Hacía ya cinco horas que Eva y Erik habían entrado al instituto y ambos estaban deseando que su última clase terminara, la cuál acababa de empezar hace apenas diez minutos.
Eva estaba sentada junto a una ventana, vigilando a su hermano mayor, que estaba en plena clase de educación física, mientras ella estaba en clase de biología, aquella asignatura que siempre la había fascinado y a la cuál no solía prestar mucha atención. En realidad no solía atender mucho en clase, pues tenía una mente muy rápida y ágil. Además, no sabía como, pero sacaba las mejores notas de toda su clase sin necesidad de estudiar. Prefería pasarse el día leyendo, dibujando o escuchando cualquiera de sus quinientas canciones en su Ipod. Incluso alguna que otra vez bailaba con su hermano en el salón de su casa mientras sus padres no estaban, pero ninguno de los dos pensaba contárselo. Aquello sería un poco vergonzoso...
Apartó la mirada de su hermano un momento para fijarse en como el cielo, que había permanecido soleado toda la mañana, se había llenado de negras nubes que amenazaban tormenta. Volvió a mirar a su hermano, el cuál acababa de marcarse un impresionante mate, digno de un jugador de la NBA, haciendo que todas las chicas de su clase se volviesen locas.
Eva no lograba comprender aquella estúpida actitud. Siempre, al salir de clase, miles de chicas rodeaban a su hermano, pidiéndole por favor que algún día saliese con alguna de ellas. Eva no podía negar que Erik era muy guapo. Ella misma se lo decía muy a menudo, ganándose de paso una avalancha de abrazos y besos. Pudo ver como su hermano se había percatado de su observadora mirada, el cual le guiñó un ojo y le lanzó un beso, a lo que Eva le respondió con una sonrisa.
Entonces, arrancó discretamente una hoja de su cuaderno y empezó a dibujar, cuidando cada trazo. De vez en cuando levantaba la mirada para asegurarse de que la profesora no la vigilaba. Volvió a agachar la cabeza y siguió deslizando el carboncillo por el papel. Pasó un buen rato así, no sabría decir cuanto, cuando miró su reloj de pulsera. Las tres menos dieciseis.
- Un minuto... - murmuró en voz muy baja, cuando un golpe sobre su mesa la sobresaltó.
- ¡Señorita Tara d'Ascolli...! - la llamó su profesora, quien permanecía junto a su mesa con la cabeza clavada en su boceto. Eva resopló discretamente. Odiaba que la llamasen señorita y que usasen sus apellidos de aquella forma la hacía sentirse muy rara. - ¿Qué se supone que es esto? - preguntó, confiscando el papel.
- Un trabajo para plástica... - mintió ágilmente - Se me ha traspapelado.
Entonces, el timbre de salida resonó en todo el aula. La profesora le devolvió su dibujo con repugnancia y añadió:
- Espero que no vuelva a ocurrir, señorita... ¿Queda claro?
Eva le lanzó una mirada fría y penetrante que hizo estremecer a su profesora.
- Como el agua... - masculló, desafiante, y comenzó a recoger sus cosas.
La chica esperó a que saliera todo el mundo para ir a buscar a su hermano. No le gustaba estar rodeada de gente. Prefería esperar cinco o diez minutos y que todo el mundo se fuese. Miró su reloj otra vez, y, tras pasados unos siete minutos, decidió abandonar la clase.
Estaba dejando atrás la puerta de entrada a su aula cuando sintió como la empujaban y caía al suelo. Cayó de rodillas, desperdigando sus libros por todo el pasillo, y notó como alguien la agarraba de la camiseta y la alzaba, quedando cara a cara con el causante de su caída.
- Hola, Eva - sonrió un chico de su edad, más alto que ella, de ojos marrones y pelo castaño.
Le arrancó su cuaderno de las manos y cogió el dibujo que había hecho durante la clase
- Muy buen trabajo... Gracias por conseguirme un sobresaliente en plástica. - río.
La chica miró hacia ambos lados y se agobió al comprobar que estaba rodeada por varios chicos más.
Eva siempre había sido motivo de burla entre sus compañeros, desde muy pequeña, pues no le gustaba estar con gente que no fuese cercana a ella, además de que era mucho más inteligente que el resto. Pero aquella era la primera vez que alguien se atrevía a tocarla y eso la sacó un poco de sus casillas.
- Es mío... - susurró, amenazante.
- Claro que sí - sonrió el chico, antes de darle un puñetazo en la mandíbula.
Eva cayó al suelo, dolorida y se pasó una mano por la comisura del labio. Sangre... Un río de sangre que nacía en sus anaranjados labios y que ahora manchaba sus manos. Oyó las estúpidas risas de los demás chicos, escuchando como se burlaban de ella y pisoteaban sus libros sin escrúpulos.
El muchacho volvió a agarrarla por la camiseta, mientras ella se revolvía entre gritos. Clavó su mirada gélida en los ojos oscuros del chico mientras éste reía sin parar.
- Pobre Evita... Dime, ¿dónde está tu hermanito? ¿No viene a protegerte?
Ahora sí que había agotado su paciencia. Eva, cegada por la ira, le dió una patada en la entrepierna al chico, para después empujarlo con fuerza contra la pared, agarrándolo del cuello y mirándolo fijamente a los ojos.
El muchacho empezó a gritar cuando sintió que algo entraba en su mente causándole un terrible dolor, pero, a la vez no podía dejar de mirar aquellos fríos y despiadados ojos azules que se clavaban en él como puñales de acero. Los demás chicos intentaron separarlos, pero la chica les dirigió una rápida mirada que los hizo estremecer y correr despavoridos.
Eva volvió a clavar su mirada en su víctima. Lo agarraba cada vez más fuerte, para que no lograse escapar. Por mucho que patalease, por mucho que gritase, no lo soltaría, pues pensaba hacerle pagar.
- ¿Crees acaso que estoy indefensa? - murmuró, con un cierto tono inhumano. - ¡MÍRAME! - gritó, causándole más dolor aún.
En ese momento, Erik apareció por el pasillo y corrió hasta ellos para separarlos, acabando con el dolor del chico, que no tardó en huir pasillo arriba.
Eva, desconcertada, intentó explicarse, pero su hermano la agarró del brazo y la sacó rápidamente de allí.Erik no le pidió una explicación, pues esperaba que ella fuese capaz de contarle lo que había pasado antes de que él llegara.
Eva permanecía callada, con la mochila echada a la espalda, mirando al suelo con la mirada perdida. Entonces miró con arrepentimiento a su hermano, que caminaba junto a ella en silencio. Suspiró con pesadez y decidió disculparse.
- Lo siento... - murmuró la chica, arrepentida.
Erik la miró de reojo, sorprendido. Sabía de sobra que a su hermana siempre le había costado pedir disculpas.
- Tenía que haberme contenido e intentado avisar a alguien, pero es que... - la chica se detuvo bruscamente y su hermano se volvió para mirarla. Agachó la cabeza y comenzó a apretar los puños con rabia. - No soporto que se metan conmigo constantemente... Yo no tengo la culpa de ser así... - sollozó la chica, al borde del llanto, mientras Erik se acercaba hasta ella para abrazarla con fuerza.
No soportaba la idea de que insultasen a su hermana, y mucho menos de que aquella tortura fuese constante. La rabia lo invadió y abrazó más fuerte a Eva, con cuidado de no hacerle daño, hundiendo los dedos entre su pelo castaño.
- Shh... Tranquila, bebé. Te prometo que no voy a dejar que nadie más te ponga la mano encima. Seré tu sombra si hace falta. Nadie más te hará daño mientras yo viva... Te lo prometo... - le susurro a su hermana mientras ésta lloraba en sus brazos.
Se separó un poco de él para secarse las lágrimas, cuando vió algo que la dejó de piedra. Su hermano la miró extrañado y se volvió a ver que había tras él. El chico se sorprendió al ver como un arbusto que había junto a ellos era devorado por las llamas.
Eva notó que la temperatura corporal de su hermano había aumentado notablemente y no pudo evitar asustarse.
De pronto, empezó a llover con ferocidad, empapándolos a ambos. Erik cogió a su hermana de la mano y ambos empezaron a correr calle arriba, asustados. Se detuvieron al llegar a la entrada de su casa. Su madre, que estaba en la puerta esperándolos, los miró, perpleja.
- Os habéis retrasado mucho... Estáis empapados - advirtió Victoria, preocupada, mientras los obligaba a entrar al porche para que no se mojasen más - ¿Qué os ha pasado?¿Estáis bien? - preguntó mientras abrazaba a sus hijos, notando como Erik ardía - Cielo, estás ardiendo... - exclamó la joven, impresionada, a la vez que asustada. Entonces miró a su hija, que estaba excesivamente fría y tenía los ojos rojos por las lágrimas - Eva, cariño...
La niña se separó bruscamente de su madre y corrió hasta llegar a su habitación, dando un estruendoso portazo al entrar.
Christian y Jack, que llevaban un buen rato esperándolos en el comedor, vieron como su hija cruzaba fugaz el salón y se encerraba en su cuarto, por lo que salieron fuera a buscar a Victoria y a Erik para preguntarles qué le había pasado a la chica. Al salir al porche, encontraron a Victoria abrazada a Erik, que estaba inconsciente entre sus brazos.
Jack corrió a su lado, mientras Victoria le dirigía una dolorosa mirada a Christian.
- Tenías razón... - sollozó la joven unicornio - Sólo era cuestión de tiempo...
Christian se acercó a ellos, abrazó a su esposa intentando calmarla y después ayudó a Jack a llevar a su hijo hasta su habitación. Lo dejaron en su cama con la esperanza de que despertara pronto, cuando descubrieron que Eva también se había desmayado y que corría la misma suerte que su hermano. Cogieron a la chica, que estaba inconsciente en el suelo de su habitación, y la acostaron en una cama junto a Erik.
Los tres sabían que su vida iba a cambiar en cuestión de horas. Solo tenían que esperar a que sus hijos despertaran. Y cuando lo hiciesen tendrían que contarles la verdad. Toda la verdad...Holiwis🐍🐉😘 Aquí os dejo el quinto capítulo. Espero que os éste gustando la historia. Votadla por favor y comentadla.💗
ESTÁS LEYENDO
Memorias de Idhún IV: Orígenes
Fiksi PenggemarLa historia y los personajes es propiedad de la gran Laura Gallego García, escritora de esta fascinante trilogía. Esto tan solo en un fanfic en su honor, honrando esta increíble historia que tan bien reivindica el amor. La historia es 100% mía. Vict...