4: 12 años después

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El despertador comenzó a pitar con fuerza, marcando la hora frenéticamente, despertándolos a todos. Eran ni más ni menos que las siete de la mañana. Lunes, día diecinueve de junio y empezaba un nuevo día como otro cualquiera en la mansión d' Ascolli.
Eva apagó de un manotazo el dichoso despertador que no paraba de pitar y se levantó de la cama sin ganas de ir a clase, como de costumbre.
- «Solo una semana más...una semana más » - pensó la chica de catorce años, que a pesar de sacar unas notas brillantes detestaba como la que más ir a clase.
En realidad le molestaba todo aquello que implicara levantarse antes de las nueve de la mañana...
Se levantó con desgana de la cama, mientras se frotaba los ojos y no paraba de bostezar. Se plantó delante del espejo de su baño, empezó a echarse agua fría en la cara, intentando espabilarse, y se cepilló cuidadosamente los dientes. Después, un poco más espabilada, se metió en la ducha para lavarse el pelo rápidamente. Tras un par de minutos cantando bajo el agua, salió de la ducha, se envolvió en una toalla, se calzó unas sandalias y cogió su secador para secarse el pelo. Una vez tuvo el pelo seco pasó a recogérselo. Hoy tenía clase de educación física, por lo que se recogió su moreno y ondulado cabello en una coleta alta, dejando un rebelde mechón de pelo suelto. Cuando terminó de asearse fue hasta su armario y cogió el conjunto que había preparado el día anterior, pues era muy previsora. Una vez se hubo vestido, se sentó en el borde de su cama y empezó a atarse los cordones de las zapatillas, cuando escuchó jaleo abajo.
- «Ya están todos despiertos...» - pensó.
Se miró una vez más en el espejo antes de salir de su cuarto. Llevaba una camiseta ancha y azul de manga corta, unos pantalones negros también cortos que hacían que su pálida piel destacara más de lo normal y unas zapatillas de deporte de color blanco. Sus ojos azules contrastaban con el color de su pelo, y se sintió orgullosa una vez más de la luz que irradiaban sus ojos fríos como el hielo.
Cogió su mochila, que estaba encima de su escritorio, junto a la ventana, y metió dentro un libro, que tendría aproximadamente unas setecientas páginas, su Ipod, unos cascos, varios libros escolares y su estuche, cargado de bolígrafos y lápices. Se cargó la mochila a la espalda mientras abría la puerta para bajar a desayunar.
Fue salir por la puerta y encontrarse con su hermano mayor, quien mostraba una sonrisa de oreja a oreja a pesar de ser lunes a primera hora. Erik la saludó dándole un beso en la mejilla, al cuál ella le respondió con un cálido abrazo.
- Buenos días, bebé - la saludó cariñosamente su hermano - ¿Qué, con ganas de ir a clase? - preguntó, juguetón.
- Ya te puedo asegurar que no - sonrió la chica mientras bajaban las escaleras hacia el comedor y saludaba a sus padres - Buenos días... - murmuró Eva mientras se frotaba los ojos por el sueño y se acercaba hasta su madre a darle un beso en la mejilla.
- Buenos días, cielo ¿Has dormido bien, cariño? - preguntó Victoria al notar que la chica estaba cansada.
- Yo creo que nunca ha llegado a dormirse del todo - río el chico, abrazado a su madre, mientras su hermana le daba un beso a sus padres.
- Anda desayunad, que llegáis tarde - se burló Jack, sabiendo que aquello ponía nerviosa a Eva, la cuál miró con apuro su reloj de pulsera, el cuál marcaba las siete y veinte de la mañana. - Princesa, era una broma - río el muchacho, acostumbrado al carácter inquieto de su hija.
Los chicos se sentaron en la mesa del comedor a desayunar con sus padres, deseando que la última semana de clase acabase ya de una vez. Terminaron de desayunar, enjuagaron sus platos con rapidez y se despidieron de sus padres para ir a coger el autobús que los llevaba al instituto.
- ¡Vamos Eva! - le gritó Erik, que estaba ya en la puerta, a su hermana que todavía se despedía de su madre. El chico rió maliciosamente - Llegamos tarde...
Eva cruzó fugaz el comedor, el recibidor y en apenas cinco segundos llegó junto a su hermano. Erik la miró perplejo mientras ella clavaba en él su mirada de acero.
- Venga vamos - dijo el chico, abriendo la puerta bajo la enfadada mirada de Eva, cosa que asustó bastante a Erik. Nunca había sido buena idea enfadar a su hermana, y mucho menos por la mañana.
Mientras salían de casa, sus padres seguían mirándolos desde una de las ventanas del comedor. Victoria, que organizaba su bolso para irse a trabajar, notó que Christian estaba más serio de lo normal.
- ¿Te pasa algo, cariño? - preguntó la chica dirigiéndose al shek.
- Son los niños. - hizo una pausa y suspiró - Noto algo raro en ellos, como si estuviesen cambiando por dentro... Puede que sus poderes estén despertando.
Victoria lo miró angustiada y perpleja a la vez, pues sabía lo que conllevaba aquello. Jack se acercó a ella y la abrazó por detrás, reconfortándola.
- Tranquila, pequeña. No va a pasarles nada. En algún momento tendríamos que contarles la verdad - la tranquilizó el dragón mientras la abrazaba.
Victoria seguía angustiada. Para ella seguían siendo sus niños, sus bebés... y tenía una mala intuición sobre aquello, como si algo no fuese a salir bien y por un momento se planteó no confesarles nunca la verdad sobre Idhún, sobre su origen. Desde hacía bastante tiempo, ninguno de los tres había dormido tranquilo, pensando en que un día sus hijos se despertarían de forma extraña, bajo el aspecto de un dragón, de un shek...o de un unicornio.
Christian adivinó sus temores. Se alejó de la ventana y se acercó a ella para abrazarla. La chica suspiró. Aquella sensación le encantaba, estar junto a Jack y Christian, sin problemas, sin peleas. Ella sabía que aquello les costaba, pero a cambio iban un par de veces a la semana al bosque de la mansión para luchar con sus espadas, a escondidas, mientras ella entretenía a sus hijos para que no notasen su ausencia. Aún no se creía que estuviese teniendo una vida normal, con sus hijos, con Jack, con Christian... Como cualquier otra familia normal. Pero, ¿cuánto más duraría la tranquilidad que habían disfrutado hasta el momento? ¿Cuánto más...?
Volvió a la realidad cuando oyó la alarma de su móvil, que vibraba sobre la mesa de la cocina.
- Tenemos que ir a trabajar - murmuró Victoria mientras se separaba de Christian y Jack, los cuales asintieron enfurruñados. Ninguno quiso que aquel momento terminara.
Los tres se despidieron y se dirigieron cada uno a trabajar, como cualquier otro día normal...o no, quien sabe... Después de todo nunca habían sido del todo normales, aunque lo hubiesen soñado cientos de veces.

El capítulo cuarto ya está aquí👏👏👏 No si me dará tiempo a subir otro más hoy. Bueno, espero que os esté gustando😘😘😘 Votad la historia please

Memorias de Idhún IV: OrígenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora