31: ¿A qué estás jugando...?

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Eva lanzó un último grito de dolor antes de que se convulsionará con fuerza, volviendo a caer de rodillas sobre la tabla de madera, intentando apretar los dientes para no darles la satisfacción de oírla gritar. Pero no podía. Simplemente no podía. Su cuerpo no la obedecía en absoluto, tendida sobre el suelo sin apenas fuerzas, con heridas por todo el cuerpo y los labios amorotonados de intentar ahogar sus gritos.
Assher dio un paso atrás, bajando los brazos con lentitud, dejando de absorber energía del cuerpo de Eva, quien le dirigió una débil y amenazadora mirada.
- ¿Crees que debemos seguir? - le preguntó el szish a Shizuko, quien daba vueltas alrededor de la chica, observándola fijamente.
Se arrodilló junto a Eva, examinando su dolorido cuerpo, observando su piel, completamente pálida, y rozando sus heridas con la yema de los dedos, sabiendo que la muchacha no tenía fuerzas.
- No... Su cuerpo aún contiene mucha esencia. Si sigues arrancándosela de esa manera, morirá en breve. Es mejor esperar hasta mañana.
Eva sintió como algo dentro de ella se regeneraba ligeramente al oír que viviría para volver a contemplar una vez más el amanecer idhunita.
Assher asintió brevemente, y, con un ligero movimiento de su mano, hizo que Eva volviese a aparecer encadenada en la celda que había en una esquina de la sala. La chica observó, con los ojos entreabiertos, como el szish y la joven japonesa abandonaban la sala, dejándola de nuevo a solas.
Cuando vio que volvía a estar sola, se dejó caer sobre el suelo de piedra, enterró lentamente la cabeza entre sus brazos y empezó a llorar desconsoladamente, agotando las pocas fuerzas que le quedaban a su atormentado cuerpo, que ahora parecía hecho de cristal.
En ese momento, oyó como alguien se acercaba a ella lentamente. Levantó la cabeza, encontrándose con la mirada rota de Seiya, que abrió en silencio la puerta de la celda y se acercó a ella. Eva volvió la cabeza y se limpió el rostro con la manga de su chaqueta, ahorrándole el gusto de verla llorar.
El muchacho se arrodilló junto a ella, trayendo consigo una bandeja llena de comida. Agua, un trozo de pan y un buen tazón de sopa caliente.
- Te traigo la comida - murmuró el chico, suavemente.
- No tengo hambre - cortó Eva, distante, sin mirarlo por nada del mundo.
- Tienes que comer algo...
- ¿¡Qué maldita parte de "no tengo hambre" no has entendido!? - rugió, irritada por su cambio de actitud. - «¿A qué demonios está jugando?» - se preguntó. - «¿Por qué primero intenta matarme y ahora se preocupa por mí...? Puede que...» - La chica sacudió la cabeza con brevedad, apartando aquella idea de su mente. - «¡No!» - se dijo - «No voy a caer de nuevo en tu trampa... »
Seiya suspiró, dejando la bandeja a un lado. Se acercó más a ella y se sentó sobre el suelo de piedra, apoyando la espalda contra la pared.
- Morirás de hambre si no comes nada estando tan débil. - le reprochó, haciendo que ella apretase los puños con más fuerza aún.
- ¿Y no es eso lo que estáis intentando? - murmuró, volviendo ligeramente la cabeza a un lado, sin llegar a mirarle.
- Yo nunca querría eso y lo sabes...
Eva cerró los ojos con fuerza, reprimiendo las lágrimas, sintiendo como le hervía la sangre. Seiya posó una mano sobre su débil hombro, fracturado de tanto convulsionarse, y Eva sacó fuerzas de donde no las tenía para revolverse y agarrarlo con fuerza del brazo.
- ¿¡A qué juegas, Seiya!?
- Yo no estoy jugando a nada, Lune... - musitó, calmado, intentando que se tranquilizase.
- ¿¡Ah, no!? - gritó, con los ojos empañados de lágrimas. - Entonces, ¿por qué intentaste matarme? Y, si no significo nada para tí, ¿por qué te preocupas por mí ahora? - Eva empezó a llorar de nuevo, intentando esconder su rostro tras su flequillo castaño. - Pensé que te importaba... Pensaba que éramos amigos...
- Lune, por favor, mírame... - susurró, acariciando su mejilla izquierda, limpiándole las lágrimas con suavidad. - Yo nunca quise hacerte daño. Nunca te haré daño... Ese no era yo. - musitó, dulcemente. - El Séptimo me controla. Hace con mi mente lo que quiere, y yo no puedo oponerme a su voluntad.
- ¿Por qué no?
- Porque siempre seré un shek, y, al igual que les sucede a los sangrecaliente, debo obedecer las órdenes de mi dios, ¿entiendes?
Eva asintió, volviendo a clavar su gélida mirada en el suelo.
- ¿Qué es lo que quiere de mí? - preguntó la chica, anonadada, examinando sus heridas con la mirada. - ¿Por qué extraen mi energía...mi ser?
- Lune, eres una criatura maravillosa. Posees la inteligencia, el sigilo y la fuerza de un shek, y, a la vez, posees el don de entregar la magia, de canalizar energía... El poder y la belleza de un unicornio. - relató, con esmero. - Tu alma es extremadamente poderosa, pero ese poder está limitado dentro de un cuerpo humano. Assher y mi madre llevan años planeando la reconquista de Idhún, y el poder que solo tú puedes entregarles hará que todas las criaturas existentes tiemblen a sus pies...
- A cambio de mi vida... - concluyó ella, comprendiendo por fin para que la querían. - Soy un arma...
Seiya contempló a través de sus ojos grisáceos la expresión alicaída de Eva, que permanecía abrazada a sí misma, agazapada contra la pared, suspirando con pesadez. Levantó la cabeza, contemplando como el último de los soles se ponía por el horizonte.
- Está anocheciendo - murmuró, haciendo que Eva levantase la cabeza para mirarlo. - Descansa... - el chico se levantó y avanzó hasta la puerta de la celda, cerrándola tras de sí. - No voy a dejar que mueras. Tenlo muy claro, Lune... - añadió, dejando allí a la muchacha, sentada sobre el frío suelo, devorando el contenido de la bandeja que le había traído.

Memorias de Idhún IV: OrígenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora