Noviembre empieza a dar sus señales de partida y el fin del año escolar. Ya terminé los examenes, asi que mis vacaciones ya comenzaron. Pero Cuanto quisiera que no hubiera para hundirme en la escuela y no deprimirme como todos los años. No estoy para recibir el invierno y menos la navidad. Todo ello me deprime y me hace pensar en el único con el que disfruté todas esas cosas. Cuanto deseo que regrese, cuanto deseo de saber donde está. No sé ni como contactarlo, no tengo ni la mínima idea. Y es que todavía no he perdido la esperanza de que vuelva a mi lado, de volver a vernos, él me lo prometió y se que lo cumplirá.
El zumbido de la vocina de un auto resuena en mis oidos, alejando mis pensamientos a un lado. La persona quien hace ese ruido es mi hermana Angélica, quien no tiene un buen dia cómodo, por lo visto.
Camino hacia ella mientras paseo mi mochila hacia atrás para colgarla en mis hombros. Al llegar, automáticamente halo la manilla de la puerta y me adentro al auto. Sin tardanza me recibe cordialmente, y pisa el acelerador. Mientras el vehículo sigue su curso, empiezo a distraerme con la vista panorámica que se refleja por la ventana. Por alguna razón dejo de hacerlo cuando siento a mi hermana posar sus ojos a mi dirección algunas veces, cuando le es posible.
—Y bien Luna, ¿que vas a hacer ahora que entraste a vacaciones? —no me sorprende, porque sé que esa intención viene a causa de mi acostumbrado modo de vida cuando entra diciembre.
—Sabes ya la respuesta, no sé para qué preguntas —vuelvo mi vista a la ventana, y puedo escuchar un suspiro de su parte.
—Terminarás por hacerte daño, estás guardando esas esperanzas en vano, porque él no va a volver —no sé si lo que escuché me entró por un oido y me salió por el otro, pero sé que eso si me hizo enojar y me hizo abrir los ojos ante la sorpresa que no esperé escuchar.
Mi hermana apenas ni menciona el tema con respeto a mi y de mis sentimientos, así que evitaba ese tema; pero al parecer quiere hacerme el día de cuadritos.
—Creo que dejamos claro, hace mucho tiempo, de no volver a hablar sobre el tema —aclaro ya irritada—, no te metas en esto Angélica, si yo decido encerrarme en mi cuarto es problema mio, sabes que esta estación de año solo me hace la vida deprimente.
—Porque solo vives amargada por ese chico —contraataca, sin embargo yo solo puedo retorcerme en el asiento, conteniendome—. Ya basta Luna, hace mucho tiempo que se fue, son siete años en que has estado deprimida por mantener la esperanza en una promesa ingenua que dijo un niño de once años.
La realidad de lo que me ha dicho me golpea de lleno que las lagrimas se escabullen de mis ojos. Un gemido ahogado se escapa de mis labios que no logro reprimirlo, y es que solo puedo estrujar mis jeans con tanta fuerza porque una palabra más de parte de ella terminaría consumiendome en el llanto. Me pone triste el hecho de saber que él no volverá, y tengo miedo de caer en la realidad y de que ya no esté en mi vida.
—Ya no más —digo con la voz entrecortada—, no puedo creer que me digas eso, sabes más que nadie que lo necesito, no me importa los años que pasaron solo me importa saber que todavía hay esperanza en que regrese.
Minutos en que ya no volvemos a hablar, me percato de que el auto se detiene y aliviada al salir de ese espacio que me estaba ahogando prodigo a caminar en dirección a la casa. Ya estando en frente de la puerta de mi habitación, la abro y cierro con brusquedad para luego sentarme en la cama. Comienzo a limpiar las lágrimas que he derramado, y al mismo tiempo, acercando una foto recostada en mi mesita de noche donde estamos Myles y yo, en una de las fiestas de navidad, abrazándolo de lado y él con sus delgados brazos rodando mi cuerpo. Ese dia fue muy especial y aún lo recuerdo como si fuera ayer.
Angélica sigue llamándome desde el otro lado de la puerta hace siete minutos. Todavia estoy molesta por la discusión que tuvimos y no estoy en condiciones de volver a escucharla.—Luna por favor, solo quiero pedirte disculpas, no me gusta que estemos peleadas. —La escucho decir. Luego de algunos segundos veo por debajo de la puerta la sombra de sus zapatos, sé que no se irá y no me gustaría que estuviera todo el dia cerca de la puerta.
Decididida abro la puerta, encontrándome con su rostro apenado, sentada con su espalda recostada en la pared de en frente.
—Te perdono, Angélica, no quiero verte ahí tirada y menos peleadas. —Afirmo más aliviada que antes, ella con una sonrisa asiente y se levanta del suelo.
—Perdón, sé que lo quieres mucho, pero no me gusta que te alejes de nosotros y más en estos días por algo que no es culpa tuya. Al menos si supieras donde se encuentra hubiera más posibilidad.
Mentiría si dijera que eso no me dolió.
—Angélica, no quiero seguir hablando de eso. Y... Considerando lo que me dijiste, por mi bien y por nuestra familia, dejaré eso atrás.
Sí, asi como oyen, yo haré el intento de disfrutar esta época del año. Sé que a él no le gustaría que estuviera deprimida y alejada de mi familia, que me sintiera triste. Aún más por mi bien, mi familia es lo único que tengo, y lo mejor va a hacer disfrutarlo con ellos. Aún así todavía no he perdido la esperanza de que vuelva, pero en otra parte me dice que en todos esos años, él pudo haberme olvidado, creo que ni llegaría a reconocerlo por ahí, ni él a mi. Y ya no quiero sentirme así, no quiero ver a mi familia triste y decepcinada al no compartir con ellos este año.
Sé que se llevarán una gran sorpresa cuando sepan mi decisión.
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Dulce invierno ©
Teen Fiction"Eres el mejor regalo de este año y de todos los próximos"