Epílogo

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"Yo no le tengo miedo a nada, pero todavía no me explico por qué tiemblo cada vez que te veo"

Jaime Sabines

Henry llegó a Silky a lomos del caballo de Hudson y por detrás dos hombres que traían envuelto en paños el cuerpo de su amigo. Su rostro sombrío y surcado de tristeza divisó a Marianne que corrió a él y se abrazó a su cuello mientras él lloraba apretado a su espalda. Todo había terminado, pero arrastró consigo la vida de su amigo, quién había estado siempre a su lado, y aquello era como el trago más amargo. Jane se reunió con ellos y llevó su mano a su boca acallando el gemido que su corazón exhalaba. Henry la abrazó sosegando los sentimientos que aquel hombre simple y con su sonrisa y humor siempre a cuesta, había ganado el querer de todos quienes le rodeaban.

Se hicieron los servicios fúnebres pertinentes y Marianne estuvo a su lado cada instante, pues Henry nunca había atravesado una angustia semejante.

La boda se pospuso por el luto, pero Marianne se instaló en Silky House con Jane y Emma que al poco tiempo ingresó a la escuela de señoritas Lowood en Londres bajo la tutela de Henry.

El secreto de Lady Georgiana y Philip quedó sepultado junto a Fairfax y sus maquinaciones, que aunque salvó su vida de aquel disparo, fue preso y finalmente enjuiciado y condenado a la guillotina por traición a la corona y el asesinato de oficiales del ejército británico encubiertos; pero vivieron siempre agobiados por la culpa ante los ojos de Henry y Marianne que conocían aquel secreto, y oprimidos por la sensación de que en cualquier momento alguien volvería a reclamar por aquellas cartas que habían quedado perdidas.

Aquel día, estaba radiante, Betsy acomodó su cabello recogido, su tocado y su vestido blanco, se miró al espejo y sonrió, vistió su corazón de las ilusiones más hermosas y los sueños cumplidos. Se miró frente al espejo y sonrió, pensó en su madre, en su vida miserable y en cómo el amor había llegado para arrebatar todo lo triste y colmarlo de los momentos más hermosos. Subió al carruaje y en el viaje hasta la capilla solo deseó volver a esconderse en aquel espacio donde todo había comenzado, aquel lugar perfecto junto al corazón de Henry, donde se sentía protegida y amada sin medida.

Allí estaba él, esperándola con aquella sonrisa perfecta y su mirada clara y profunda, donde descansaba su corazón que había aprendido amar de la manera más dulce, aunque le había costado las lágrimas más agrias

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Allí estaba él, esperándola con aquella sonrisa perfecta y su mirada clara y profunda, donde descansaba su corazón que había aprendido amar de la manera más dulce, aunque le había costado las lágrimas más agrias. Sonrió y se acercó lentamente del brazo de Lord Campbell, quien finalmente siempre le había tenido un cariño especial, Anne junto a Jane la observaban avanzar hacia el altar donde encontraría la felicidad.

Caminó despacio y Lord Campbell la entregó a Henry, quien entrelazando sus brazos y acariciando su mano con la suya, se postraron en el altar haciéndola sonreír. Escucharon la bendición de Dios sobre la unión de sus vidas, mientras se sentían rebozar de felicidad.

 Escucharon la bendición de Dios sobre la unión de sus vidas, mientras se sentían rebozar de felicidad

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La abrazó y la hizo girar en sus brazos, para terminar en un beso suave y tierno.

—Lord Hawthorne, me lleva a casa. —Henry frunció el ceño y finalmente sonrió.

—Por supuesto Lady Hawthorne.

FIN

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FIN

Nunca Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora