Los golpes resuenan en el techo por cada vez que lanzo la pelota de goma. Toda la tarde la he pasado pensando en la conversación que tuvimos Myles y yo. Me he sentido pésima, este nuevo cambio entre nosotros me estresa, por tanto me duele el estomago de pensar que él ahora se sienta mal por mi actitud. Somos amigos, y en vez de ser condescendiente, no lo escuché.
Soy una idiota.
Por impulso y furiosa, lanzo la pelota con todas mis fuerzas a la puerta. Esta al rebotar en la madera, va en dirección a la mesita que está cerca del armario, chocando con la lámpara, dejándola caer y rompiéndose a pedazos contra el suelo.
Ante el estallido llevo una mano a mi boca.
—¡Dios! —me aproximo y mirando la lámpara me doy cuenta que junto a los pedazos se encuentra la carta de Myles. La tomo entre mis manos. Sin importarme el reguero que acabo de causar, me acerco a la ventana contemplando la nieve y al mismo tiempo llevando mi vista a la carta.
Debo pedirle disculpas, no puedo dejar que se aleje otra vez. Myles, cuanto te necesito.
Decidida avanzo a la puerta con encontrarlo. Primero llego a la sala donde lo había dejado pero no está. Busco en la cocina y tampoco. Me detengo un momento para pensar, tal vez esté en su nueva habitación.
¡Pero no sé cual carajo es!
Me tomo dos segundos y me lanzo a las escaleras a buscar por todas las habitaciones de huespedes.
Una por una y nada, la última que me queda es la que está al final de pasillo, al frente de mi habitación. Con las manos sudadas, me obligo a acercarme y de paso tocar la manija de la puerta. De repente dudo en hacerlo, pero me niego a mi misma de no proseguir. Entonces es cuando giro para abrirla—sin darme cuenta— y encuentro lo mismo, pero me retracto cuando veo su maleta encima de la cama.
Automáticamente entro al interior, mirando a todos lados. La habitación es hermosa y muy varonil, Papá tuvo una buena elección, pues a pesar de las que vi, no tenían un ambiente masculino como esta.
Sin dejar de inspeccionar el lugar, me acerco a la maleta y paso mi mano por encima del material. Ahí mismo mis ojos se detienen en la puerta del baño. Pienso en que él está ahí, sin embargo vuelvo a dudar.
Aprieto mis manos a los lados de mi costado. Al quedarme al frente de la puerta, pego un oido para escuchar si hay ruido, pero no, sólo silencio.
Rendida me siento en la cama. Pienso constantemente en que esté molesto o se sienta triste por haberlo tratado de esa manera, que esté por ahí sólo y piense que ya no lo quiero ver. ¡Claro que no! No soportaría perderlo de nuevo.
Me retuerzo el sentir el frio colarse en mis huesos. Me abrazo a mi misma, y a la vez confundida ante el cambio de clima en mi piel. Acostada me acurruco haciéndome una bolita.
Si me quedo aquí, él vendrá y podré hablar con él.
Paso mi vista hacia la ventana, viendo la nieve caer, aquello empieza a evocarme los recuerdos que tuve con él. Sonrio de nostalgia y me dejo caer en el sueño.
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Dulce invierno ©
Jugendliteratur"Eres el mejor regalo de este año y de todos los próximos"