Capítulo 4

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Emma después de calmarse corrió a abrazar las piernas de Natalia con sus pequeños bracitos y levantó la cabeza para que ella le prestara atención.

-Nati... ¡Upa! -le dijo.

Natalia bajo la mirada para verla y le dedicó una cálida sonrisa, Emma era muy mona y no podía evitar mimarla.

-Ven aquí, pollito -dijo mientras la cargaba-. Eres una monada -le dio un besito en la nariz.

Alba se encontraba frente a ellas observando la escena un poco sorprendida pero encantaba con el acercamiento de Natalia con Emma.

-Natalia, -intervino Marta- te presento a Alba, la madre de Emma.

Alba absorta por sus pensamientos volvió a pisar la realidad y miró a Natalia con cierto pánico.

-Ya nos conocemos Marta, no hace falta presentaciones -dijo la morena mientras toda su atención estaba con Emma.

-¿Ah si? ¿Desde cuando? -Marta miró a Alba intentando buscar una respuesta.

-Ahora no, Marta. Ahora no -soltó Natalia.

Alba miró un poco incómoda a Marta y suspiró.

-Creo que lo mejor es que me vaya ya, se está haciendo tarde y tengo trabajo por hacer.

-Vale, voy por las cosas de Emma, ¿te vienes conmigo enana?

Emma asintió y hizo gestos para que Natalia la bajara.

-Voy, voy... -la dejó en el suelo y esta se fue corriendo hacia Marta.

El lugar se quedó en silencio cuando Marta y la pequeña se marcharon. Alba miraba al suelo mientras Natalia la miraba a ella, miles de preguntas aún pasaban por su cabeza y no sabía por cuál decantarse. No sabía si soltarle algo o ignorarla, pero se moría de curiosidad y rabia así que no pudo evitarlo.

-¿De verdad es tu hija? -preguntó rompiendo el silencio.

Alba levantó la cabeza para mirarla con sorpresa.

-¿Qué?

-¿De verdad Emma es tu hija? -la rubia asintió. -¿Es del tipo ese?

Alba frunció el ceño, no entendía a donde quería llegar Natalia.

-¿O también le engañabas y te follabas a otros mient...? -Natalia no pudo continuar porque Alba le pegó un bofetada. Natalia instintivamente puso su mano en su mejilla.

-¿De que coño vas, Natalia? -la miró con rabia- No tienes ningún derecho sobre mi vida y menos en hacer suposiciones estúpidas como esa. No te permito que me trates como una cualquiera.

Natalia, dolida por el golpe, soltó una risita irónica e intento hablar pero se vio interrumpida por el carraspeo de su amiga. Alba giró a mirarla y Marta pudo ver su enojo.

-Cariño, despídete que nos vamos ya -Emma asintió y le dio un abrazo a Marta.

-Adiós enana, nos vemos mañana. Te quiero mucho.

Emma se separó de Marta y corrió hacia Natalia, ella la cogió en brazos y le dio muchos besitos en la cara mientras la pequeña reía.

-Pórtate bien pollito -ella asintió con una risita.

Alba ya esperaba a Emma en la puerta, estaba muy enfadada con la situación de hace un momento y quería irse. Cuando la pequeña volvió con ella, la rubia se despidió de Marta y se fue sin más.

Al cerrarse la puerta, Natalia rompió a llorar como una niña pequeña. Marta corrió hacia ella y la abrazó muy fuerte aún confundida por toda la situación.

-Hey... está bien, está bien... -le repetía.

-No, nada está bien Marta. Todo es una mierda - Natalia se tapo el rostro y su llanto se intensificó más.

Cinco minutos después, las dos se sentaron en el sofá. Natalia ahora sollozaba y Marta le acariciaba el pelo.

-Supongo que antes no te referías a una cosa, sino a una persona, ¿verdad?

Natalia la miró confundida.

-Antes de que llegara Alba me dijiste que necesitabas de distraerte de una cosa... ¿Es alba esa "cosa"?

La pamplonica empezó a llorar nuevamente y asintió.

-Si no quieres hablar de ello, lo entiendo cariño. No voy a forzarte pero creo que lo mejor es que lo saques fuera porque luego te comes toda la mierda y es peor.

-Lo sé Marta, lo sé -se limpió las lagrimas con los dedos y suspiró-. Quiero odiarla, ¿sabes? Quiero arrancármela del pecho, de los pensamientos... de mi vida. Pero es imposible, es imposible.

-¿Por qué quieres odiar a un ser tan hermoso como Alba?

Natalia frunció el ceño y la idea de que Marta y Alba estuvieran liadas cruzó por su mente.

-¿Al-Alba y tú... estáis juntas? -Marta empezó a reír de repente pero a Natalia no le causó ninguna gracia.

-Perdón, perdón... No, no estamos juntas.

-¿De que os conocéis?

-Nos conocemos por Emma, le hago de canguro desde hace un mes o así.

-¿Sabes si está con alguien?

-No, no está con nadie. Volvió hace poco de Elche por trabajo. ¿Me dirás que pasó entre vosotras?

-Me engañó y se largó después sin darme ninguna explicación. Pero así mejor.

-¿Así mejor?

-Sí, porque si Alba en ese entonces me hubiese dicho que no hizo nada, la hubiese creído. Y hubiese vivido engañada toda la vida.

Marta no sabía si decir algo más al ver así de afectada a su amiga, no la había visto nunca de esa manera. Natalia muchas veces había recurrido a ella para hablar sobre lo que le molestaba pero nunca la había visto llorar ya que solía guardarse todo para ella, sacando a relucir su lado pasota, digno y altanero.

-Llevo días pensando en ella... en sus ojos, en su sonrisa, en su voz... en su risa. Joder, su risa -bufó-. Me odio por esto. Pensaba que había olvidado todo de ella, pero no. Parece que su recuerdo solo estaba recubierto por una mancha y ahora que la he limpiado... todo está muy nítido y no sé que hacer.

-¿Por qué no hablas con ella? -Natalia abrió los ojos sin creerse la tontería que acababa de preguntar su amiga-. ¿Qué?

-Que eso no va suceder, Marta. Cada vez que hablo con ella el recuerdo de su infidelidad me nubla las ideas y hace que me llene de más remordimiento.

-Puede que solo así puedas entender todo... tal vez...

-No Marta, no hay excusas para engañar a alguien. Si no me quería, hubiese cortado conmigo y se follaba al otro. Eso hubiese sido menos doloroso.

Marta suspiró.

-A veces es bueno dar una segunda oportunidad, ¿sabes?

-¿Por qué me estás diciendo esto ahora? ¿Escuchas algo de lo que te digo?

-Sí, escucho todo lo que dices Natalia, pero también te observo y en tus ojos puedo ver el remordimiento, pero también el amor que sientes hacia ella. No te digo que te lances a sus brazos y la perdones como si nada, pero ha pasado tiempo y puedes intentar hacer el esfuerzo, por lo menos, de escuchar aquello que no te dijo hace muchos años -Natalia negó-. ¿Porqué?

La pamplonica se encogió de hombros.

-Natalia, si te lo digo es porque sé que es lo que quieres. Quieres saber porqué lo hizo pero no te das el suficiente valor para hacerlo, ¿de qué tienes miedo?

-De que me diga que no hizo nada y que no fue su culpa... porque le creería Marta, le creería -contestó Natalia para seguidamente, llorar nuevamente en los brazos de su amiga.






Volverte a ver - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora