22: Estrellas fugaces

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Los primeros rayos de sol empezaron a colarse entre las cortinas que cubrían las enormes ventanas que rodeaban la habitación, llenando el cuarto con su luz. Victoria se revolvió levemente entre las sábanas, dándole la espalda a Jack, quien había dormido abrazado a ella toda la noche. Christian, quien nunca llegaba a dormirse del todo, rodeó la cintura de su esposa con un brazo y la atrajo hacia sí. Victoria balbuceó algo entre sueños, provocando una risa por parte del shek, quien depositó un largo beso en el cuello de la muchacha. Ella no pudo evitar despertarse ante su caricia, mostrando una dulce sonrisa. Rodeó el cuello del joven con ambos brazos y lo besó con cariño en los labios. Christian respondió de buen agrado a su muestra de cariño y continuó besándola y acariciándola.
- Buenos días, criatura... - murmuró el joven entre besos.
- Buenos días, Christian - respondió ella con una sonrisa.
Entonces un leve murmullo por parte de Jack les interrumpió. Victoria le lanzó una juguetona sonrisa a su esposo y se separó un poco de él para despertar a Jack. Se acercó hasta él y lo abrazó por detrás, depositando un suave beso en su espalda. El muchacho sonrió, despierto, y se volvió para abrazar a su esposa. Victoria lo estrechó contra sí con fuerza mientras su esposo la llenaba de besos.
- Buenos días, pequeña - río el joven, acariciando la mejilla de Victoria.
- Buenos días, Jack - respondió la muchacha, abrazada a él.
Jack le dirigió una rápida mirada a Christian y sonrió.
- Buenos días a ti también, serpiente - farfulló el chico.
- Lo mismo te digo, dragón - respondió Christian con una media sonrisa, apoyado contra el respaldo de la cama.
- Por favor, no empecéis otra vez - rogó Victoria mientras buscaba su camisón entre las sábanas.
Ambos jóvenes mostraron una sonrisa, cuando oyeron unos pequeños pasos fuera de la habitación.
- ¿Estarán despiertos ya? - preguntó una cálida voz desde el otro lado de la puerta.
- No lo sé - respondió otra voz, algo más infantil que la anterior - Por favor, déjame seguir durmiendo...
- Venga, no seas así.
Victoria se volvió hacia sus esposos con una sonrisa mientras los tres se volvían a recostar entre las sábanas. En ese momento, la puerta comenzó a entornarse poco a poco, y unos pequeños pasos irrumpieron en la habitación. Erik, que no veía apenas en la oscuridad, tanteó el terreno y avanzó hasta el extremo de la cama donde dormía Christian. El pequeño, que tendría unos cinco años, miró a su padre con cara risueña. El joven shek le hizo un gesto a su hijo indicándole que se mantuviese callado, a lo que el niño asintió con rapidez.
Eva, que si veía bien en la oscuridad, anduvo tranquila hasta el otro extremo de la cama, acercándose a su padre con cautela. Quedó frente a frente con él, mirando fijamente al joven dragón, que fingía dormir profundamente. La niña, que tendría unos tres años recién cumplidos, acarició el rostro de su padre, jugando con sus rebeldes mechones rubios.
- Erik - susurró, llamando a su hermano mayor, intentando erguirse de puntillas para poder ver por encima del hombro de Jack.
- ¿Qué? - susurró Erik desde el otro lado, también erguido, asomando la cabeza por encima del hombro de Christian.
- Creo que están dormidos.
- No me digas, genio. - río el niño, ganándose una desafiante y fría mirada de su hermana pequeña.
El niño se agarró entonces al colchón sobre el que dormían sus padres, intentando subir.
- ¡Erik! - gritó la niña - ¿Qué haces? ¡Ah! - exclamó, cuando Jack la cogió en volandas y la metió en la cama.
- ¡Te tengo, princesa!
- ¡Qué diablillos sois! - río su madre, viendo como Jack elevaba a Eva.
- ¡Ha sido idea de Erik! - exclamó Eva mientras su padre le hacía cosquillas.
- ¿¡Idea mía!? - río el niño, abrazando a Christian. - ¿¡Perdona!?
- Estáis hechos unos gamberros - sonrió Christian, revolviéndole en pelo a su hijo.

Victoria cerró los ojos, apoyada en el alféizar de la ventana.
- Daría lo que fuera por volver a despertar así... - musitó, anonadada.
Bajó la mirada para pasar la página del álbum de fotos, que reposaba en sus rodillas. Había sido una de las muchas cosas que había echado en la maleta antes de irse de casa, pues había insistido en llevar consigo todo aquello que pudiese ser considerado un recuerdo físico.
Rozó la funda de plástico transparente que recubría las fotos, añorando a su familia.
Echaba de menos las caricias tiernas de Jack, los besos lentos de Christian, la sonrisa cálida de Erik y la mirada fría de Eva. Echaba de menos los besos de buenos días, los abrazos de buenas noches, los "No te preocupes, mamá. Volveremos después de clase" y los mensajes que llenaban su móvil de "Te quiero, pequeña" "Te echo de menos, criatura" o algo tan simple como dormir abrazada a sus dos esposos, sintiéndolos junto a ella.
Suspiró, mirando por la ventana de su habitación. El bajo de su túnica blanca caía por el alféizar de la ventana, mientras que su cabello, rizado en amplias ondas castañas, caía en cascada por su espalda, al contrario que su flequillo, que se mantenía inmóvil gracias a un par de finas horquillas, apartándoselo de la frente. Tenía los hombros descubiertos, pues su túnica se ajustaba al pecho, mientras que la cintura y el bajo eran bastantes amplios. La había decorado con pequeños trazados cosidos por ella, dándole un aspecto aristocrático y majestuoso.
Sus ojos lucían algo apagados, en los cuales se reflejaba el último atardecer. Cuando el último sol se puso por el horizonte, la joven se levantó, dejando su álbum de fotos en su mesita de noche. Salió de su habitación y bajó poco a poco las escaleras, llegando a planta baja de la Torre de Kazlunn.
Una vez abajo, se desvío por un pequeño pasillo lateral algo apagado, el cual conducía a las caballerizas. Llegó a los establos, donde la esperaba el pájaro haai de Shail. Se acercó cautelosamente al animal y le acarició la cabeza, deslizando sus dedos entre las coloridas plumas del ave. Buscó un poco de comida y alimentó al pájaro haai con un par de bayas silvestres, para después ensillarlo sin hacer ruido y subirse a su manto. Retiró a un lado el bajo de su túnica, acarició el cuello del animal y se aseguró de estar bien agarrada a él, antes de salir de los establos para emprender el vuelo.
Salió al exterior, subida en el animal, rezando para que nadie la viese, cuando una voz cantarina la sobresaltó:
- ¡Hola, tía Vic! - sonrió Yinsei, quien se había encariñado mucho con la joven.
Victoria se volvió para mirarla, sonriente. Aquella niña era un cielo, clara hija de Shail. Ambas habían establecido una estrecha relación estas últimas semanas y la muchacha había empezado a llamarla "tía Vic", en parte por petición de la propia unicornio, quien veía a los hijos de su amigo como sus sobrinos.
Miró a Yinsei con suavidad, agradecida por la calidez de su mirada, cuando la muchacha preguntó:
- ¿Adónde vas? Es ya tarde, será mejor que vayamos a cenar.
- No contéis conmigo hoy, cielo. Voy a dar una vuelta.
- ¿Ha pasado algo? - volvió a preguntar la chica, acercándose para acariciar el pájaro haai de su padre.
Victoria negó con la cabeza, risueña.
- Yinsei - la llamó - ¿Alguna vez has visto una estrella fugaz?
La muchacha semiceleste negó con la cabeza, embelesada con el animal de exótico plumaje.
- Mi madre dice que son preciosas - murmuró. Levantó la cabeza, mirando a Victoria - ¿Vas a buscar estrellas fugaces, tía Vic?
- Algo parecido... - susurró la joven unicornio. - No tardaré, lo prometo.
Yinsei asintió. Le dió un rápido beso a Victoria en la mejilla y se dirigió hacia el interior de la torre, en busca de calor.
- ¡Yinsei! - la llamó entonces Victoria desde las alturas.
La niña se volvió, mirándola con una sonrisa dibujaba en el rostro.
- Vigila el cielo esta noche - sonrió - Hay lluvia de estrellas...
- ¡Lo haré, te lo prometo! - exclamó la muchacha, haciendo que su voz venciese al susurro del viento, mientras veía como Victoria se alejaba bajo la luz de las lunas, surcando las agitadas mareas a lomos de un pájaro haai, jugando con las aguas, danzando con ellas...en busca de estrellas fugaces.

Holiwis🐍🐉🙋🙌 Espero que os haya gustado el capítulo. Gracias por leer la historia.💙💚💛📖💖💕💞💗😜

Memorias de Idhún IV: OrígenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora