JaneYa habían pasado seis días desde que habían internado a Keyden en el hospital. Y hoy era el gran día. Por fin podía regresar conmigo a su casa.
Resultó que el rummy de Keyden había encontrado otra casa para quedarse, y ahora estábamos solo Keyden y yo.
Lo cual era un gran alivio... no soy muy social que digamos.Entré a la casa (Keyden me había dado una réplica de las llaves) y dejé mi bolsa colgada en el perchero.
Suspiré, disfrutando del silencio. Subí las escaleras con una sonrisa en la boca.
Iba directo hacia mi cuarto, pero me frené en seco al pasar junto a él cuarto de Keyden. Mire con curiosidad y vi un baúl medio abierto a un lado del escritorio.
Cerré los ojos. "No te atrevas Jane, no te atrevas..." di un paso hacia el cuarto. "JANE SUMMER" mi conciencia me reñía una y otra vez. ¿Debía escucharla?
!Al diablo!
Avancé a paso decidido hacia el baúl y pase una mano por encima, quitándole el polvo.
Lo abrí con curiosidad y observé que estaba repleto de sobres. Agarré el primero que me encontré y lo abrí lentamente. Adentro había una foto donde aparecía un pequeño niño sonriente, con el cabello café azabache y los ojos azul marino. Una señora muy guapa lo tomaba de la mano. Ella era alta y rubia, pero con los ojos azules igual que los del niño. Tardé en darme cuenta que era Keyden y su madre.
La siguiente, aparecían las mismas personas, solo que en un jardín enorme... al que me había llevado Keyden.
Luego, aparecía la señora, con un hombre de cabello azabache y ojos verdes. Todo el era idéntico a Keyden, a excepción de sus ojos.— Sabes, a la mayoría de las personas no les gusta que husmeen en sus cosas.— pegué un brinco y ví a Keyden recostado en el marco de la puerta.
— L-lo s... sien...— pero no podía formular ninguna palabra.
— Dije a la mayoría, a mí no me molesta.— sonrió. Se acercó y ví la fotografía que sostenía en mis manos.— oh, mi papá y mi mamá. Se veían felices ¿no?
Asentí incapaz de hablar.
— Te quiero mostrar a alguien...— se arrodilló junto a mí y se puso a rebuscar entre los sobres, asta que encontró uno adornado con corazones de papel rojos. Lo abrió, y sacó una foto. Rió y después me la pasó. En la foto aparecía una señora ya mayor, y Keyden (de unos 17 años) la estaba maquillando. Reí. — Es mi tía.
Lo miré perpleja, esperando que estuviera llorando. Pero en cambio, sonreía.
Le besé la frente, y me acurruqué en su hombro, aspirando su aroma.
El me rodeó con sus brazos, estrechándome con fuerza.
—Gracias. — dijo.
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Recuerdos que no se van || ©
RomanceJamás había pensado lo importantes que son los recuerdos. Las memorias. En si, sin ellas no hay vida. Jamás le había dado importancia, por que... son solo recuerdos. Y siempre están ahí... ¿cierto? Jane es una chica ordinaria con una vida normal, ha...