Capítulo XVIII

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"Todo se reduce a la última persona que piensas en la noche"

Gabriel García Márquez

Henry volvió de Burghley claramente desilusionado, pues no había visto a Marianne a pesar de que había rondado el jardín un buen rato.

Lamentaba no haber ido el día anterior, pero Hudson le había avisado de que era la ocasión justa para ingresar en casa de Fairfax, y no tenía manera de avisarle. Había pensado en ella cada momento del día ansiando que se hiciera la hora del encuentro, pero nada había pasado. Volvió a trote lento por el camino a Silky pensando en todo lo que habían recolectado, las cartas y aquel papel que no alcanzaba a entender de qué se trataba.

Cuando dejó el caballo en el establo, Jane lo alcanzó.

—Henry... ¿de dónde vienes?

—De dar un paseo... —Jane lo miró inquisitiva, si algo no hacía su hermano, era dar solo un paseo, siempre debía haber un objetivo para todo, sino simplemente no lo hacía.

—Quería preguntarte si es posible que me acompañes a Burghley. —Henry se volvió a ella entusiasmado.

—Claro que sí. — Jane sonrió.

—Tenía la clara idea de que no me negarías el placer de tu compañía.

—Jane...

— ¿Qué?, no dije nada malo.

—Vamos antes que se haga más tarde.

Subieron al carruaje y partieron hacia la mansión.

— ¿Por qué vamos a Burghley?

—Quiero conversar con mis amigas, y hace unos días Anne me invitó a tomar el té.

— ¿Tus amigas? —Jane sonrió

—Anne y Marianne. Quiero preguntarles por el baile de Lady Dafne.

—No sabía de ningún baile.

—Hermanito has estado un tanto nervioso y distraído. Ayer por la mañana llegó la invitación para el baile de máscaras en su casa. Estoy tan entusiasmada... Amo los bailes y más aún si son de disfraces.

— ¿Y tus amigas irán?

Jane lo miró con picardía y sonrió.

— ¿Nosotros iremos? Primero dime si vamos y luego te digo si mis amigas irán... —Henry apretó sus ojos aguantando las ganas de sujetar el cuello de su hermanita adorada que estaba aprovechando las circunstancias para claramente sobornarlo.

—Supongo que sí... —Estiró su boca en una falsa sonrisa que Jane festejó con unas palmadas.

—Muy bien... Sí, irán. —Henry volvió hacer aquella falsa sonrisa y Jane satisfecha le besó la mejilla.

Él no dijo nada más, apoyó su espalda en el asiento y miró por la ventanilla, pero por dentro se sentía feliz, poder verla, hablar con ella... sí que disfrutaría de aquel baile.

Cuando llegaron a Burghley, ayudó a su hermana a bajar del carruaje y el mayordomo los anunció mientras ingresaban a la sala.

Allí estaba Lady Georgiana, Philip que rápidamente se puso de pie para saludar a Jane y a su amigo, Anne, pero ni rastros de Marianne.

Philip lo invitó a beber un brandy mientras las damas cotilleaban y bebían el té, salió de la sala y se metieron en el estudio.

—Querido amigo, que grato tenerte por aquí, no imaginas lo que extraño la compañía masculina en el día a día... estar rodeado de tantas damas altera un poco los nervios.

Nunca Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora