Capítulo XII

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Gracias por leer y apoyar esta historia con sus votos y comentarios! Deseo que mientras lean puedan imaginar un poquito de lo que yo dibujé en mi mente cuando escribí. Besos!

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"Si en algún momento se te cruza alguien que te sacuda el alma, agarra su mano, abrázate a sus besos, empápate en sus días. Aunque sea por un ratito, de esos que duran toda una vida"

Brando.

Henry y Hudson estaban escondidos entre los árboles del bosque, observaban aquel hombre que hacía unas horas se encontraba en aquel lugar, luego de haber visitado la casa de Fairfax dos veces los últimos dos días. Henry miró por el catalejo por décima vez mientras el individuo estiraba las piernas en el claro. Un sonido lo distrajo y siguiendo la dirección hacia donde miraba, una carreta se aproximaba con dos hombres más y un caballo atado en la parte trasera. Hizo seña con la mano a Hudson mientras observaba la situación sin quitar el catalejo del transporte. Cuando se aproximaron al claro, Henry divisó un bulto en la parte trasera, revisó nuevamente tratando de dilucidar de qué se trataba, pero fue inútilmente, pues desde donde se encontraba le resultaba imposible.

Los hombres hablaron por un breve momento que pareció una discusión acalorada y él hizo señas a su compañero que mantuvieran las posiciones sin intervenir.

Marianne en la oscuridad y el cuerpo dolorido por la posición que tenía en aquella carreta, sólo podía oír voces, que ahora se habían convertido en tres.

— ¡No! Mil veces les dije y se los repetí. No es ella.

— ¿Cómo que no es? La seguimos cuando salió de las caballerizas de los Campbell.

—Sí, pero no es ella. Les dije que era de cabello castaño, y si no estoy ciego esta lo tiene claro.

Aquellos hombres se volvieron hacia Marianne y observaron que de su cabeza salían bucles claros que se mezclaban con la mordaza y la venda de sus ojos. Asintieron.

—Me lo va a reclamar. ¡Por esta no nos darán nada!

—Pero si vive en la misma casa...

—Olvídenlo. Iré con el jefe inmediatamente para ver como solucionaremos este inconveniente. Bájenla y átenla en el árbol. —Se acercó a los otros dos increpándolos con el dedo —Y más les vale que nos sirva para algo, porque sino serán hombres muertos.

Marianne entendió que no era ella a quien querían, sino a Anne. Sintió tanto temor por lo que podría sucederle que su cuerpo se puso helado. Su abuela no les daría ni una libra por ella, y estaba claro que  había visto su rostro, lo que la comprometía aún más, disminuyendo considerablemente las posibilidades de salir bien librada de allí, mientras que las de morir se hacían cada vez mayores apropiándose de su mente y  su corazón a tal punto que sus ojos apretados le ardían, y aun así las lágrimas se escaparon volcándose entre la venda y su nariz.

Se escuchó el galope de un caballo que se alejaba y unos brazos bruscos la tomaron bajándola de un tirón, haciendo que el lugar le doliera y que un gemido se escapara de su boca.

Henry atentamente observaba aquella escena mientras Hudson había seguido al primer individuo. Al notar que aquello que tironeaban de la carreta era una persona, levantó el catalejo y no dudó de que Marianne Kellet era la víctima de aquel par de sanguijuelas. 

—Marianne... —susurró ahogado mientras su corazón se aceleró bruscamente al ver como la tironeaban y golpeaban arrojándola contra el árbol, para finalmente atarla al mismo. 

Nunca Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora