Capitulo 24

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Keyden

Los pensamientos se arremolinaban en mi mente como un furioso huracán. Quería gritar, reír, llorar. Pero ni siquiera las palabras salían de mi boca. No podía moverme.

El miedo me embargó mientras gemía en un intento desesperado por moverme.

Alguien me tomó de la mano, pero no intenté quitarla por que sabía perfectamente quién era. Tragué con fuerza intentando controlarme. Entonces, poco a poco fui recuperando el oído.

Lo primero que oí fueron los incesables y acelerados pitidos de una máquina. Luego, la voz de Jane. Hablaba a otra persona a la que no alcanzaba a escuchar. Lo que si sabía es que Jane la estaba bombardeando con múltiples preguntas, algunas sin respuestas.

Sonreí para mis adentros y me sorprendí al notar que mis labios se movían también. Lentamente, fui recuperando el control sobre mi cuerpo.

Moví las manos probando que tan grande era el control sobre mi cuerpo. Me sorprendí al ver que pronto todo mi cuerpo se agitaba mientras intentaba abrir mis ojos.

Noté como Jane me agarraba del brazo y en seguida me calmé. Tensé todo mi cuerpo y gemí hasta conseguir abrirlos un poco.

La luz entró a borbotones en mis ojos pero resistí el impulso de cerrarlos sabiendo que si lo hacía, no podría volver a abrirlos. Poco a poco, fui recuperando la vista. Lo primero que vi, fue una enorme lámpara tipo de dentista colgando encima de mi. Luego, unos extraños aparatos de los que colgaban bolsas de suero.

Moví la mano y gemí al notar un fuerte piquete en la muñeca. Miré mi mano y me di cuenta que había más de cinco tubos penetrando en mi piel a lo largo de mi brazo, así como múltiples aparatitos circulares que zumbaban en mi pecho desnudo.

Voltee la cabeza hacia un lado, topándome con el rostro de empapado de lágrimas de Jane. Me apretó la mano con precaución para no apachurrar ningún tubo.

Intenté hablar, pero me di cuenta de que la razón por la que no podía era por que tenía un grueso tubo que entraba en mi boca. Dejé escapar un largo suspiro y dejé que una única lágrima se derramara por mi mejilla.

—Hola, Keyden — entonces la realidad me golpeó con brutalidad. Todo llegó a mi con tan solo escuchar su voz. Cerré los ojos mientras los recuerdos se colaban por esa enorme grieta a tal cantidad que la hicieron más grande.

Me retorcí en la cama gimiendo de dolor, mientras rezaba por que parase. Recordé todo. La fiesta, el cumpleaños de Jane que arruiné, la guerra de pastel, Jane arruinando mi traje, el teléfono zumbando... la horrible noticia del mensaje, el suelo acercándose rápidamente. Luego todo era oscuridad, nada tenía sentido y solo había una frase en mi mente. Ella había muerto. Ya no Estaba.

Me aferre del colchón luchando desesperadamente por respirar. Las arcadas eran más fuertes cada ves y me di cuenta de que me ahogaba con el tubo que penetraba mi garganta. Tosí con fuerza mientras unos extraños movimientos repentinos se hacían con el control de mi cuerpo obligándome a arquear la espalda con rudeza y caer pesadamente en la cama.

La desesperación se adueñó de mi cuerpo y abrí los ojos de golpe, pero lo único que logré ver fue negro y y múltiples puntos rojos danzando. Jadee mientas me retorcía y mi espalda se arqueaba una y otra vez, dejándome sin aliento.
Cada convulsión era más fuerte que la otra y me obligaba a aferrar las sábanas ya arrugadas mientras mi espalda se movía sin control y caía.  El oxígeno me faltaba cada ves más y sentía que mis pulmones iban a explotar.

Justo cuando pensé que ya no podía más, y todo empezaba a ponerse negro, sentí como el tubo en mi garganta se zafaba con un brusco y doloroso tirón. Este trazó un largo camino por mi garganta. Por donde pasaba, sentía como si me abriera un canal sangriento y grité de dolor.

Pronto me encontré tosiendo pesadamente mientras me retorcía y las convulsiones cesaban poco a poco. Algo lleno mi garganta y boca y tosí para no asfixiarme de nuevo. Abrí los ojos y vi un líquido rojo granate regado por la cama y me di cuenta de que había salido de mi boca.

Me quedé contemplando la sangre mientras respiraba pesadamente, incapaz de moverme. Mi pecho subía y bajaba tan rápido que pensé que sería imposible.

Cerré los ojos lentamente, demasiado agotado, dejando que la negrura me tragase.

Recuerdos que no se van || ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora