Capítulo 8

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–Alba's POV–

Diciembre era uno de mis meses favoritos ya que este podía llegar a ser el mes más mágico del año. Las calles se llenaban de decoraciones que alentaban a la multitud, las casas se envolvían de cariño familiar, las personas solían sentir más compasión y parecía que los problemas se esfumaban.

Y por eso, cuando Natalia entró riendo por la puerta del restaurante cargando a Emma, la cual también reía, sentí que diciembre había empezado a hacer su magia. Empezaron a buscarme con la mirada y yo levanté la mano para que me vieran. Mis ojos conectaron con los de Natalia y le dediqué una sonrisa. Ella sonrió devuelta y camino hacia mi.

Natalia bajo a Emma y ella corrió a mi para darme un abrazo, era la pequeña más adorable y preciosa de todo el planeta, no había duda alguna. Repartí muchos besitos por su rostro mientras ella reía.

–¡Para, mami! –me pidió y le di el último besito.

La baje y la cogí de la manita. Cuando levanté la mirada para saludar a Natalia observe como nos miraba con una sonrisa. No supe que hacer, vacilé en si acercarme a abrazarla o no ya que sabía que era demasiado pronto aún.

–Hola Natalia –me limité a decir, ella me miró y inclinó la barbilla en modo de saludo–, ¿dónde está Marta?

–Ha ido a aparcar –suspiró–. Es una mema.

–¿Por qué?

–Le dije que lo dejara en un Parking, pero no me hizo caso y ahora está dando vueltas por toda la ciudad. ¿Nos sentamos?

Asentí y tomé asiento dejando a Emma sobre mis piernas y entregándole una pequeña libretita y crayolas para que se distrajera pintando. Desde mi asiento, pude observar a Natalia con detenimiento mientras se quitaba la gabardina camel. Bajo ella llevaba un vestido color negro que se ceñía muy bien a su cuerpo y dejaba a la luz sus tatuajes. Tragué en seco de lo preciosa y completamente sexy que se veía. Tomó asiento y me miró con una pequeña sonrisa.

–¿Te ha gustado el espectáculo? –preguntó.

Sentí mis mejillas ponerse completamente rojas.

–No... yo... solo me sorprende que vayas muy elegante para comer –le dije, intentando obviar mi intimidación anterior.

–Se lo preguntaba a Emma, Alba –empezó a reír—. Antes de venir vimos un espectáculo de marionetas.

Aunque quería hundirme en mi asiento por haberme delatado a mi misma, disfruté de la risa de Natalia. La había amado demasiado cuando éramos jóvenes y formaba parte de una etapa muy importante de mi vida. Por ese motivo, sentía la necesidad de verla bien, feliz. Y aunque ahora todo era extraño y muy reciente, empezaba a tener la esperanza de que, al menos, podía tenerla como una amiga.

Cuando el silencio reinó en la mesa y solo podíamos escuchar las conversaciones de las mesas alrededor nuestro, nos miramos. Sus ojos, indescriptiblemente, se teñían de tristeza más allá de todo. Y aunque dude en preguntar, lo hice.

–¿Seguimos mal?

Natalia, repentinamente, alargo su brazo para poder tocar mi mano. Yo también alargue el mío y nuestras manos se acariciaron sobre la mesa.

–Me cuesta un poco –empezó a decir–, no voy a negártelo. Solo han pasado cinco días –una media sonrisa se asomó por su rostro–, es muy poco tiempo, ¿sabes? –yo asentí, estando de acuerdo–. Aquella tarde te dije que si lo que dijiste era verdad, yo quería volver a mantener contacto contigo. Y después de pensarlo, no puedo negar que todo tiene sentido, pero me cuesta mucho poder quitar el dolor del pecho al pensar en lo que nos pasó. Eso no se va de un día para otro.

Volverte a ver - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora