Luego de llegar a casa me dirijo a mi habitación. Siento a Angélica caminar detrás mio, pero no me detengo.
—¡Luna, me explicas que te pasa, por favor! —exclama mientras trata de alcanzarme.
En el momento en que salimos de ese lugar no volvió a hablarme del tema. Tampoco se lo mencionó a Mamá por mi espacio. Había notado lo inquieta que estaba hace unos minutos, pues no le había prestado atención a sus miradas en el auto.
Siento su mano aferrar mi brazo y me detiene en seco.
—Esos arranques tuyos me estan preocupando, sabes. —Se queja hundiendo sus profundos ojos en los mios que puedo ver la seriedad en ellos.
Suspiro con auto pesar.
—Quiero descansar, bien. Te dije que no tengo nada ¡Ya me tienes cansada con lo mismo, Angélica! —exclamo. Ella abre la boca pero la cierra de golpe.
Suspira.
—Bien, te dejaré en paz. Descansa. —Dice no muy convencida.
Asiento y lentamente va soltando mi brazo. Cuando ya estoy libre, giro dandole la espalda y me encierro en mi cuarto. Espero que mis padre no hayan escuchado nada.
Ya estando adentro dejo que los recuerdos me invaden.
Extraño cuando era niña y lo tenía a mi lado. Sienore me hacía sonreir. Desde la infancia fui muy distante, nunca disfruté de tener otros amigos. Él era el único que podía considerar mi mejor amigo.
Rendida me recargo en la puerta, dejando que las lágrimas se apoderen de mis ojos.
Tenía la ilusión de volver a escuchar ese nombre una vez más. Todo era confuso, ¿quien era ese chico? era tan extraño por alguna razón, algo en mi lo sintió tan familiar. Cuanto quisiera que hubiera sido él.
¿Y si está aquí? ¿Y si me está buscando?
Tal vez, pero no estoy segura, podría ser una superstición, nada más.
Un nudo en mi garganta me impide sollozar, conteniendo el llanto y no lo deja salir. De repente mis ojos viajan a aquel marco recargado en mi mesita de noche; en automático me levanto. Me siento en la orilla de la cama mientras contemplo la fotografía. Limpio mis mejillas empapadas y me recuesto entre las sabanas dejando que el cansancio me tumbe y me abrace al sueño.
Que hermosos arboles.
Unos inmensos y grandes arboles se encontraban alrededor del bosque, pasé mi mirada hacia arriba asombrada por lo la bella vista panorámica que podían formar.
Sonreí mientras giré con los brazos estirados. La nieve cayendo nos acompañaba y se incrustaba en mi abrigo y por todo mi cabello. Solo se escuchaba los gritos y risas que salían de mis labios y un chico, un poco más grande que yo, también disfrutaba la nieve, que hasta se echó al suelo formando la figura de un angel con su cuerpo.
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Dulce invierno ©
Teen Fiction"Eres el mejor regalo de este año y de todos los próximos"