5. Motivos

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—He vuelto.

Estoy en el aire, no lo asimilo.

Él sigue parado, esperando mi reacción, sin embargo me he quedado enmudecida. Por dentro estoy bailando de emoción, de alegría, pero mi cuerpo no reacciona. Trato de analizar sus palabras una y otra vez, pero es que todavía no me lo creo, que él esté aquí, en frente de mi. Es un sueño.

Mis ojos se cierran por un momento y los siento irritados de tantas lágrimas que reprimo. Tambien siento como se me va el aire por cada respiro forzado. En el acto siento unas enormes manos sostener mis brazos obligándome a parpadear, perpleja. Y ahí lo encuentro cerca mio, con el rostro agobiado y reflejando preocupación. Y me doy la oportunidad de conectarme con sus ojos. La única facción que puedo reconocer de todo su rostro. Ya no es aquel niño tierno y escondido de todos.

Su tacto me relaja un poco, aunque no puedo dejar de mirarlo. Se da cuenta de mi reacción y me regala una sonrisa. ¡Cuanto estrañaba esa sonrisa!

—S-si eres tú —él asiente y empiezo a sentir mis mejillas húmedas.

—Vine a cumplir nuestra promesa —y con eso hace que mi corazón se acelere como un desquiciado.

Una sonrisa se marca en mi rostro y no dudo en acercarlo más a mi, como si dependiera de ello. Myles responde a mi abrazo y me sujeta tan fuerte que puedo sentir el latir de su corazón, acelerado. Esos latidos que me reconfortan y al mismo tiempo me dan tanta paz, tanta alegría, me da a entender que el está a mi lado y que no lo he perdido.

—Esperé tanto por esto. —Sollozo, mojando el cuello de su camisa.

Su aroma activa las sensaciones que estoy sientiendo ante su tacto, siento las ganas de reir y llorar al mismo tiempo, de tanta felicidad que llevo cargada.

El calor se expande por todas nuestras extremidades y para darnos espacio nos separamos un poco, lo suficiente para no alejarnos. Me mira a los ojos con tanto anhelo que en el instante no reparo su movimiento hacia mi y deja sus labios presionados en mi frente. Sus ojos estan rojos que sin remediarlo deja salir una lágrima.

—No puedo creer... que seas tú, Luna. —
Dice sujetando mi rostro con ambas manos. La calidez de sus dedos llevan corriente hacia mis venas.

—Sabía que volverías, siempre lo supe. Tu me lo prometiste... —corto con la voz débil—. Y ahora cumpliste tu promesa.

—Y lo volvería a hacer una y mil veces.  —vuelve a abrazarme.

—No te alejes, no te alejes más de mi, por favor. —Gimo sorbiendo mi nariz y lo siento asentir para abrazarme con más fuerza.

—Ya no más. No me iré...

Pasos por el pasillo rompe el momento y nos separamos para ver que mi familia nos observa, asombrados y alegres. Él se acomoda a mi lado sin dejar de abrazarme. Lo que agradezco, que no se apartara de mi, ni por un segundo.

—Gracias Emmanuel, volviste a alegrar a mi niña. —Agradece Mamá y lo abraza dándole un beso.

Eso me hace sonreir de nostalgia.

—Haría todo por ver a nuestra hija feliz. —Dice hacia mi dirección y relamo mis labios.

—Pa'... Gracias, este es el mejor regalo que me has dado —hago una pausa—. No sé como agradecertelo.

—Con solo verte feliz, es más que suficiente, hija —se acerca a nosotros y me abraza. Cuando mira a Myles no duda en estrecharlo —. Bienvenido hijo, para mi sigues siendo el chiquillo de once años.

Dulce invierno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora