Encrucijadas

51 6 3
                                    

•• 20 ••

Llego a casa y me quedo un momento en el auto, cabizbajo y con mis manos aun firmes en el volante. Observo la casa y me frustra el saber que Angelina, la mujer que tanto me ha costado recuperar, espera por mí al interior. Suspiro y cargo mi cabeza en el asiento luego de darle un nuevo golpe al volante. En estos momentos me siento tan molesto con Sam. Casi siento que la odio. Ha regresado solo para joder mi presente y, tal vez, también lo haga con mi futuro. Estos últimos cinco meses junto a Angelina han resultado ser de las mil maravillas. Es como si mis ganas de vivir y disfrutar la vida, día a día con ella, hubieran brotado como flores en primavera. Estoy jodidamente enamorado. Y me da pánico el pensar en volver a perderla.

—¡Por los mil demonios!

Esto es como estar en una maldita encrucijada, sabiendo que cualquier opción que decida tomar, me hará arriesgar a algo que sin duda escapará de mis manos. No quiero mentirle a Angelina, juro por mi madre que es lo que menos deseo. Pero tampoco quiero que se aleje de mi vida.

—Tardaste —dice con una radiante sonrisa en cuanto cierro la puerta, camina hasta mí y besa mis labios. Pongo mis manos en su cintura y luego la envuelvo completamente entre mis brazos, pegándola a mí tanto como puedo.

—Sabes que te amo con la vida, ¿cierto?

Ella vuelve a tomar mis labios.

—Por supuesto que lo sé. —Dice al verme a los ojos—. Ven, preparé la cena.

Mientras comemos, trato de estar ahí, en el presente, junto a ella. Pero no puedo. De alguna manera el saber que Sam carga un hijo mío en su interior me mantiene alejado de la mujer que tanto amo.

—¿Pasa algo? —pregunta Angelina al tomar mi mano y saberme alejado de ella.

Niego rápidamente al temer ser descubierto.

—Claro que no, cariño. ¿Qué habría de pasar?

—Te ves distraído.

—Solo es por el trabajo; hay bastante. ¿Cómo has estado tú? —intento desviar el tema.

Ella baja la mirada. Algo sucede. Luego de unos segundos dice algo que ni siquiera me esperaba.

—Me juntaré con Vincent. —Suelta de una.

Mi semblante cambia por completo y mis preocupaciones para con Sam se esfuman de golpe.

—¿Por qué? ¿Para qué? ¿Cuándo?

Ella desvía la mirada, suspira y vuelve a verme.

—Estará aquí en dos días. Tenemos una conversación pendiente. Se lo debo.

—¡No le debes nada, maldición! —alzo la voz más de lo que pretendo y luego presiono el puente de mi nariz e intento calmarme.

—Si hubiera sabido que ibas a reaccionar así, no te lo hubiera contado. Me hubiera juntado con él mientras tú estabas en el trabajo y no te habrías enterado de nada. —La veo sorprendido ante su firme mirada—. Pero no. —Ahora suspira—. ¿Y sabes por qué? Porque no quiero mentirte nunca más. No me quiero guardar nada para mí. —Angelina toma mi mano y eso me hace sentir peor—. Tú y yo ahora somos uno. Sin secretos. Sin mentiras.

Angelina besa mi mano y la envuelve entre las suyas. Puedo sentir como la culpa me perfora el pecho, y aun así, no confieso nada.

—No quiero que te dañe, porque eso es lo que hará, cariño. Tratará de hacerte sentir lo peor del mundo al victimizarse.

Angelina suelta mi mano.

—Creo que pensamos muy diferente.

—¿Qué quiere decir?

Los Malditos También AmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora