Giro mi rostro hacia la ventana. La luz del sol ha dado paso junto al recuerdo de mis tristes días. Al despertar pienso que es un sueño, pero ya es tarde para creerlo. Todavía lo veo, con aquella mirada tan abatida, confundida y yo siendo la peor de la historia.
Él me veía pero estaba callada. Esperó mi respuesta pero nunca llegó, solo huí. Una vez más su voz me llamó y me detuve, sus ojos decían todo a lo que yo todavía temía y me dolió tanto no habérselo dicho, por ser tan débil. En ese momento comprendí que lo había perdido.
Hoy se cumple una semana de su partida, he estado encerrada todos estos días entre estas cuatro paredes y por cada minuto siento que mi vida se extingue lentamente. Soy un desastre, ya me imagino como debe de estar mi aspecto; en un rato el espejo me lo dirá. Suelto un suspiro y volteo hacia la puerta, todavía puedo escucharlo del otro lado.
Unos toques tras otros golpearon la puerta, luego de haber pasado una hora de aquel encuentro. Estaba en la cama como un ovillo y abrí mis ojos que aún derramaban lágrimas. Estaba insegura de levantarme y fue hasta que escuché otro toque.
—Solo vine a decirte... —hizo una pausa mientras me levanté, sin importar lo que mis pensamientos quisieron decir en contra. Necesitaba escucharlo. No pensé en abrir porque todavía estaba insegura por más que quisiera verlo una vez más, pero era mejor no hacerlo. Así que me limité en pegar mi oreja sobre la fría madera—. Por Dios, esto no es lo que quieres. Te amo, Estrella. Lo supe desde el momento en que te vi. No me alejes... no lo hagas.
Me tapé la boca al instante, estaba temblando. Sentí como mi pecho se estrujaba ante aquellas palabras y mi garganta rugía por gritarlo, por ya no callarlo, pero no podía, no ahora cuando todo se volvió complicado.
—Luna, por favor hablame —negué aunque no me viera. Pegué mi frente en la puerta y poco a poco su voz no se escuchaba hasta que temí de que ya no estaba. Quería abrir, pero aguardé un momento—. Me iré en diez minutos. Sabes que no me iría, solo dime que me quede, quedate conmigo. Pero si es lo que quieres... sabré comprenderte de todas maneras.
Otro silencio reinó en el lugar, inquietandome aun más. Volví a escuchar otro toque y solté el aire contenido.
—Estaré esperándote.
Otro toque suena y levanto la mirada. Mamá está mirándome con una sonrisa. Al parecer ha estado varios segundos ahí y no me di cuenta. Esta es la cuarta vez que entra para salvarme de mi agonía.
—¿Qué estás esperando hija? —frunzo el ceño confundida.
—¿Esperar que?
—Para salir de aquí, mi cielo, para vivir, para poner esa cabeza arriba o terminarás haciendo un hoyo en el piso.
—Basta, mamá. Quiero volver a dormir —suelto, acongojada y vuelvo a cobijarme entre las sábanas. Escucho sus pasos hacia mí hasta que mi lado se hunde y sus manos acarician mi cabellera descubierta.
—Ya es suficiente castigo, cariño. Los dos ya pasaron esto, ya es hora de que vuelvan a conocerse, de verdad —vuelvo a mirarla y no se demora en darme un abrazo. Pasamos unos minutos así hasta que se aleja un poco—. Se que pronto se solucionara, ambos se quieren, eso no es imposible para ambos —sonrío, despues de tantos días y la miro aun encontrando esperanza.
—Lo extraño.
—Lo sé, cariño. Él también te extraña. —asegura, dejando un beso en mi frente; se levanta y sin nada más que decir abandona la estancia.
Si a mi madre pude decirle toda la verdad, por qué no a él. ¿Es tan difícil amar tanto a una persona y al mismo tiempo alejarla? Sí, definitivamente. Pero todavía creo en lo que ha dicho mi madre, todavía hay esperanza y lo que sentimos ambos es lo que aun no me detiene.
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Dulce invierno ©
Teen Fiction"Eres el mejor regalo de este año y de todos los próximos"