JaneMiré a Keyden de reojo. No le había hablado desde nuestra última plática en el hospital.
Me sentía una extraña en la casa de un desconocido.El había regresado junto conmigo a su casa después de un rato de varios análisis, en los que me dijeron bastantes cosas.
El doctor me había explicado qué tenía que hacer cuando le dieran dolores de cabeza, me habían dado medicamentos y su número para que lo llamara en caso de emergencia.
También me había dicho que, si le volvía a dar algún ataque como este, lo más probable era que después de eso ya ni siquiera me reconocería.Según había dicho, esos ataques causaban que Keyden olvidara las cosas más rápido.
-deberías dormir.- dije rompiendo el silencio. El me miró un rato.
Por fin, asintió y se levantó. Serré los ojos y sumergí el rostro entre mis manos.
No sabía que hacer. Ya no aguantaba más estar con Keyden. Me dolía cada vez más ver que había cambiado. Saber que ya no era el mismo de antes.
Al cabo de un rato, yo me levanté yo igual, y me dirigí a "mi cuarto".
Al llegar, me tumbé en la cama. Dios. Ya no aguantaba más. Cada segundo que pasaba era más el dolor. Sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas.
Si me unieran dicho que si estaba con Keyden lloraría cada cinco minutos, lo hubiera pensado dos veces.
Lloré asta terminarme mis lagrimas. Se sentía bien, era como liberarte. Me froté los ojos y me senté.
-!Ay!- brinqué al ver a Keyden parado es el marco de la puerta mirándome. Sonrió un poco ante mi reacción. Tenía los ojos rojos, tal ves el igual había llorado.
-Jane... -su voz sonó ronca. Se frotó los ojos y miró al suelo. Yo estiré la cabeza con curiosidad. -perdón.
Levantó la cabeza. Yo no sabía a que se refería. Pero en sus ojos, pude ver que todo rastro de frialdad había desaparecido. Una chispa de esperanza atravesó mi mente.
-He sido un estúpido.- abrí mucho los ojos ante su anormal disculpa. ¿Keyden había dicho una "mala" palabra? Me reí y el me miró extrañado, pero continuó..- Me di cuenta... de que no necesito medicinas para estar de buen humor. Tú eres como mi medicina, Jane. Estar contigo es lo único que quiero. Es lo que me hace feliz. Y sería un estúpido si dejara pasar esta ocasión. Una maldita enfermedad no me va impedir estar contigo. Una maldita enfermedad no me va a cambiar.
Sonaba decidido, pero la voz le temblaba un poco. Las lágrimas acudieron nuevamente
(Después de todo no se acabaron).Sonreí. El se acercó y me abrazó. Lloramos juntos un buen rato, y después nos pusimos a platicar sobre restaurantes ricos cerca, "lo se, nada que ver con lo de antes" pero después de todo, el estómago también tiene derecho a hablar.
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Recuerdos que no se van || ©
RomanceJamás había pensado lo importantes que son los recuerdos. Las memorias. En si, sin ellas no hay vida. Jamás le había dado importancia, por que... son solo recuerdos. Y siempre están ahí... ¿cierto? Jane es una chica ordinaria con una vida normal, ha...