Bajo Mis Condiciones

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•• 15 ••
Vincent millar

Nos terminamos de despedir de todos nuestros invitados cerca de las cuatro de la madrugada, la noche ha sido larga y el agotamiento se nos nota a simple vista. Mi madre se acerca y da un abrazo, al mismo tiempo que me acaricia el cabello, y por un momento, siento culpa. Luego recibo el abrazo de Joshua, el cual, si bien luce un poco avergonzado por los hechos ocurridos, sé que su apoyo es incondicional para mí. Por último tomo la mano de Angie y la ayudo a entrar al auto. Debíamos descansar. Mamá nos ha pagado una suite en uno de los hoteles más costosos de la ciudad. Mañana nuestro vuelo sale cerca del mediodía a Río de Janeiro.

—Estuvo todo muy lindo, ¿no te parece? —ella inicia la conversación en medio del silencio del auto que nos lleva hasta el hotel.

Asiento despacio al verla.

Por un momento, siento como si durante la fiesta del matrimonio, mi felicidad y mi deseo de amar a Angelina por toda mi vida, se hubiera quedado en aquel resort. Fue como si se hubiera creado una especie de burbuja para no dañarme; como si la realidad se hubiera disfrazado de mentira por varias horas. Protegiéndome del dolor y la decepción. Hasta que al verla forzar esa sonrisa, todo vuelve de golpe.

Llegamos al hotel.

—¿Costa paraíso? —pregunta ella con enormes ojos.

Asiento sin verla. Pasamos por recepción donde nos dan nuestra llave y uno de los trabajadores se adelanta con un par de maletas. Presiono el botón del elevador y el silencio en aquel reducido lugar resulta molesto. Las puertas se abren y soy yo el primero en salir.

—¿No vas a cargarme? —pregunta Angie al verme abrir la puerta de la habitación.

La quedo viendo por un largo momento, extiendo la puerta para dejar las llaves sobre el arrimo, suspiro y la cargo en mis brazos. Ella enreda sus brazos en mi cuello y se me queda viendo. Luego baja la mirada. Angie es bastante inteligente como para deducir que esto está podrido. Yo lo estoy. Todo lo está.

La llevo hasta la cama y al ir avanzando, logro ver la elegancia de la habitación que mamá ha escogido para que mi mujer y yo pasemos nuestra primera noche como matrimonio. Se ha esmerado. La culpa me carcome al recordar las veces que la grité en su intento de inmiscuirse. Dejo a Angie sobre la cama y me quito la corbata. Avanzo hasta el pequeño bar y me sirvo un vaso de whisky con dos hielos y avanzo hasta el balcón. Estamos en un piso quince y la belleza que entrega el hotel es admirable. El lugar está lleno de áreas verdes y la playa artificial se luce en el centro, resaltando su amplitud ante las diferentes luces de colores.

Siento los pasos de Angie tras de mí y luego sus brazos me rodean desde la espalda.

—¿Qué te sucede? —pregunta en tono suave.

Suspiro y dejo el vaso en el borde de madera del balcón. La veo y sonrío.

—¿Cómo quieres que esté?

Ella baja la mirada y rasca su brazo, incomoda.

—Sé que es complicado pero creí que lo intentaríamos de verdad.

La veo directamente.

—No puedes ser más hipócrita.

Los Malditos También AmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora