LA CENA... UNA GATITA PERDIDA

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Cuando Susan salió de la habitación en busca de un poco de jugo, se encontró con Rin tomando su desayuno. La gatita estaba lista para salir, vestía jeans, zapatos bajos de cuero, y una camisa color cielo que resaltaba sus ojos y delicadeza de facciones. Esa mañana, los ojos de Rin parecían haber perdido un poco su brillo, dándole a la pequeña, un aire melancólico.
Al ver a Susan, la sonrisa de Rin fue sincera, pero con un toque de resignación que la rubia ni siquiera noto. Estaba demasiado feliz de estar cerca de su prometido como para detenerse a contemplar la tristeza de los demás.
"Hola Rin, gracias por la comida de ayer!"
"Hola, fue un placer, te gustó?"
"Exquisito!"
"Como está?"
"Bien, aún esta dormido!"

Rin siguió mordisqueando su pan en silencio y Susan se sirvió un poco de jugo antes de volver a la habitación. Antes de hacerlo le pregunto a Rin si iría a la cena que se haría en la casa de sus padres.
"La cena? No creo, tengo que comprar varias cosas!"
"Tu papa fue muy amable en invitarnos…que tonta por supuesto que no quieres ir, es por como me comporte la ultima vez verdad? No seré grosera contigo te lo juro!"

Susan termino de hablar en un suspiro, avergonzada al recordar las cosas ofensivas que le había dicho a la mujer frente a ella. Rin la miraba al borde de las lágrimas, pero enmascaró su desesperaron con una gran y falsa sonrisa, que tranquilizo a la feliz prometida.
"No te preocupes por eso, ya pasó. En serio tengo cosas que hacer, además sospecho que la invitación era solo para ustedes. Nos vemos mas tarde!"
"Pero Rin...en serio no dejes de ir por mi culpa! Espera un segundo, te vas ya? Tan temprano? Son las 9 de la mañana"
"Sip, saluda a mis papás de mi parte, que disfrutes mucho, chao!"

Con algo de sorpresa, Susan vio como Rin tomaba su abrigo de cuero, su cartera y salía del apartamento en silencio. Caminó un par de cuadras limpiándose las lágrimas, se detuvo cuando encontró un parque desierto y lleno de árboles. Estaba bañado por los rayos del sol y con muchos lugares donde sentarse a pensar o llorar.
Una vez sentada, saco el pequeño celular de su cartera y lo apagó. No quería hablar con nadie, solo ansiaba que el tiempo pasara y llegara un momento en que no se sintiera tan desdichada. Sentada echa un puñito en la banca, pasaron las horas recordando sus meses de convivencia con el doctor.
Cuando Susan entro a la habitación, Sesshoumaru estaba despierto pero algo somnoliento. Al ver a su novia le sonrió recibiendo el vaso de jugo con gusto.
"Buenos días darling!"
"Buenos días, dormiste bien?"
"Si muchas gracias. Te sientes animado para ir a cenar a la casa del doctor Ikegami?"
"Claro, los medicamentos me sentaron muy bien!"

Sin dificultad alguna, el Grandulón se levantó y anuncio que iba a darse un baño. Al entrar al baño, inmediatamente abrió la puerta que daba al cuarto de la gatita, esperando verla dormida. Sus ojos revisaron la estancia frenéticamente al ver que la cama estaba hecha y parecía que nadie hubiera dormido ahí.
(Pero…acaso no durmió aquí? Seguramente la veré en casa de sus padres)

La cajera puso la ropa interior de seda en una bolsa de papel celeste, distintivo de la lujosa tienda donde Rin había pasado los últimos 45 minutos. Al recibir el paquete, la dependiente le sonrió y la gatita solo pudo esbozar una tímida mueca que distaba mucho de ser una sonrisa.
Salio de la tienda cabizbaja, ya eran las 4 de la tarde, pero para ella aquellas horas, habían sido las más lentas de toda su vida. Había llamado al apartamento de Kagome pero sin respuesta de su amiga, por lo que supuso que estaba de paseo con Inuyasha.
Aferrando la bolsa entre sus dedos, avanzó con paso lento y anémico por los pasillos del centro comercial en busca de algo que la distrajera. Ni siquiera podía buscar consuelo en casa de su padre porque Sesshoumaru seguramente estaba ahí.
(Creo que voy a comer algo…)

Metiendo la mano en el bolsillo de su chaqueta, sacó el celular iba a encenderlo pero se detuvo y lo volvió a guardar. Después de unos metros, se encontró con un lugar donde vendían postres y café. Para satisfacer su apetito, pidió un capuchino con un pastelito de crema.
Quería romper a llorar ahí mismo, ni un solo minuto había dejado de recordar a Sesshoumaru y aquel volumen de recuerdos le estaba robando la energía de a pocos. Una vez que termino de comer, se puso de pie y sin prisa, se encamino a su apartamento desechando la idea de ir a donde su mejor amiga.

NECESITO UN DOCTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora