Capítulo II

18.1K 1.7K 47
                                    

"Que llegue quien tenga que llegar, que se vaya quien se tenga que ir, que duela lo que tenga que doler, que pase lo que tenga que pasar"

Mario Benedetti

España año 1816

Se sentó en el estudio y se dispuso a limpiar su arma, llevaba el ceño fruncido de dolor por la herida de su último altercado, pero la satisfacción del deber cumplido era como láudano para su llaga. Hudson, su amigo, ayudante y compañero, se acercó a él y le dejó una carta a su lado.

—¿De quién es?

—De su hermana Sir. —Dijo sonriendo y se sentó en un sillón a beber un vaso de buen brandy.

Se alegró por recibir noticias de sus hermanos, hacía dos años que no los veía, sus constantes misiones en la guerra con Francia lo mantenían ocupado y entretenido. Había aprendido a cuidarse, porque como espía de la corona inglesa debía estar atento a todo y tener ojos y oídos donde creía o parecía no tener. La milicia había sido la mejor opción ante la suerte que le había tocado de ser el hijo varón menor de su familia, y por supuesto no heredar ningún título ni dinero, pero no lo lamentaba, porque amaba su vida tal cual era y la libertad que traía con ella, aunque extrañaba a sus hermanos y a Silky House donde se había criado, no estaba en sus planes volver pronto.

—Hudson, no me llames así. —dijo corriendo con su antebrazo el cabello oscuro de sus ojos azules. Pasó el paño sobre la culata del arma y la apoyó al costado. Tomó la misiva y se acercó a la vela para poder leer.

Querido Henry:

Te escribo esta carta con el corazón en la mano y el dolor apretando mi garganta. No he podido hacerlo antes porque no sabía dónde enviarla, pero a mi pesar debo decirte que Charles a muerto. Ha caído del caballo, y aunque estuvo luchando por su vida varios días, fue en vano, porque se ha ido de este mundo dejándome completamente sola.

Por favor, date prisa y vuelve a casa, te necesito.

Jane.

Levantó los ojos y sintió algo clavado en su costado, era el dolor de aquellas palabras, las releyó y sintió que parte de su vida se desmoronaba de golpe.

Se tiró sobre el sillón pensando en la distancia que lo separaba de su hermana y de Silky House, el rostro de su hermano la última vez que se habían visto lo asaltó por completo. Pensarlo muerto parecía casi una broma, montaba como los mejores jinetes y era fuerte, alto y fornido. No podía imaginar un final peor para él.

—¿Ha sucedido algo? —las palabras de su amigo lo hicieron volver en sí y aunque aún no podía creerlo, la forma en que lo miró dio por entendido que así era.

—Mi hermano Charles... ha muerto. —Ni él podía terminar de comprender aquellas palabras ni lo que significaban, y no solo por el dolor que traían con ellas, sino por todo lo que significaba para su propia vida, sería el heredero.

—Entonces lamento mucho su pérdida Milord. —Se acercó y apoyó su mano en el hombro de Henry el cual tembló ante aquella palabra. Él heredero del título y de Silky House con todas las responsabilidades que eso traía sobre su persona, incluyendo la urgencia de casarse por el buen nombre y reputación de su familia y ya no con las libertades que él ansiaba, hacerlo con una mujer que lo amara y darle a ella todo por lo que había trabajado. —¿Y qué va hacer Milord? —Henry sobrepasado por la situación y por la insistencia de su amigo por llamarlo así, clavó sus manos en la suya que aún reposaba sobre su hombro haciendo que Hudson retrocediera.

—No me llames así. —dijo con firmeza.

—Está bien... está bien... lo lamento. ¿Qué piensas hacer querido amigo?

—Mi deber con mi familia y mi casa están sobre mis deseos propios. —Al asumir aquello y hacerlo palabras sintió como su corazón se estremecía y un repentino malestar se instaló en su pecho. Abandonar su trayectoria militar era algo que tenía planeado en algún momento, las misiones cada vez se volvían más peligrosas y ya sus ánimos le pedían que se instalara y pensara en formar un buen hogar, cortejar alguna buena mujer que llenara su vida de hermosos momentos, de hijos y un hogar, pero ahora, volver a Silky y sentirse dueño de algo que siempre había sentido ajeno incluyendo la vida aristocrática de la que definitivamente no se sentía parte, lo hizo perder el sueño y dar vueltas por su cama infinidad de veces.

Por la mañana hablaron seriamente con Hudson de sus próximos movimientos, dándole la libertad para que el decidiera cuándo y dónde quería ir y seguir con su vida, ya que sabía que la suya propia cambiaría por completo. Miró a su amigo un tanto mayor que él, con su cabello atado en una coleta y su barba alrededor, pensando cuánto lo extrañaría y cómo había estado a su lado en las buenas y en las malas desde que había ayudado a su hermano, porque había dedicando su vida y su trabajo a hacerle las cosas más fáciles. Otra persona a la que debía renunciar, cuando en aquel momento sentía que era  la persona en quien más confiaba.

—Ni lo pienses Henry, donde tu estés, estaré yo, siempre que no te moleste darle alojamiento a un buen amigo.

—¡Claro que no! —abrazó a su amigo dándole unas palmadas en la espalda. —siempre serás bienvenido en mi casa y en mi familia, eres como mi hermano.

Aquella misma tarde se comunicó con el Foreign Office para aclarar su nueva situación y lo que impedía siguiera con la asignación de su nueva misión como agente infiltrado de la corona británica, pero aún ante las novedades que debió presentar, le pidieron un último trabajo respecto a un oficial del ejército que momentáneamente se instalaría en  el condado de Somerset y de seguro pasaría la temporada en Londres. Debía controlar y enviar la información pertinente a su posible traición y Henry aceptó, para así despedirse de la vida que conocía y comenzar de nuevo.

Nunca Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora