28: Tú eres mi familia.

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   Era la primera vez en su vida que rezaba.

   Rezaba para no estrellarse con el coche a pesar de ir a ciento ochenta por hora, para que no fuese demasiado tarde, para que su plan funcionase.

   Aunque la desesperación le atenazaba el alma desde el momento en que él e Izuku atracaron en el muelle, había conseguido ordenar sus ideas con rapidez y elaborar un plan que los pusiera a salvo.

Sólo que Shinso había vuelto a ponerle la zancadilla y debía sortear aquel obstáculo con rapidez, porque el tiempo apremiaba. Se obligó a no pensar en todo lo que podría haber hecho a Izuku ese bastardo y se miró que se las pagaría.

   Cuando llegó al portón de la finca casi era medianoche y lo encontró cerrado. Más allá se extendía una vereda flanqueada por árboles que conducía a la casa, escondida tras unos altos pinos marítimos. Katsuki bajo del coche, sacó la pistola y disparo a la cerradura, haciéndola saltar.

   Luego volvió a ponerse al volante y empotró el coche contra el portón, arrancandolo de sus goznes. Las ruedas hicieron saltar la grava, levantando una gran polvareda blanca.

   Las luces de la planta baja estaban encendidas, Shinso estaba allí, como el todoterreno negro aparcado en una esquina del patio demostraba.

   Pistola en mano, Katsuki irrumpió en la casa como una furia, tras encontrar la puerta de la casa entornada. Claro, a ellos no les daban miedo los ladrones.

   Shinso estaba en el salón, sentado delante de la tele, y estaba comiendo una bolsa de patatas fritas.

   Estaba relajado y no pareció extrañarse de ver a Katsuki a esa hora y en ese estado de agitación.

   - Qué hay- le dijo, haciendo un gesto de saludo con la mano, en la que él también sostenía un arma.

   - ¿Dónde está?- preguntó Katsuki apretandonlos dientes. Le apuntó con la pistola- ¿Qué le has hecho?

   - Yo no le he hecho nada- replicó el otro- Has sido tú el que se ha metido en un buen lío. Se te ha olvidado que la familia es lo primero.

   La mueca con la que ilustró aquella frase lo decía todo.

   - Izuku es ahora mi familia- murmuró Katsuki- y tú no impedirás que lo lleve lejos de aquí.

   Shinso silbó.

   - Entonces es verdad que estás enamorado de ese perro cachondo- se burló- ¿Sabías que cuando lo tocas jadea?

   Katsuki gritó y le salto encima. Fue rápido, lo cogió por sorpresa y consiguió que soltara el arma, cayó al suelo y fue a parar bajo el sofá. Quería golpearlo con los puños desnudos, descargar la rabia acumulada en los últimos meses.

   Shinso trató de defenderse del aluvión de puñetazos, hasta que consiguió deshacerse de Katsuki de una patada, tirándolo al suelo.

   - Tu vida está acabada- gritó mientras se levantaba- Mi padre te volará la tapa de los sesos en cuanto sepa lo que has hecho a Momo.

   - Sí se lo hubieras querido decir, ya lo habrías hecho- replicó Katsuki, jadeante- No eres más que un cobarde.

   Volvió a ponerse en pie, ignorando a Shinso, que trataba de recuperar la pistola.  Le dio la espalda y corrió hacia la puerta del sótano que conducía a los subterráneos. Se imaginaba que lo tendrían allí encerrado y no quería perder ni un segundo más.

   Escuchó los pasos de Shinso, que lo seguía.

   - ¡Izuku!- gritó bajando los escalones de dos en dos- ¡Izuku! ¿Dónde estás?

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