23: Kareth

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Erik se escondió tras un par de arbustos, acechando a su presa desde ellos. El pequeño roedor de grandes orejas y pomposa cola correteaba de un lado para otro, inquieto, poniendo nervioso al muchacho. Erik esperó a que el animal se relajase para abalanzarse sobre él y cazarlo, consiguiendo otra pieza más para cenar. Sacó de su zurrón una pequeña daga que Naoi le había enseñado a fabricar, y, cuando el animal le dió la espalda a los arbustos donde él se escondía, se abalanzó sobre él con la daga por delante. El bokari fue más rápido que Erik y logró escapar a tiempo, dejando al chico frustrado sobre la hierba.
El muchacho río. Había mejorado bastante a la hora de cazar, gracias a la ayuda de Uk-Sun y de Naoi. La primera vez que salió con ellos de caza, apenas podía observar a su presa antes de que esta escapara. Ahora sabía como esconderse entre la maleza, como aprovechar el terreno a su antojo y calcular el momento exacto para atacar. Pero, por alguna extraña razón que él no entendía, aquella noche estaba más distraído, inquieto, notando un extraño peso en su cuello y un ardiente calor recorrerle las venas.
Suspiró, animado por haber conseguido cazar varios animales para poder cenar esa noche. Metió todas sus presas en su zurrón y decidió ir al claro donde estaba su padre, esperándolo para echarle la bronca por haber tardado tanto. Empezó a apartar los arbustos con ambas manos, con su daga prendida en su cinto, balanceándose de un lado a otro mientras caminaba, mientras las ramas más bajas rozaban sus musculosos brazos, algo más morenos de los normal por la influencia en su piel de los tres soles idhunitas. Sus ojos castaños permanecían fijos en el frente, notando como el calor de la fogata se sentía cada vez más cerca, cuando algo dentro de su ser lo hizo detenerse en seco, alerta.
Desvío la mirada a un lado, nervioso, y luego al otro, sintiendo como algo extraño se removía en su interior, un incomprensible odio hacia algo que no podía ver, o eso lo que pensaba hasta que dió un paso hacia la maleza, fijando su mirada en la oscura arboleda, vislumbrado un montón de escamas negras tras las hojas que cubrían el bosque de Alis Lithban. Tragó saliva, deseando con todo su ser aniquilar al ser que allí se escondía, sin ni siquiera saber que era, o quien era. No tenía claros su sentimientos, los pensamientos que nublaban su mente, el impulso animal que lo incentivaba a avanzar hasta aquel desconocido ser con la daga desenvainada para clavarla en ese montón de escamas.
Dió otro paso hacia delante, con sus intenciones no muy claras, cuando al apoyar el pie en el suelo, pisó una rama que había caído de algún árbol cercano, quebrándola, despertando a aquel ser, quien abrió sus ojos grisáceos para mirarlo con el mismo odio tan profundo e incontrolable con que él mismo lo había mirado antes, aún si saber que era exactamente.
Erik dió un paso atrás, asustado, cuando la criatura se irguió sobre su cuerpo anillado, desplegando sus gigantescas alas membranosas, enseñando su alargada lengua bífida en un amenazante siseo, que fue la única señal que Erik necesitó para abalanzarse sobre el shek de escamas negras, clavando con furia su daga en sus anillos oscuros, haciendo que la criatura abriera enormemente sus fauces, lanzando un alarido de dolor. Los ojos del muchacho, llenos de luz y calidez, se iluminaron durante un segundo por el dragón que corría por sus venas, alzando su daga de nuevo para clavarla en el cuerpo del shek, cuando éste lo estrujó entre sus anillos, impidiéndole respirar con facilidad, haciendo que poco a poco se fuese quedando sin aire.
Erik comenzó a moverse, apretando los dientes con fuerza, alterado, intentando liberarse con todas sus fuerzas, sintiendo como el oxígeno que segundos antes llenaba sus pulmones iba abandonando su cuerpo en poco tiempo, obligándolo a cerrar los ojos, afrontando con dignidad una muerte cercana, y, ahora que lo pensaba, merecida. Suspiró con las pocas fuerzas que le quedaban, dirigiendo sus últimos pensamientos a su madre, a sus padres y a su hermana, notando la angustia y la incertidumbre de ésta a través de su colgante, que lucía por fuera de su camisa, brillando sobre su pecho.
Entonces, un ensordecedor rugido inundó aquel rincón de Alis Lithban, cuando los ojos entreabiertos de Erik vieron un montón de escamas doradas abalanzarse sobre el cuello del shek, reteniendo a la serpiente entre sus colmillos. El shek dejó de hacer presión en sus anillos, liberando a Erik, quien cayó al suelo como una pluma.
Cayó bocaabajo, con la frente perlada por el sudor y los pulmones impacientes por volver a llenarse de nuevo. Se apoyó sobre la hierba con ambos brazos, cogiendo grandes bocanadas de aire, respirando con cierta dificultad, intentando frenar su desbocado corazón, que latía descontrolado.
Dió media vuelta, buscando con la mirada a ambas criaturas, las dos igual de fascinantes y aterradoras. Se dejó caer sobre la hierba, exhausto, observando como ambas criaturas luchaban a muerte frente a las tres lunas, quien recortaban sus imponentes siluetas con su luz.
Inconscientemente, soltó un aliviado suspiro, cerró los ojos, agotado, y llevó su colgante a sus labios enrojecidos, plantando un suave beso sobre la piedra rojiza que adornaba el centro de la sortija.

Jack había oído el grito de la serpiente a distancia, mientras esperaba a su hijo en un claro en mitad del bosque, absorto en una profunda melancolía, cuando se dejó llevar por el instinto que llevaba reteniendo casi diecisiete años.
- «No» - pensó para sí - «Esa serpiente no es Christian... Ni Eva»
Casi sin querer, cerró los ojos y se transformó en un imponente dragón dorado de ardientes ojos verdosos que recorrió gran parte del bosque en un santiamén, llegando rápidamente hasta donde estaba Erik.
Sin pensárselo dos veces, agarró el cuello del shek con las garras delanteras y clavó sus dientes en él, intentando quebrarlo para darle una muerte rápida a la serpiente, cuando ésta se revolvió, soltando a Erik, y emprendió el vuelo. Yandrak lanzó una mirada fugaz al cuerpo moribundo de su hijo mayor, antes de alzar el vuelo con energía para perseguir a su atacante por tierra, mar y aire.
Aquel shek no se dió por vencido, abalanzándose sobre Yandrak para intentar retenerlo entre sus anillos, cuando éste se defendió, dándole un repentino zarpazo en el ala izquierda, haciendo que un sonoro siseo de dolor saliera de nuevo de sus fauces. Yandrak aprovechó el momento para morder de nuevo el cuerpo de la serpiente, haciendo que ambos perdieran el equilibrio y cayeran en picado. El shek enrolló el cuerpo de Yandrak con sus anillos, librándose antes de la opresión de sus fauces, cuando ambos impactaron con fuerza contra el suelo.
Yandrak intentó liberarse de la opresión que ejercían los anillos de aquel shek, cuando este abrió la mandíbula con amplitud, dándole un fin rápido a aquel juego de instinto. El dragón dorado comenzó a moverse con urgencia, intentando abrir sus alas y volar lejos del agarre del shek, cuando la única opción que le quedó fue rugir con todas sus fuerzas.

Entonces, el muchacho abrió con ojos repentinamente, tirado sobre la hierba en mitad del bosque. Oyó el rugido de su padre retumbar en sus oídos, cuando las venas le ardieron con ferocidad y su corazón volvía a palpitar con una velocidad vertiginosa. Sus mejillas enrojecieron, sus sentidos humanos desaparecieron durante unos segundos, sintiendo como le iba a estallar la cabeza. Apretó ambos puños con fuerza, arrancando trozos de hierba del húmedo suelo, cuando su boca se abrió ampliamente, dejando escapar un grito de liberación, mientras su piel se iba reemplazando poco a poco por escamas de tonalidades anaranjadas y rojizas, que llenaron su cuerpo en cuestión de segundos. Sus pies y manos fueron reemplazados por cuatro zarpas afiladas y potentes, llenas de garras. Su rostro se alargó, reemplazando sus dientes por varias filas de colmillos blanquecinos, un par de prominentes alas crecieron en su espalda y sus ojos castaños brillaron de pura ferocidad.
Kareth se sumergió en la arboleda llevado por su instinto, arrasando a su paso con todo lo que encontraba, rebanando los árboles con sus alas, pulverizando los obstáculos con su fuego abrasador, llegando fugaz hasta el lugar donde estaba su padre. Con los ojos ardiendo por la rabia, se lanzó sobre el shek de ojos grises, liberando a su padre, carbonizó con su fuego el ala izquierda de la serpiente y le rajó parte del rostro, hiriendo de gravedad a su oponente. Kareth clavó sus garras delanteras en la hierba, lanzándole un rugido de advertencia al shek, quien, después de soltar un leve siseo, se escabulló entre los arbustos, malherido.
Erik volvió a transformarse en humano, exhausto, aún sin saber muy bien que había pasado. Se volvió levemente para mirar a Yandrak, que se erguía imponente a su lado, mirándolo con orgullo a través de sus profundos ojos verdes. Entonces el muchacho suspiró, cayendo inconsciente al suelo, cuando Jack lo envolvió entre sus brazos, depositando un tierno beso en la frente de su hijo. Acarició sus mejillas, las cuales todavía ardían, antes de cogerlo en brazos y avanzar con Erik en brazos hasta su pequeño campamento en mitad del bosque.

Una ráfaga de viento revolvió los mechones de pelo que escapaban rebeldes a la coleta de la muchacha, haciendo que un extraño calor recorriese su cuerpo. Una discreta lágrima rodó por su mejilla derecha, la cual limpió con rapidez, a la vez que se detenía un segundo en mitad de la nieve. Sonrió, sintiendo como su colgante brillaba con energía, llenándola por dentro. Con el rostro oculto tras la capucha de su abrigo de pelo y piel, miró hacia el segundo sol, que salía por el horizonte, iluminando las laderas nevadas y los escarpados riscos. Se mordió el labio inferior, sonriente y cogió su colgante para besarlo con dulzura.
Miró de nuevo hacia el frente, observando como su padre avanzaba entre la espesa nieve, siguiendo a Ydeon con una agilidad felina. La chica se ajustó el zurrón donde dormía su pequeño compañero de viaje, antes de avanzar de nuevo entre la nieve, pisando las huellas que dejaba el gigante.
- Por fin... - murmuró - Ya queda poco para vernos de nuevo... Kareth - añadió Eva, anhelando a su hermano mayor en la distancia, sintiendo como el frío de Nanhai helaba su rostro.

Holi idhunitas😊🐍🐉📖 Espero que os haya gustado el capítulo número 23. Gracias por leer.😜🙋🙌👏📖💙💚💛

Memorias de Idhún IV: OrígenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora