27: Cuatrocientos kilómetros

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   Shota estaba especialmente contento esa noche.

   Katsuki lo observaba canturrear y moverse por el salón, reírse y charlar, como si estuviese preparado para la fiesta. No era una buena señal. Las pocas cosas que lo ponían así de contento eran las mismas que ponían en peligro a las personas de su entorno. Cuando estaba a punto de cerrar un negocio importante o se preparaba para un ajuste de cuentas en el que arriesgaría su vida, siempre estaba de buen humor.

   Katsuki manoseó la pistola, estaba nervioso.

   ¿Cuánto tiempo llevaba esperando ese momento?

   La noche en la que vio cómo disparaban a su padre hasta desmembrarlo, había jurado venganza. Y por fin recuperaría el honor de su familia y el suyo propio.

   Dos de los chicos de Shota, entraron en la habitación, toscos y rudos en contraste con la elegancia de la decoración.

   - Nosotros estamos listos. Es casi la hora.

   Shota asintió:

   - Esperadle en el coche.

   Mientras los dos hombres salían, Katsuki se levantó y se metió la pistola en la cintura de los vaqueros.

   - Estoy listo- dijo.

   - Parece que todo encaja a la perfección ¿no crees?- replicó Shota, radiante- Esta noche arreglaremos las cuentas con los Shimura, en tres días nos desharemos de ese maldito cargamento y dentro de poco también de ese juez entrometido. Por una vez, Shinso ha hecho las cosas bien.

   Katsuki asumió la noticia, inexpresivo.

   - ¿No es demasiado arriesgado asesinar a un juez?

   - En realidad nos limitaremos a chantajearlo- respondió Shota, encendiéndose un puro que había sacado de una caja. Tampoco aquélla era una buena señal.

   Katsuki aguardó a que prosiguiera, no quería parecer demasiado interesado en el asunto.

   - Si no deja de meter las narices en nuestros asuntos, tendrá que despedirse de lo que más quiere en este mundo- añadió el boss, lanzando una nube de humo, a través de la cual escrutó la reacción de Katsuki.

   "Sus hijos."

   Katsuki lo había entendido. Para Shota no existía nada más sagrado que la sangre de su sangre. Adoraba repetir que arrojaría toda su fortuna al fondo del mar para ayudar a sus hijos si fuera necesario. A pesar de que había enviado a dos de ellos a la muerte, sin haber derramado una lágrima en su entierro, concentrado sólo en el honor y en la venganza.

   - Me parece fantástico- comentó Katsuki fríamente.

   - Sí, yo también lo creo- aprobó Shota.

   - ¿Y cuál es el plan?- preguntó.

   Shota lo miró fijamente. Era como si quisiera volver a leer en su interior.

   - Shinso ha raptado al hijo de Yagi, un chaval- respondió tras unos segundos interminables- Si el juez acepta nuestro trato, se lo devolveremos. Espero que no se le vaya demasiado la mano.

   Shota se rió y Katsuki, por una vez, se estremeció. Estaba hablando de la vida de un chico inocente como si fuese una nadería sin importancia. Se preguntó si le afectaba tanto porque lo conocía, ya que en otras ocasiones en las que había ocurrido algo parecido no había tenido ninguna reacción, ningún sentimiento de piedad, ningún interés más allá de las órdenes a seguir y del negocio que cerrar.

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