29: Morir Juntos.

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   Katsuki se detuvo en el puerto donde tenía el barco amarrado, tras dos horas de loca carrera.

   La carretera estaba desierta y la luna invernal dejaba una impronta plateada en el agua. Habría sido una escena romántica si no hubiesen estado manchados de sangre, confundidos, con el aliento cargado de ansiedad.

   Izuku bajo la ventanilla y dejó que la brisa salobre y cortante entrará, inspirando el aire como si fuera la primera vez. Era hermoso estar vivos. Sin decir nada, tomó la mano de Katsuki y la estrechó en la suya, como si bastara para explicarlo todo.

   Él, en cambio, la apartó de inmediato.

   - No deberías ser tan bueno conmigo- le dijo- Me he comportado como un cobarde y te he abandonado.

    Izuku suspiró. Él también lo había pensado.

   - Sólo has intentado protegerme. No he sido capaz de entenderlo hasta después, cuando Shinso me ha apuntado con una pistola.

   - Lo siento tanto, Izuku- murmuró con los ojos brillantes- Has estado a punto de morir por mi culpa. Nunca me lo perdonaré.

   Izuku alargó una mano para acariciarle la mejilla.

   - La culpa es sólo mía. Me equivoqué al enamorarme de ti, me lo dijiste desde el principio.

   Katsuki lo miró, tenso. La idea de que sus sentimientos ya no fueran los mismos no se le había pasado por la cabeza mientras trazaba el plan. Si Izuku hubiese cambiado su opinión sobre su relación, todo se vendría abajo.

   - El problema consiste en que no podemos elegir de quién nos enamoramos- continuó Izuku en voz baja- Y yo soy un auténtico estúpido, porque a pesar de las balas, la sangre y la violencia que he presenciado, sigo pensando que puedes cambiar. Qué no eres como ellos y que dentro de ti encontrarás la fuerza necesaria para construir una vida distinta.

   Katsuki apretó los labios, pero sólo porque lo había conmovido. No era capaz de hablar.

   - Y mi estupidez alcanzó proporciones colosales cuando me di cuenta de que estaba convencido de otra cosa.

   - ¿De qué?- preguntó Katsuki con voz ronca.

   - De que me quieres.

   El rostro de Katsuki, sombrío, se encendió de esperanza.

   - He pensado mucho ¿sabes? Ese día, después de la excursión en barco- le dijo- Aunque estaba enfadado y el orgullo me impedía darte la razón,  en mi interior sabía que era cierto. He obedecido siempre, como un perro obedece a su amo. Los demás siempre han dirigido mi vida, mi padre, mi madre, y ahora Shota.

   Izuku asintió. El único modo de escapar de ese círculo vicioso era tomar conciencia de lo mucho que se parecía a una prisión. Había deseado con todas sus fuerzas que Katsuki lo consiguiera, que pudiera verse no como el valiente y despiadado criminal que se ganaba el respeto acatando las normas de un clan, sino como un chico de diecinueve años que no era libre para tomar sus propias decisiones, ni siquiera para elegir a quién amar.

   - Me odié a mí mismo. No sabía cómo actuar. Cuando crees en un mundo en el que las reglas ya están escritas, imaginar que puedes infringirlas es inconcebible- continuó Katsuki, acalorado- Las personas a las que quieres se muestran distintas. Todo aquello que te han enseñado resulta falso. Te sientes traicionado, engañado, como si te hubieran tomado el pelo. Y ya no sabes qué dirección tomar.

   - Te entiendo- intervino Izuku, estrechándole la mano de nuevo- Sentí lo mismo cuando murió Mirio. La justicia de la que mi padre siempre hablaba en términos absolutos se había convertido de repente en una palabra vacía.

Die TogetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora