Capítulo final

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Natalia estaba preocupada por el retraso que estaba teniendo el último proyecto que había iniciado su empresa hace unas semanas.

Tenía la clara duda de si acabarían a tiempo para la presentación mundial de la marca de ropa más famosa del mundo. Tenía mucho trabajo por hacer.

Suspiró pesadamente y continuó con su labor de jefa, firmando y rechazando algunas peticiones de sus trabajadores sobre el nuevo proyecto.

Miró el reloj y sonrió al ver la hora que marcaba; tiró el bolígrafo encima de su mesa y se cruzó de brazos, a la espera de su habitual visita.

Su favorita.

Minutos más tarde, Emma entraba de morritos por la puerta con los bracitos cruzados, claramente enfadada. Natalia enarcó una ceja y le entró mucha curiosidad por saber que había pasado con su pequeña.

—Hola pollito —la saludó, levantándose de su asiento y caminando hacia ella—. ¿Por qué esa carita?

Natalia se puso a la altura de Emma, abriendo los brazos para recibir un cálido abrazo, pero la pequeña se lo negó.

—¿Se lo digo yo o empiezas tú? —la morena levantó la mirada, encontrándose con Alba—. Hola amor —la saludó ella.

—Hola —respondió Natalia con una sonrisa bobalicona, volviendo su mirada a Emma—. ¿Qué ha pasado pollito?

Hubo un silencio durante unos segundos, hasta que Emma empezó a llorar.

—¡Quiero irme del país! —expresó la pequeña—. ¡Mamá es mala!

Alba rodó los ojos, cansada del dramatismo de su hija.

—¿Que ha hecho mamá? —cuestionó Natalia, limpiando las lágrimas de la pequeña.

—¡Me ha castigado! —sorbió por la nariz—. Mami, ¡dile que no!

—Yo...

—Ni se te ocurra, Natalia —advirtió la rubia, sabiendo muy bien que su prometida haría lo que fuera por complacer a Emma.

—Pero...

Natalia fijó su mirada en Alba y deseó no estar en la situación que se hallaba. Bufó y atrajo a la pequeña a sus brazos, abrazándola con mucho cariño, mientras sus ojos seguían sobre la amenazante mirada de la rubia.

—Tendrás que aceptar el castigo de mamá, pollito —dijo con lástima—. Ahora ve con Antonia, en lo que yo hablo con mamá.

Emma aún sin estar muy contenta con las palabras de su madre, obedeció. Salió corriendo del lugar, esquivando a la rubia y dejando a las dos mujeres a solas.

—Esto es muy duro —confesó Natalia, sentándose en el suelo de parqué, con las piernas estiradas—. Ven aquí, amor.

Alba cerró la puerta y se aproximó a ella, acomodándose en el espacio vacío que había entre las piernas de Natalia, apoyando su espalda sobre el pecho de la morena.

—Hola preciosa —susurró al oído de Alba y a continuación colocó sus manos sobre la barriga de la rubia, acariciando suavemente—. Hola a ti también, polluelo.

Alba rió, disfrutando del cariñoso gesto de Natalia.

—¿Qué ha pasado Emma?

—Hizo un berrinche en el supermercado porque no le compré los cereales de chocolate que tanto quería —Alba suspiró—. Y la castigué sin televisión durante todo el día, así que avisada estás.

—Sabes que no puedo, Emma es mi debilidad, no puedo decirle que no. Siempre pone los ojitos de ese gato naranja y acaba convenciéndome.

—Lo sé, pero tienes que intentarlo.

Volverte a ver - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora