Venenoso Comportamiento

121 6 5
                                    

•• 22 ••

Al presionar el botón del elevador del edificio, gesto una mueca al ver mi dañado puño. Suspiro con pesadez mientras niego lentamente al masajear aquellas moradas huellas, provocadas hace unos días. El recordar la cara del Millar me hace hervir la sangre nuevamente. Tres días exactamente. Hace tres días que le partí la cara. Mierda. El tan solo recordar el haber llegado a casa y encontrar a Angelina encerrada en nuestra habitación, sin querer hablar del tema, me hacía arder la sangre. Más cuando después de mucho insistirle se atrevió a contarme:

—Le pedí el divorcio y él... —Angelina cubrió su rostro al sollozar con más fuerzas. Podía ver la vergüenza en su mirada.

—¿Él qué? —tiré de sus muñecas. Su actuar me hacía preocupar porque por un momento, pensé que le pudo haber hecho algo en contra de su voluntad.

—Me ofendió y jamás pensé que él reaccionaría de una manera tan ...

—¿Qué fue lo que te dijo?

Angelina no paraba de sollozar y eso me fastidiaba todavía más.

—Angelina —la tomé de los hombros.

—A cambio de una noche. —Ella sollozó con más fuerzas—. Me daría el divorcio a cambio de que me metiera en la cama con él.

Luego de eso recuerdo al Millar abrir la puerta de su departamento. Estaba borracho. Me lancé sobre él... Lo demás ya es historia.

«Tarde o temprano la vas a cagar Adam. Eres bueno en eso». Me gritó cuando dejé su departamento.

...

Presioné el puente de mi nariz cuando las puertas del elevador finalmente se abrieron. Como cada día, me recibe Sharon, una de mis asistentes, dándome una coqueta sonrisa. Yo la saludo con un movimiento de cabeza cuando ella atiende el teléfono inalámbrico de la oficina. Me ve con seriedad y me detengo en la barra de recepción cuando comprendo que algo sucede.

—Señor Blake, lo siento, pero el teléfono no ha dejado de sonar desde que llegué esta mañana.

—¿Quién es?

—Es la señorita Samantha.

—¿Dijo algo?

—Solo que la llame. Dijo que era urgente. Sonaba molesta.

Asiento y entro a mi oficina. Dejo el maletín de trabajo sobre el sofá y marco el número de Samantha para saber qué es lo que sucede. Habíamos quedado en que nos íbamos a comunicar a través de mensajería; pero que se estuviera tomando la libertad de llamar a mi oficina me resultaba un fastidio de su parte. Me siento en el sofá de la oficina y recargo la cabeza en la muralla. Hemos quedado en vernos al mediodía.

Al cabo de unas horas de trabajo, me percato que estoy atrasado a la cita que tengo con Sam. Le aviso a Sharon que voy de salida por un momento.

—Hola —Samantha me saluda en cuanto tomo asiento frente a ella, en el restaurante que ella misma escogió.

—¿Qué sucede? ¿De qué querías hablar? —presiono para que la conversación vaya directo al grano, y así, termine lo más rápido posible.

Los Malditos También AmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora