Una locura más.

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—Mamá, por favor, déjame bajar —imploró Emma—. ¡Mamá Natalia va matarlo!

Alba estaba apoyada sobre la puerta, impidiendo que su hija mayor saliera por allí, a rescatar a su nuevo y primer —o eso esperaba— novio.

—No tengo dudas de ello —dijo Alba con una sonrisa.

—¡Mamá! —dijo horrorizada Emma.

La rubia rió, negando con la cabeza.

—¿Desde cuando estás saliendo con ese chico?

—Poco tiempo, mamá. ¿Puedes dejarme bajar, por favor?

—No —respondió Alba tajantemente—. Tu madre está teniendo una charla con él, no va pasar nada malo.

O eso esperaba Alba.

Su mujer no sería capaz de cometer una locura.

Claro que no.

———

En la primera planta de la sala, Natalia Lacunza observaba con cierto desdén al muchacho que estaba sentado frente a ella.

Quiso mantener la calma, pero sólo imaginar que su pequeña se besuqueaba con él, la sacaba de quicio.

«¿Qué le vio a este mocoso?»

—¿Puedo ver ya a Em, por favor? —pidió el muchacho, queriendo escaquearse de Natalia—. ¿Va a tardar mucho?

La morena tiró el cuerpo hacia delante, reposando sus codos sobre sus piernas y miró fulminantemente al chico.

—¿Qué intenciones tienes con mi hija? —preguntó, esperando una respuesta casi inmediata.

—¿Perdone?

—Mira muchacho, no me hace una pizca de gracia que mi hija tenga novio, pero estoy intentando no perder los estribos.

—Bueno, la gracia debe hacerle a ella, yo no voy a salir con usted —dijo el muchacho, sonriendo irónicamente.

«MAL. MUY MAL.»

—¿Crees que esto es una broma, muchacho? —Marcos cambió su expresión divertida a una seria—. ¿Crees que por qué tengas rizitos, ojos azules y apariencia rica, voy a dejar que estés con mi hija?

—Yo... no es cuestión de dejar. Si su hija quiere estar conmigo, estará conmigo —Marcos se inclinó de hombros y eso hizo enfurecer más a Natalia—. Como se lo he dicho, yo no saldré con usted.

Natalia se puso de pie y empezó a caminar a pasos ligeros hasta la posición del muchacho. Él aparentaba tranquilidad, pero muy dentro suyo estaba gritando de pánico.

—Eres un chico muy listo, Marcos, muy listo.

—Gracias, señora. Se hace lo que se puede.

—Y a mi no me gustan los chicos listos, ¡y no me salgas con: i mi mi di igiil yi hi di gistirli i si hiji, ni i istid!

Marcos río nuevamente.

—Señora Reche, yo no tengo malas intenciones con nadie. Soy un humilde muchacho que ha caído rendido a la belleza y actitud revolucionaria de su hija. Emma me ha robado el corazón y yo no puedo lidiar con eso, ¿sabe?

Natalia arrugó la frente y relajó un poco su cuerpo.

—¿Y no podías fijarte en otra?

A Marcos le causaba gracia Natalia, así que no podía evitar reírse.

—Por favor, ¿usted se fijaría en otra persona teniendo a una mujer como la que tiene?

—Pues no —respondió, reflexionó unos segundos—. ¡Pero esa no es la cuestión, no me líes!

Volverte a ver - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora