Una Sonrisa en Medio de la Tristeza

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Los llantos a mi alrededor se oyen cada vez más fuertes, cuando poco a poco, y con una lentitud torturante, van ingresando el blanquecino cajón de mamá al interior del mausoleo, siendo cubierto por decenas de coronas y gruesos ramos de flores; la mayoría de ellos de color amarillos y gruesas cintas blancas. Mi piel se eriza cuando oigo un grito de papá:

«¡Pronto te alcanzaré querida!».

Luego de su doloroso grito, son liberados cientos de globos llenos de helio, todos ellos de color perla, van tiñendo el gris cielo que nos acompaña en este mediodía. Observo a papá secar sus lágrimas y un nudo se ata en mi garganta cuando ve por última vez los globos alcanzar el cielo. Quisiera saber qué es lo que pasa en estos momentos por su cabeza. Veo a los alrededores y soy consciente de la cantidad de presentes que nos acompaña. Papá vuelve a alzar la voz y le da las gracias a todos por estar aquí, acompañándonos, en este momento tan duro y doloroso para la familia Blake. Apesar de que las lágrimas de papá caen por sus mejilla y su voz suena firme y segura, llega el momento en el que la fachada se cae, y su voz se quiebra. Mi padre siempre ha sido un hombre fuerte y digno de admirar, pero hoy ha mostrado su dolor y debilidad con total libertad.

Papá me ve entre la gente y apenas me sonríe, baja de la banca de madera en la que estaba de pie y se me acerca, dándome un fuerte abrazo. Logro ver sus ojos, rojos, llorosos y llenos de dolor.

—Ahora sólo quedamos nosotros dos, hijo. Solo los dos. —Repite y me aprieta con fuerzas a él.

Papá está devastado.

Varias personas se nos comienzan a acercar a para darnos las debidas condolencias por la partida de mamá, y entre tanta gente, pierdo a Samantha de vista cuando comenzamos a recibir abrazos de diferentes personas; trabajadores de la empresa y colegas de mamá. Busco a Samantha con la mirada pero no logro dar con ella, temo que se aleje demasiado ya que los alrededores son desconocidos para ella, al igual que la totalidad de los presentes ahí. Mi mirada va de un lugar a otro, hasta que siento su mano en mi hombro.

Suspiro y volteo a verla.

—Te estaba bus- —mis labios se sellan inmediatamente cuando a quien tengo frente a mí, es a Angelina Raynols.

Mi preocupación da un vuelco.

—Adam —saluda al nombrarme.

Mi voz no sale.

No dejo de verla, confundido y sorprendido al mismo tiempo. No sé qué es lo que realmente debo decir o cómo debo actuar después de haber estado tantos años sin tenerla de pie frente a mí. Idiota. Seco la humedad que las lágrimas han dejado en mis ojos mientras ella me ve.

—Angelina... —la nombro en voz baja.

—Es extraño volver a verte después de tantos años —dice y simplemente asiento, estando de acuerdo.

—Siete años. —Digo.

—Siete años. —Repite ella.

Siento como la gente a nuestro alrededor se pasea, llora y murmura entre ellos, pero mi vista permanece atenta únicamente en ella, tal vez, hasta haciéndola sentir un poco incómoda, pero no me importa, no quiero perderla de vista. Temo que esto sea otro sueño, pesadilla. Nos quedamos en silencio por un par de segundos y ella suspira despacio.

—Adam, siento mucho todo lo que pasó con tu madre —la oigo decir y aunque luce algo nerviosa e insegura, se acerca y me da un abrazo.

¡Dios! Dime que esto no es un sueño.

Con mucho cuidado rodeo la cintura de Angelina como si fuera lo más frágil que he tenido entre mis manos, porque si esto finalmente resulta ser un sueño, no quiero que nada la altere. Acerco mi rostro más a ella, cerca de su cabello, y huelo el exquisito aroma de su dulce perfume. Mi garganta comienza a arder por la mezcla de emociones que traigo y sollozo en sus brazos, siendo contenido por ella, sintiendo el calor de las palmas de las manos de Angelina, frotar con ternura mi espalda. La siento tranquila entre mis brazos, y así, me siento yo también. Cierro los ojos unos pocos segundos hasta que Angelina pone sus manos sobre mis hombros y se aleja despacio, mientras yo quito suavemente mis manos de su cuerpo.

Los Malditos También AmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora