Capítulo VIII

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"No es lo que te pasa lo que determina lo lejos que llegarás en la vida; es la forma de manejar lo que te pasa"

Zig Ziglar

Luego del desayuno, Lady Georgiana, Emma, Anne y Marianne partieron hacia Bath. Era de suma necesidad que adquirieran vestidos nuevos, lazos y sombreros. Si quería convertir a Marianne en una señorita respetable que pudiera entregar a Fairfax, al menos debía parecerlo, y aquella niña con el vestido lavanda gastado y remendado, no llamaría la atención de ningún hombre, mucho menos de uno sin escrúpulos que había posado sus ojos en Anne.

Cuando llegaron a la tienda, a las muchachas les sobraba entusiasmo y agradecimiento. Se probaron vestidos de mañana y de tarde, y escogieron uno que serviría para alguna reunión social o baile donde debiera presentarse. Lady Georgiana la entusiasmaba con la idea de que acompañaría a Anne a los eventos en la invitaran, y que debía prepararse para ello. Había vestidos color crema, lavanda, celestes, blancos, todo parecía un sueño del que ansiaba no despertar nunca. En el viaje de regreso, el carruaje estaba silencioso, cargado de cajas y paquetes, apoyó su mejilla contra el vidrio de la ventanilla y suspiró mientras una lágrima se escapó solitaria.

—Marianne, no es adecuado que estrelles la cara contra el vidrio.

—Oh... disculpe Milady.

Se enderezó en el asiento y pensó en la hermosa vida que tenían por delante. Emma le sonrió y apretó su mano. Partiría hacia la escuela al día siguiente, y sentía que ya la extrañaba. Prácticamente la había criado ella, cuando su madre murió apenas tenía dos años, y le había enseñado todo cuanto sabía del mundo, la idea de separarse, le estrujaba el corazón, aunque en su mente entendía que era necesario que así fuera.

Cuando llegaron a Burghley, la servidumbre se presentó delante del carruaje y ayudaron a las damas a bajar. Lady Georgiana le asigno a Betsy la tarea de doncella de Marianne, subieron al cuarto y ella se encargó de preparar los cubos de agua para que se diera un buen baño.

—Señorita debemos hacer algo con sus manos... un buen baño le ayudara a sacar el hollín y la señora Walts prepara unos ungüentos que dejan la piel como una porcelana, enseguida termine con su baño le traeré un poco para suavizar su piel.

—Gracias Betsy. —tomó sus manos y las apretó. —¿Quieres que te ayude con el agua?

—¡Oh no! Señorita, debe acostumbrarse que ahora no debe hacer nada de eso, yo me haré cargo...

—Pero...

—No señorita, por favor ni lo intente porque Lady Georgiana es capaz de hacerme azotar si cree que descuido mi trabajo. —Marianne asintió pero se sentía inútil sentada esperando, mientras Betsy movía los pesados cubos y preparaba todo.

Marianne se zambullo en el agua tibia mientras la doncella le ayudaba a lavar su cabello, se sentía tan agradable que no paraba de sonreír, pasó el jabón por su cuerpo y se esmeró en sus manos que denotaban todo el trabajo que había tenido que hacer desde muy pequeña. Con mucho cariño, Betsy había puesto perfumes en el agua y luego, se colocó uno de los vestidos nuevos mientras ella le peinaba suavemente su cabello, acomodando sus bucles dorados en un recogido mientras  se miraba en el espejo creyendo que era un espejismo de otra mujer que se parecía a ella.

Cuando terminó, Betsy hizo un profundo suspiro que trajo a Marianne de nuevo a la realidad.

—Señorita... se ve hermosa...

—Muchas gracias Betsy, todo esto es gracias a ti que has hecho maravillas... —se puso de pie y abrazó a su doncella sorprendiéndola, pero ella inmediatamente agradeció a Dios que le tocara servir a una mujer con un corazón tan grande y sencillo.

Nunca Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora