Capítulo XXXVI

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"El último beso, el que nunca nos dimos, hemos de recordarlo todas las vidas"

Leunam

—Betsy, ¿Dónde es Marble?

—No lo sé señorita...

—¿Pero vive alguien allí?

—Tengo entendido que los viejos empleados de Lady Georgiana. —Marianne se quedó pensativa, pues había oído de aquel lugar dos veces en los últimos días. Un haz de esperanza se cruzó en su pensamiento, pero no dijo nada.

—¿Sabes quién llevó a mi hermana a la escuela de señoritas?

—Garrett Bellamy, uno de los cocheros.

—¿Podrías decirle que necesito hablar con él?, que me espere en el jardín trasero por la tarde.

—Si señorita.

****

Marianne que estaba sentada en el jardín, apretando una mano con la otra, sonrió al recordar la voz de Henry llamándola aquel día, sorprendiéndola con su presencia y con el tacto y el calor de su mano sobre la suya. Apartó aquel pensamiento furtivo que se había colado entre su conciencia y su corazón a quien había acallado tratando de olvidar.

—Milady. —Garrett Bellamy hizo una reverencia ante ella.

—Señor Garrett, gracias por venir.

—¿Qué se le ofrece milady?

—¿Recuerda usted el viaje que realizó con mi hermana, Emma Kellet?

—Sí milady.

—¿A dónde la llevó? —el hombre nervioso miró hacia la casa y dudó antes de responder.

—A la escuela de señoritas milady. —Marianne lo miró apretando sus ojos, sabiendo que mentía.

—Señor Garrett, le ruego que no me mienta... sé que ella no se encuentra en la escuela. —se puso de pie y se acercó a él poniéndolo aún más nervioso. —Por favor, le suplico que me lo diga.

—Milady, le estoy diciendo la verdad. —Marianne estrujó sus labios y sus ojos se nublaban.

—Ella es tan solo una niña, estoy muy preocupada por su bienestar, por su salud... No tengo a quién recurrir... —una lágrima se escapó de sus ojos, la cual secó con el dorso de su mano.

—Le repito milady, la llevé hasta la escuela de señoritas. —Marianne asintió, sabiendo que no obtendría nada de aquel hombre. —Con permiso. —se fue mientras ella volvía a desplomarse en aquel asiento, pensando que aquella ilusión huía como agua entre los dedos.

No lo culpaba, de seguro Lady Georgiana se había asegurado de que no hablara, de la misma forma que manejaba todo, a fuerza de amenazas.

Volvió a la casa apesadumbrada por todo lo que rodeaba su existencia que cada día se hacía más miserable.

—Marianne, ¿cuándo iremos a Bath? Necesito comprar algunos vestidos, y no deseo hacerlo sola.

Anne la alcanzó cuando cruzaba la sala.

—Cuando tú quieras, no tengo nada importante que hacer. —su prima sonrió satisfecha. —Muy bien, mañana mismo. —Marianne asintió mientras volvía a sentarse y tomaba aquel bordado entre sus manos.

****

—¡Señorita Marianne! —Susurraba con premura Betsy mientras golpeaba la puerta de su habitación. —¡Señorita Marianne!

Nunca Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora