Izuku despertó al amanecer.
La noche anterior había temido que su padre le echara la bronca por llegar a casa tan tarde. En lugar de eso, cuando llegó él todavía no había vuelto. Regresó de noche cerrada, cuando él ya estaba dormido, o al menos, lo intentaba.
Lo escuchó hablar por teléfono con voz queda a través de la puerta cerrada. No tenía ganas de empezar el día rodeado de sus cartapacios y sus problemas. Tumbado en la cama contemplando el techo durante un buen rato, cayó en la cuenta de que en realidad Katsuki y él no habían profundizado en los puntos más incómodos de la cuestión: a qué se dedicaba exactamente, cuáles eran sus tareas dentro del clan y por qué había dado con sus huesos en la cárcel, ésas eran las preguntas sin respuestas.
Y había un detalle más que no encajaba, que le rondaba la cabeza y lo había despertado nada más salir el sol. Katsuki no era de por allí. Se había mudado hacía poco, por tanto su presencia en la zona respondiera a un motivo concreto. Izuku repasó las palabras de Shoto pero se negó a tomarlas en consideración, quitándoselas de la cabeza como si fueran moscas inoportunas.
Cuando decidió levantarse, lo hizo únicamente para ponerse a dibujar, en pijama. Reprodujo de memoria el rostro de la madre de Katsuki. También dibujó las manos de la mujer, los dedos como garras, recubiertos de grandes anillos con formas de insectos.
Pasó la página y la llenó de bocas que se parecían. La boca de Katsuki, de líneas perfectas y labios sensuales. No era el primer chico al que besaba, pero él había borrado de un plumazo todos los besos anteriores. Besos sin importancia, intercambiados con chicos que pertenecían a su vida anterior, cuando pensaba que todo duraría eternamente y que las acciones nunca tendrían grandes consecuencias.
Ahora era diferente: besar a alguien sabiendo que podía perderlo de un momento a otro, convertía cada gesto en algo intenso, más consciente pero también más doloroso. Era como sentirse amado y abandonado al mismo tiempo.
A las siete y media su móvil sonó, dándole un buen susto al sacarlo bruscamente de sus pensamientos. Era su madre, que lo llamaba casi todas las mañanas. No contestar no habría servido de nada, o bien consistiría o bien probaría suerte con el móvil de su padre. Izuku presionó la tecla verde.
- Izuku querido ¿como estás?
- Estoy bien.
Cuan vacías podían ser las frases que dos personas intercambiaban. Su madre, que le decía "querido" mintiendo, y él que respondía "bien" como si fuese verdad. Era asqueroso, pero necesario.
- Tu padre me ha dicho que has salido con el hijo del comisario- continuó ella con voz animada- ¿Qué clase de chico es?
- Mamá, no me apetece hablar de chicos- respondió con fastidio.
Se hizo el silencio durante un minuto, probablemente su madre se sintiera dolida. Pero Izuku estaba convencido de que no tenía ningún derecho a meter las narices en su vida privada. Precisamente ella, que fingía ser alguien que no era. Una madre atenta y una esposa fiel, por ejemplo.
- Como quieras. Creía que la distancia serviría para sanar viejas heridas, pero ya veo que no es así.
- La distancia sólo sirve para que no nos hagamos tanto daño mutuamente- replicó Izuku, duro.
- Yo... yo sólo quiero que estés bien Que seas felíz.
- Lo soy. Aquí, con papá, me encuentro mejor.
Sabía que le había propinado un golpe bajo y casi se alegró. Se lo merecía.
- Antes o después tendrás que volver a Milán. Deberías pensar en ello.
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Die Together
Fanfiction¿Qué pasaría si el hijo de un juez se cruzara en el camino de un joven mafioso? ¿Y si se enamorasen a pesar de que su relación estuviese condenada desde el principio? Izuku y Katsuki se conocen en el instituto, ambos comparten una vida marcada por l...