Capitulo 8

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Jane

El transcurso hacia mi casa fue lo más horrible que me pueda haber sucedido en todo el día. Y todo por mi sed de saber. Busque en google que era "Alzheimer" y me llevé una gran sorpresa. Después de la noticia de la enfermedad de Keyden, pensé que una ventaja era que el no podía morir, "solo" olvidar todo. Pero como dije, me lleve una gran sorpresa al leer esto:

+ Mal de Alzheimer de aparición temprana:
Los síntomas aparecen primero antes de los 60 años. Este tipo es mucho menos común que el de aparición tardía. Tiende a empeorar rápidamente. La enfermedad de aparición temprana puede ser hereditaria. Se han identificado varios genes.
No hay cura para la enfermedad. Los pacientes de Alzheimer pueden tener disfagia o dificultad para tragar. La neumonía aparece como la causa de muerte en dos tercios de
todas las muertes de pacientes con demencia, de acuerdo con la Sociedad de Alzheimer.
En la última etapa de la enfermedad de Alzheimer, las personas se encuentran extremadamente confundidas y desorientadas. El comportamiento de una persona con Alzheimer en la etapa avanzada puede volverse más agitado e inquieto, mientras que otras personas experimentan abstinencia y apatía.
A veces, las personas con demencia en esta etapa lloran y emiten vociferaciones o gemidos, llamando insistentemente al cuidador. Finalmente, pierden la capacidad de comunicarse y es posible que no respondan.

Después de leer eso, simplemente me quedé en silencio. No lloré, no hice nada, simplemente observé el paisaje y sonreí. El dolor me estaba volviendo loca. Solo quería que nadie sintiera lastima. Por mí. Por el.

¿Por qué el? ¿Por qué dios, entre todas las personas lo elegiste a él?

Me imaginé a Keyden en ese estado y serré los ojos. Después eché la cabeza hacia atrás y solté una carcajada. Reí y reí, hasta que mi risa se convirtió en llanto. Me cubrí el rostro con mis manos y esperé hasta tranquilizarme.

Miré hacia el parabrisas del taxi, y al alzar la vista al espejito que colgaba del techo, me topé con la mirada atenta del taxista. Yo le lancé láseres con los ojos y el desvió la vista avergonzado.

Llegué a casa con el rostro mojado y los ojos rojos, por lo que al entrar mis papás me preguntaron que me había sucedido. Yo solo dije que no tenía ganas de hablar y me encerré en mi cuarto.

El doctor había dicho que Keyden regresaría mañana a su casa. Me había dicho también que lo mejor sería que el tuviera compañía, así que decidí quedarme en su casa hasta que... bueno, un tiempo.

Agarré una maleta y comencé a meter ropa zapatos y todo lo necesario. Deje barias cosas  aquí por si volvía, aunque era poco probable.

Miré por la ventana hacia el patio, los faroles estaban encendidos, debían ser ya las ocho de la noche.

Me acordé que aún no había cenado, pero no tenía hambre.

Me recosté en la cama sin destenderla y me quedé mirando el techo. Me quedé en esa posición un buen rato, luego me levanté y fui por unas pastillas para dormir y un baso de agua. Me las metí en la boca y cuando se deshicieron tomé agua para quitarme el sabor. Luego me metí a la cama y serré los ojos.


El sonido de un carro me despertó de inmediato. Me levanté de un brinco y miré hacia la ventana. Era un taxi. Inmediatamente abrí la ventana y y le hice señas para que parara.
- ¿Puedes llevarme a la privada que está a unas cuadras?-grité lo más fuerte que pude.-
!sólo espera unos minutos, ahora bajo!
El taxista asintió y yo salí disparada hacia mi vestidor.
Me puse la ropa más cómoda que encontré, agarré mi maleta y bajé a toda prisa. Esta vez no escribí nota.
Abrí la puerta del jardín y fui corriendo hacia el coche. Cuando entré el taxista me pregunto mi nombre y me dijo cuánto era de aquí a la casa de Keyden. Por suerte no había olvidado ni mi bolsa ni mi cartera, así que le pague lo correspondido y nos fuimos.
El transcurso duró poco menos de diez minutos, no sabía que la casa de Keyden estuviera tan cerca, si lo hubiera sabido, habría venido con el todos los días.
Bajé del coche y miré su casa. Era bastante grande, incluso más que la mía, tenía dos pisos y era blanca, al igual que todas las de su privada.
Me senté en una banca que había junto a la puerta, iba a tocar, pero me acordé que vivía con un rummy que solo estaba los lunes y sábados.
Me había preguntado varias veces por qué no vivía con su familia, pero no se lo había preguntado nunca a él.
Prendí mi teléfono y comencé a checar mis correos, lo cual no hacía casi nunca.
Cada ves que pasaba un carro frente a mi, alzaba la vista esperando ver a Keyden, pero nunca era el.
Estaba empezando a desesperarme, hasta que por fin, el llegó. Me sorprendió que no estuviera manejando el, en cambio, venía manejando un tipo altote, con cara de malo y barbudo.
Cuando Keyden abrió la puerta para salir, el señor bajó la ventanilla y Keyden le dio dinero. Supuse que era su chofer, o un Uber.
Después Keyden volteó hacia mi. Mi corazón se aceleró, y por un momento temí no ser lo suficientemente valiente como para acercarme. Pero finalmente, me levanté de la banca y me dirigí hacia el. El hizo lo mismo, y cuando estuvimos cerca, sin decir una sola palabra nos abrazamos.
Sentí que los ojos se me enrojecieron y los serré rápidamente. "No jane, no ahora, por favor... !ay no!" Pero el control mental no sirvió de nada. Comencé a llorar en silencio abrazada a Keyden. "Ahora soy el huevo zen" pensé.
Nos separamos y lo miré a los ojos. El igual lloraba. Lo miré con ternura y lo tranquilicé.
El se separó un poco y habló.
-no, jane. No entiendes, no lloro por mí. - sorbió un poco la nariz. Yo lo miré algo extrañada.- es solo que... No quiero olvidarte.

Recuerdos que no se van || ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora