Epílogo

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Las horas pasan su curso y mantenerme quieta se me complica. Estoy parada entre unos bancos esperando a que llamen.

Ha pasado un año y cuatro meses y decir que mi vida ha dado un giro sería poco. Ya no es la de antes, eso lo sé. Y ahora, solo amo cada segundo.

Desde ese día comencé a avanzar de otra manera y decir lo tanto que he adquirido es mucho de lo que he disfrutado a lo que algún día llegué a pensar que lo obtendría.

Aún lo recuerdo como si fuera ayer.

Lo que una noche cubierta de fuegos artificiales y nieve por doquier fue el comienzo de todo, lo que pasó después se hizo parte de nuestra aventura, a pesar de compartirla individualmente.

Los días en los que no estuvo fueron largos y tristes, sin duda. Pero de alguna forma no tanto ya que no se sentía una distancia tan lejana. Menos si ahora nos mantenemos conectados todo el tiempo. Acepté un hecho y ahora me siento feliz al hacerlo porque ambos pudimos obtener lo que queríamos donde soló buscamos la felicidad del otro.

De hecho, mi familia y los chicos siempre han estado ahí para recordarlo.    

Justo ahora, ambos me miran con complicidad.

¿Qué decir de ellos? Son geniales. Disfrutar cada momento con ese par es de lo que se merece aplaudir, es la amistad por la que vale luchar. Angélica como Ángel han hecho de mi vida un carrusel. Y la vida los ha premiado a ambos. Pues mi hermana ha comenzado a ejercer su carrera como Psicóloga Industrial y Ángel ha conseguido un nuevo trabajo administrando las finanzas en una empresa, también sigue ayudando a Papá. En cuánto a ambos, no dejan de demostrar lo que sienten. A veces mirarlos me hace extrañar esos momentos que puedo compartir con él, otra veces solo ignoro esa sensación porque sé que pasará muy pronto y pasará, lo sé.

De mí, también he logrado. He logrado disfrutar un montón cada momento, viviendo sin límites y tomando cada oportunidad de la vida para avanzar y recorrer lo que aún me falta por descubrir.

Aún no creo que haya alcanzado uno de ellos. Pronto podré estudiar artes visuales ya que mi solicitud ha sido aceptada en la UNT Dallas. El hermano de Ángel se ofreció ayudarme y hasta ahora he avanzado algunas cosas con él, en cuanto a mi carrera.

Tal vez algunas personas a mi alrededor se preguntan por qué visto así. Es decir, una chica vestida con una toga y birrete puesto. Creo que hasta yo me lo pregunto pero el saber que estoy ocupando un puesto de espera en un aeropuerto para mi vuelo, ya no hay tiempo para que me cambie. A pesar que todo fue un plan bien elaborado por  mis cómplices. Y esto no es un secreto para todos, mis padres desde el primer día lo saben y a veces se hacían los chivos locos pero al final aceptaron ya que los tres iremos.

Y pues sí, uno de mis logros ha sido graduarme de la secundaria y estoy feliz por ello.

De lo que si estoy segura es lo de lo que estoy viviendo ahora y de lo cual no quiero soltar. Ese momento crucial en tu vida donde te sientes realizada, completa y la sensación de felicidad brincando en tu rostro. A veces no hay manera de explicar lo que sientes, ni mis nervios exasperados en estos momentos. Solo a veces algunas personas pueden describir ese destello en mí. Esa sonrisa que de la nada me sale y que por algún motivo luego me pierdo al instante; lo que pasa todo el tiempo cuando he entendido que no hay ni un sólo segundo donde no te sientas feliz, donde no haya motivos para sonreírle a la vida.

El estar así, es sentirse completamente viva. Sin importar en qué lugar estás, sin importar con quién; basta con solo serlo, sin excusas.

—Luna, es hora —menciona la castaña, logrando que saliera de mi letargo.

Dulce invierno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora