Una de las pocas estaciones del año en que vivo como una chica escondida. He sido así desde pequeña, y aún no he cambiado en lo absoluto. Mis padres se niegan a que me encierre en mi habitación en los momentos más importantes y apreciados para la familia. Pues ellos les hacen llamar a las miles de actividades de cada año juntos a nuestros parientes. A decir verdad, luego de mi niñez no fui la misma; ya no me interesaba a lo que se llamaba el "espíritu de la navidad", creo que en el momento en que me gustaba, fue cuando tenía la ilusión de recibir el mejor regalo del año, por tener buena conducta. Esperé mucho por ese gran regalo, que hasta me quedaba dormida a proposito en el sofá, ahí cerca de el árbol de navidad, esperando a que ese gordinflón con atuendo rojo pusiera ese regalo tan especial que había esperado por mucho tiempo.
Mi madre era de esas que te animaban a escribir una carta a Papa noel del regalo que querías recibir para el fin de año. Esa vez lo que más pedí con tanto apego, era tener a mi amigo Myles conmigo. Eran de las épocas a las que más me apegaba a la navidad, porque las compartía con él. Siempre nos gustaba salir a cantar villancicos, compartir con nuestras familias, comer en grande ese sabroso buffet que siempre preparaban y, sobre todo, subir hacia la loma que quedaba al otro lado del parque, donde se veía una parte de la ciudad, brillando con aquellas luces incandecentes por todos lados, como si fueran bombillitos de navidad en cualquier parte.
Lo que más añorabamos; él y yo, cerca uno del otro, mirando hacia el cielo estrellado y desde ahí, contemplar las hermosas luces que se estrellaban en el cielo, producidas por los fuegos artifiaciales desplazándose hacia lo más alto, formando la imagen de una hermosa flor. Fue la primera vez que me llevó a ese lugar y lo acogí como la unión de nosotros, el lugar favorito donde podiamos compartir nuestros anhelos, nuestros miedos, nuestras tristezas, nuestras alegrías.
Aún recuerdo la promesa que nos hicimos:
—Luna, quiero que nos hagamos una promesa —me miró con aquellos ojos de color miel que tanto me fascinaba, y aquella sonrisa de niño que tanto me gustaba—, quiero que aquí en nuestro lugar preferido dejemos guardado nuestra amistad, que cada fin de año, vengamos aquí para disfrutar de los fuegos artifiales y recibir el nuevo año juntos.
—Sí, Myles lo prometo. —cerré levantando mi mano en juramento. Él posa la suya en la mia y termina en abrazarme.
—Recuerda, Luna, que para mi eres el mejor regalo de este año y de todos los proximos.
—Y tu el mío.
Fue nuestra única promesa y la última. Ese día entendí que se estaba despidiendo. No me quiso decir que debía irse del pais, por asuntos familiares, porque sabía que me pondría triste, me conocía tan bien, que no le gustaba que llorara, además que no hubo tiempo de vernos por última vez.
A la mañana siguiente luego de salir con mi tia, por algunas cosas para el almuerzo, había ido en busca de él a su casa, allí me di cuenta que se habían mudado. Sentí un dolor tan fuerte en el pecho que hasta ahora, por las noches aparece, cada vez que pienso en él.
Ese día cuando retrocedí y caminé a casa, mi madre me esperaba con una carta que él habia escrito. En ese momento pensé en tantas las posibilidades de que esa carta confirmara su regreso o que dijera que en realidad no se habia ido y que me estaba haciendo una broma.
Y claro que no fue una broma; cuánto quisiera que lo hubiera sido. En ese texto, solo me aclaraba que se iba, que ya no volvería, pero que siempre estaría en sus pensamiemtos, en su corazón y que nunca olvidara la promesa que nos hicimos, que algún dia, nos volveríamos a ver y reanudaríamos esa promesa.
Aún guardo esa carta, como si tuviera una parte de él conmigo.
Ahora todo era diferente y aburrido para mi. Al año siguente fue que decidí escribirle al gordo —más por insistecia de mi madre que mia— para que volviera a traerme a Myles de regreso. Lo esperé con tantas ansias, que hasta por cada hora que pasaba me fui desanimando.
Es por eso que ya no soy amante al aire navideño, ya no comparto con nadie, porque esos dias que antes eran los momentos más hermosos con él, ahora ya no son los mismos. Solo con ver por mi ventana aquella casa al lado de la mía, puedo imaginar que él está ahí, detras de la verja llamándome y esperándome con una sonrisa para disfrutar el dia juntos. Siempre vivo con la esperanza de volver a verlo. Pero prefiero alejarme de lo que me hacía feliz con él, porque el solo recuerdo que tuve a su lado me lastima, porque estas cuatro paredes fueron el testigo de todas las lágrimas que he derramado por su presencia, lo quiero tanto que para sentirme bien y no sufrir más, prefiero quedarme encerrada en la víspera de navidad. Y si algun dia lo supero, espero poder lograrlo y celebrarlo sin él. Aunque no sé si pueda hacerlo cada vez que pienso en él.
Tu eres el mejor regalo de este año y de todo los proximos.
—Y tú el mio. Siempre lo serás.
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Dulce invierno ©
Teen Fiction"Eres el mejor regalo de este año y de todos los próximos"