Capítulo XIX

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"Dile que sí, aunque te estés muriendo de miedo, aunque después te arrepientas, porque de todos modos te vas arrepentir toda la vida si le contestas que no."

Gabriel García Márquez

Marianne se miró al espejo y se acomodó el antifaz mientras Betsy acababa de acomodar su cabello.

—Señorita, se ve hermosa... ¿Lord Henry estará presente? —Marianne asintió con una gran sonrisa en sus labios. —¡Oh! Que romántico ese caballero señorita...

—Sí... muy... estoy un tanto nerviosa con todo esto, pero basta ver su sonrisa o sus ojos y sentirme segura.

—Milady, cuídese...

—No te preocupes... estaré bien... —tomó su mano entre las suyas y las apretó agradeciéndole.

Betsy tomó la última horquilla con forma de flor blanca que acomodó en su peinado y se puso de pie. Alisó su vestido blanco y se colocó los guantes celestes, el chal cruzado y bajó las escaleras para encontrarse con los demás que la esperaban para subir al carruaje que los esperaba.

—Vaya, vaya, primita... —Philip la miró de pies a cabeza. —Te ves muy elegante.

—Gracias Philip.

Anne sonrió al verla y la abrazó.

—Te ves hermosa esta noche Marie.

—Como siempre estás tú Anne. Gracias por todo... —en aquel agradecimiento incluía todo lo que su prima había hecho por ella desde pequeñas, Marianne suspiró y contuvo las lágrimas.

Cuando llegaron a casa de Lady Dafne, ella y sus padres los recibieron amablemente, el salón de baile estaba hermoso, metros de gasa blanca pendían del techo sobre las personas, los candelabros tallados con sus velas encendidas le daban ese toque de luz cálida haciendo que todo se viera perfecto, las demás estancias eran grandes y espaciosas, la orquesta estaba sonando y muchísimas damas de alta alcurnia que lucían sus mejores vestidos, como así los caballeros que estaban con sus mejores galas. Se veían antifaces, máscaras, sombreros de los más vistosos, e incluso era difícil distinguir algunas de las personas. Marianne estaba fascinada, y constantemente buscaba con la mirada entre los caballeros al suyo, o al que se había ganado su corazón a fuerza de palabras hermosas. Miró cerca de Philip, donde se reunía también George Sterlington, Lord Campbell y Lord John Streembury, pero de Henry no había señales.

Bebieron algo con las amigas de Anne y al poco tiempo, Jane se unió a ellas. Marianne al verla, no pudo evitar volver a recorrer el salón en busca de aquellos ojos azules, pero no lo veía y tampoco quería delatarse con Jane y preguntarle por su hermano.

El capitán Fairfax se aproximó y saludó a Jane, Anne y finalmente a Marianne. Tomó su mano y la besó mientras hacía una reverencia.

—Milady... hoy se ve sublime... —Anne suspiró y se volvió sobre sus pies para evitar oír las galanterías de Fairfax.

—Muchas gracias. —Marianne se obligó hacer una sonrisa.

—¿Podría usted concederme el honor de reservarme el vals?

—Oh capitán, disculpe usted, pero ya lo he reservado a otro caballero. —La sonrisa de él se borró al instante, tragó aquel amargo trago y le ofreció al brazo al que no pudo negarse.

—Entonces Marianne ¿Qué baile aún no le han reservado? —A ella no le gustó para nada que se tomara la atribución de llamarla por su nombre, pero tuvo temor de contrariarlo, pues su abuela quería tener buenas relaciones con él, y eso significaba que ella debía hacer su mejor esfuerzo.

Nunca Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora