zaisei! - sonrió al reconocerla, corriendo a abrazar a la sacerdotisa celeste.
Jack también se acercó a saludar a la muchacha, mientras que Christian se limitó a dirigirle una mirada lo menos fría posible. Zaisei no pudo evitar sentir un escalofrío al ver de nuevo al shek, pero se limitó a sonreírle lo más cálidamente posible. Entonces, la joven celeste centró su mirada en los dos hermanos, quienes permanecían inmóviles al lado de Christian.
- ¡Por Yohavir! ¡Cuánto habéis crecido! - sonrió - Hace nada erais unos niños... - la joven pareció divagar un segundo, perdiéndose en la mirada de ambos chicos, cuando despertó de pronto - Pasad. Ya casi está la cena... Estaréis hambrientos.
- Sí, por favor - rogó Erik, muerto de hambre a lo que Eva le respondió con leve golpe en el brazo. - ¡Ah! ¿A qué ha venido eso?
- Ni que necesitara un motivo... - murmuró Eva por lo bajo con una sonrisa algo fría.
Todos rieron ante la reacción de ambos hermanos, cuando Yinsei y Yenai bajaron corriendo por las escaleras.
- Ya está, papá - murmuró la chica con una sonrisa - Ya hemos acomodado las habitaciones.
- Gracias, cielo - le respondió el mago a su hija con la misma sonrisa. Se volvió hacia Erik y Eva y añadió - Imagino que estaréis cansados... Yinsei y Yenai os acompañarán a vuestras habitaciones. La cena estará lista en breve...
Ambos chicos asintieron. Cogieron sus cosas y siguieron a Yinsei y Yenai hasta el piso de arriba, mientras sus padres seguían a sus anfitriones hasta el comedor de la casa.

Holi compañeros idhunitas😊🐍🐉 Aquí os dejo el décimo capítulo. Espero que os guste... ¡Por cierto, ya ha salido El Secreto de Xein, la segunda parte de Guardianes de la Ciudadela! Yo he empezado a leer y apunta maneras... 😘😘😘💕💞💗💓💛💚💙

Memorias de Idhún IV: OrígenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora