Su Inesperada Decisión

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Me quedo viéndola a distancia en un rincón de ese amplio salón. Mi amada Angelina luce sonriente y radiante, abrazando a varios de los presentes luego de haberle dado el sí a su ahora esposo, Vincent Millar. Me siento jodido. La veo abrazar a su suegra, sus cuñados, amigos y, por último, a Joshua. Él parece decirle algo en el oído y ella solo baja la mirada, después de asentir despacio. La han presionado hasta joderla. Podría apostarlo. Suspiro y por un momento mi labio inferior tiembla al verla recibir un beso de su esposo. Cierro los ojos y me apoyo en la muralla del rincón más oculto de ese amplio salón de matrimonio.

Durante estos días no hice más que buscarla por todos los medios posibles. Le escribí a su teléfono, a su mail e incluso a Tammy, prácticamente, rogándole interceder y recibiendo también tremendos reclamos de su parte; todo por haberme metido en las piernas de una mujer comprometida. La ignoré. Dos días antes del matrimonio dí por perdida la batalla. Todos parecían tener el mismo pensamiento, y por un momento, creí que tenían razón; Tammy, Rosie, Gabe. Si Angelina había decidido continuar con todo, era porque realmente amaba a Vincent. Que aceptara que la noche que pasamos juntos, había sido una especie de cierre de capítulo.

Pero no podía.

Y ahí estaba, como un idiota, vigilando cada uno de sus movimientos. Angelina tampoco se había presentado al trabajo la última semana, teniendo en claro la importancia que se estaba jugando en la empresa, respecto a los nuevos contratos y negociaciones millonarias.

Negué despacio.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta Gabe al verme cuando todos los presentes comenzaron a salir del salón, para pasar a uno mucho más amplio, donde se serviría la cena y el baile.

—Vine a disfrutar del espectáculo, después de todo, el parte de matrimonio no se me fue retirado. —Contesté.

Gabe suspiro con cansancio.

—Amigo, creo que ha llegado la hora que te des por vencido. Ella ya se casó. Angelina y Vincent son un matrimonio. Ahora son una familia. —Gabe puso su mano en mi hombro—. Es hora de dar vuelta la página.

Sentí un nudo en la garganta y vi a los novios salir, sonrientes y acompañados por el centenar de invitados.

—Necesito hablar con ella.

Gabe negó.

—No cuentes conmigo para eso. Lo siento hermano. La última vez que Rosie se enteró que intercedí, casi me cuesta el matrimonio.

Asiento despacio.

—No tienes que darme explicaciones. Lo entiendo.

—¿Irás al salón?

—No quiero alterar a nadie con mi presencia.

Gabe asiente al meter ambas manos en los bolsillos de su pantalón. Lo veo salir. Recargo la cabeza en la muralla una ultima vez y alzo la mirada.
Una hora más tarde, enciendo un cigarrillo y mi mirada se pierde en la enorme piscina a las afueras, iluminada y rodeada de variadas palmeras de todos los tamaños. Termino de fumar el cigarrillo y lo apago antes de lanzarlo a uno de los contenedores de basura, cuando mi atención es atraída por el enorme vestido blanco que Angelina lleva. Va acompañada de Rosie. Ambas van murmurando alguna conversación que no logro oír, y entran a una especie de habitación aislada. Espero unos minutos y toco la puerta.

—¿Qué haces aquí? —pregunta Rosie con el ceño fruncido y yo empleo un poco de fuerza para entrar.

—¿Quién es Rosie? —Angelina aparece vistiendo un elegante vestido color crema con un delgado lazo negro, resaltando su hermosa silueta.

Los Malditos También AmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora