12: Mírame

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  Era algo que Izuku no habría hecho jamás, ni siquiera bajo tortura, pero estaba desesperado.

   Durante la clase de Anatomía de dos horas prevista para ese día, la profesora tuvo un contratiempo: el modelo se había puesto enfermo y había avisado al instituto unos minutos antes, por los que resultaba imposible sustituirlo.

   - Menudo problema- se lamentó- Si no hacemos está práctica, no podremos cumplir el programa.

   Pareció reflexionar un segundo y luego se aclaró la garganta.

   - Chicos ¿no querríais prestaros alguno a hacer de modelo? En traje de baño por descontado.

   Alguien soltó una risita. Subirse al estrado para posar medio desnudo y exponerse a todo el mundo era lo más bochornoso que se podía imaginar.

   - El que se ofrezca no tendrá que hacer está practica- continuó la profe- Obviamente preferiría alguien con buenas notas.

   Izuku levantó la mano.

   Denki, pasmado, lo miró con la boca abierta.

   - ¿Te has vuelto loco?

   - Yagi, gracias a Dios- exclamó la profesora con alivio- Me has sacado de un buen apuro.

   - Estarás marcado de por vida- cuchicheó Denki con voz agitada, en un intento de disuadirlo- ¡Podrán analizar todos tus defectos y echártelo en cara durante el resto de tus días!

   - Pues ya ves tú que tragedia- replicó Izuku, levantándose de su sitio.

   Entró en el cubículo que hacía de vestuario y se puso el pequeño bañador que la profesora le había entregado.

   Se miró en el espejo que colgaba de una de las paredes; a pesar de su piel blanca como la nieve y sus millones de pecas, no tenía nada de lo que avergonzarse. Inspiró profundamente, tratando de no pensar que durante una hora y media tendría que soportar lo que más detestaba en el mundo: que lo mirasen. Entró en la clase con la cabeza alta o, al menos, lo más erguida posible.

   - Perfecto- exclamó la profesora.

   - Venga, Yagi- gritó uno de sus compañeros- Marcate una posturita sexy.

   Alguna otra compañera silbó y se rió.

   - Se confunde con la pared, de lo blanco que está- comentó algún otro, provocando una carcajada general.

   - Chicos ¿qué os parecería fingir que sois personas adultas durante un par de horas?- inquirió la profesora con un suspiro.

   Mientras tanto, Izuku, ignorando lo que sucedía a su alrededor, asumió la postura que la profesora le había indicado, sentándose en un escabel  con las piernas cruzadas, el pecho erguido y el mentón  levemente alzado. Fijó la vista en la esquina de su izquierda era la misma postura que habían estudiado la última clase y que ahora debían completar. Izuku sabía que tendría que mirar en dirección al sitio de Katsuki.

   Ésa era la única razón por la que se había prestado a aquel suplicio: que se viera obligado a mirarlo fijamente durante toda la clase. Katsuki llevaba días evitandolo y era insoportable no conseguir que sus miradas se cruzasen, para intentar encontrar algo que no fuese indiferencia, distancia, frialdad.

   Katsuki se revolvió en la silla. Colocó el papel en el caballete en un intento de permanecer escondido, pero para dibujar necesitaba exponerse y mirar.

   Con expresión impasible, empezó a mover el carboncillo sobre el papel, siguiendo las líneas del cuerpo de Izuku como había hecho miles de veces con el modelo. Pero tras unos minutos, tuvo que arrancar el folio y volver a empezar. Normalmente le suponía un gran esfuerzo representar seres vivos, pero en ese momento le pareció imposible controlar el lápiz. Cada vez que alzaba la mirada, encontraba los ojos verdes de Izuku fijos en él. Y eran unos ojos que le hablaban, que le preguntaban, que le atravesaban. A pesar de que Izuku mantenía los labios sellados, Katsuki sentía cada una de las frases que habrían podido pronunciar.

Die TogetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora