13: ¿Quién es él?

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   El domingo por la mañana estuvo a punto de dar plantón  Shoto y a sus amigos.

   Pero después se levantó de la cama, encontró el salón completamente inundado por los documentos de su padre y comprendió que quedarse en casa todo el día habría sido la elección equivocada.

   El recuerdo de Katsuki, que los días anteriores estaba enmarcado por nubes negras, ese día brillaba con fuerza. Por eso, con buen humor inusitado, se puso unos vaqueros viejos y una sudadera, y metió en la mochila todo lo necesario para pasar el día fuera.

    - ¿Te vas?- le preguntó su padre, levantando la mirada del cartapacio que estaba estudiando.

   - Sí, voy a la casa que Shoto tiene en el campo.

   La expresión del juez se relajó visiblemente.

   - Bien. Es un buen chico, seguro que con él no te metes en líos.

   Izuku torció el gesto y entró en la cocina para desayunar. Sabía que tendría que haber llamado a su madre, como todos los domingos, pero hizo como si se le hubiese olvidado y salió de casa antes de que su padre tuviera tiempo de darse cuenta.

    Atravesó la ciudad en su Vespa, las tiendas estaban aún cerradas y las persianas bajadas. Aceleró a todo gas, felíz de tener un medio de transporte que lo llevase donde él quisiera, y siguió las indicaciones que Shoto le había dado por teléfono, en dirección al extrarradio. Por aquella zona el campo era elegante y soleado. Tierra oscura y fértil del que asomaban hileras de olivos centenarios. Los campos estaban demarcados por muros de piedra bajos, de la misma altura.

   Giró en un camino de tierra, con cuidado para no derrapar, y continuó adentrándose en lo que parecía la entrada de una finca. Al parecer, la casa de Shoto estaba bien protegida. La vivienda, de dos pisos, se erguía en mitad de un grupo de pinos altísimos y frondosos.

   Aparcó la Vespa delante de la verja, junto a las demás motos y algunos coches, y se encaminó sobre una alfombra de agujas de pino en dirección a la casa. Llamó y esperó en vano a que alguien respondiera o acudiera a abrirle. Y, sin embargo, escuchaba voces a lo lejos, por eso se  decidió a dar la vuelta a la casa y acercarse al jardín trasero.

   - ¡Eh, Izuku!- la voz de Shoto resonó por encima de la algarabía y de las voces alegres de los demás invitados.

   Shoto le salió al encuentro con un delantal puesto y las manos manchadas con masa de pan.

   - Disculpa- dijo- estamos intentando hacer empanadillas, pero en lugar de eso nos ha salido una gran plasta.

   Izuku le sonrió tímidamente. Cómo le tocara cocinar, quedaría marcado para siempre como el chico más desastre de la historia.

   - Escucha, uno de mis compañeros del instituto ha insistido en venir, yo...

   - Denki- se le adelantó Shoto- Ya está aquí, es muy simpático, has hecho bien en invitarlo.

   Señaló el grupo que había reunido alrededor de una especie de horno de leña construido al aire libre y dotado de un gran banco de trabajo de mármol. Denki ya estaba integrado con el resto y, al parecer, era todo un experto en empanadillas, porque daba órdenes a diestro y siniestro como un general de la armada.

   - Si te interesa- comentó Izuku- te autorizó a derrocarlo.

   Shoto se rió con ganas y lo arrastró junto a sus amigos.

   - Chicos, éste es Izuku.

   Izuku se limitó a hacer un gesto de saludo con la mano, y luego se dio una vuelta para ver lo que se fraguaba. Notó que la cocina daba directamente al jardín trasero que estaba invadida por chicos en delantal. Un tío corpulento estaba agitando un periódico delante de una barbacoa que sólo hacia humo. Izuku pensó que podría ser de alguna utilidad.

Die TogetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora