10. Tu esencia en mi piel

640 64 2
                                    

Pérdida en sus labios, en sus dulces y suaves labios. En esa boca que activa en mi los deseos de ser Caperucita y ser la que debore al lobo.

Bueno, creo que estoy exagerando, pero esto es real, nunca me lo esperaba.

¡Me está besando! ¿En que momento?

Y es que nunca pensé que nosotros llegáramos a estas circunstancias, aún así me encanta, me gusta, me atrevo a experimentar aquello que nunca pude lograr con otra persona, y que él sea el primero es lo más hermoso que he probado.

Ante el impacto aún permanezco atónita, la sensación de sus labios tomando dominio de los mios termina por sacarme un jadeo, y de paso siento como las comisuras de sus labios se estiran hasta formar una sonrisa.

El deseo, el sabor, el calor emanando de mi cuerpo es toda una bomba de electricidad que empieza a ser circuitos y elevar más el fuego en la parte de mi boca, de mi garganta, de mi estómago que no puedo controlar porque él no se detiene, y eso no quiero; lo anhelo más que nunca, porque lo quiero tener de la forma como nunca me aferre a tenerlo.

Sus brazos  se aferran en torno a mi cintura, acercándome más a su tórax, sintiendo la gloria en esa parte, el deseo más apetecible que me provoca hasta perder la cordura. Rodeo mis brazos alrededor de su cuello mientras nuestras bocas bailan al son de la pasión.

Siento un cosquilleo en la boca de mi estómago que me provoca más las ganas de lanzarmele encima, mientras que el beso se vuelve más intenso y fugaz, que dejo su lengua bailar en la mía. Y ahí termino acorarme y echar un gemido ahogado de tanta excitación.

Vuelvo a sentir el aire cuando nos separarnos, y aprovecho para visualizar lo rojo que está —me imagino que también lo estoy—, su pecho agitado, y una mirada de suficiencia y excitación que me arremete hasta volver mis piernas como gelatina.

—¿Que fue eso? —suelto, inquieta, mientras mis mejillas se sienten más prendidas que la hornilla de una estufa.

—Lo siento no debí... —dice, con un semblante preocupado, y ¿asustado? — No sé lo que me pasó, perdón...

Lo detengo con mi dedo en sus labios, y es como romper de los nervios cuando su respiración hace contacto con mi piel.

—No se porqué estás pidiéndome disculpas —lo miro a los ojos y eso acaba por derrumbarme de los pies a la cabeza—, nunca me esperé esto...

—Lo sé, lo siento no se volverá a repetir...

—Myles —me acerco un poco, hasta darme cuenta que sus labios están a un paso de tocar los mios, está vez con más ansias—, si no te callas, lo haré yo. Pero, por ahora necesito sentirte otra vez.

Su sonrisa se ensancha, que me quedo mirándolo como una boba, esperando su reacción y al mismo tiempo mi corazón está gritando por esa boca.

—¿Eso es lo que quieres? —Ruedo los ojos, y mi vista se pierde en todos los rincones de su cuerpo, que me hace morder los labios.

—Me estás provocando, te gusta verme sufrir —lo digo sin razonar, y recibo su mirada de pura satisfacción.

—Pues entonces, no te haré más sufrir. —susurra cerca de mi boca, haciendo que respire con dificultad hasta perder la locura.

—En–entonces hazlo... —asiente y su nariz es lo primero que roza mi mejilla cuando se detiene.

—Tus deseos son ordenes. —Termina para luego sostener mi rostro y llevarme al éxtasis de su labios, derrumbando todo mi mundo.

Si eso es estar vivo, entonces lo acepto.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Dulce invierno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora